martes, 27 de marzo de 2012

149. Noche de Reyes

La compañía de teatro "Noviembre" renace tras la aventura de Eduardo Vasco como director de la CNTC de la mano de uno de los grandes genios dramáticos: William Shakespeare. La obra elegida es la famosa comedia Noche de Reyes, representada por primera vez el 6 de enero de 1601 para celebrar la visita que don Virginio Orsino hizo a la reina Isabel. La pieza, que guarda concomitancias con Los gemelos de Plauto, desarrolla el  tan recurrente tema del disfraz. Viola y su hermano Sebastián son separados por un naufragio. La joven llega a Iliria y entra al servicio del duque Orsino haciéndose pasar por un varón. Éste pretende a Olivia, una dama que ha prometido guardar siete años de luto por el fallecimiento de su hermano y que, por ello, rechaza constantemente al Duque. Cesario (nombre masculino tras el que se esconde Viola) será el encargado de cortejar en nombre del Duque a Olivia con tan mala suerte que la dama se enamorará de él/ella. A este triángulo amoroso se añade el amor que siente Viola por su señor Orsino.
La trama se complica aún más con la broma que María, don Tobías Regüeldo, don Andrés Carapálida y Feste (criada, pariente, pretendiente y bufón de la dama, respectivamente) gastan a Malvolio, mayordomo de Olivia, pues le hacen creer que ésta se ha enamorado perdidamente de él. Malvolio, con ansias de medrar en la sociedad, cree a pies juntillas lo que su “señora” le ha escrito en la falsa misiva (en la que le insta a sonreír continuamente y a vestir calzas amarillas). Por ello, Malvolio cambia radicalmente su comportamiento, antes recto y estirado, por lo que es tomado por loco y es encarcelado.   
Los hilos del argumento siguen enredándose cuando don Andrés Carapálida,  reta en duelo a Cesario y cuando aparece en escena Sebastián, el hermano de Viola. Desfilan ante los ojos del espectador una serie de equívocos entre Sebastián y Cesario que culminan con el reencuentro de los dos hermanos y con un final feliz en que el orden queda reestablecido con el triunfo del amor como telón de fondo.
Siempre he defendido la necesidad de respetar el espíritu de las obras clásicas y he renegado de los “experimentos” que bajo la bandera del vanguardismo acaban desvirtuando magníficos textos que no necesitan reinvención alguna, pues tienen per se una valía atemporal. Pues bien, el espectáculo que nos ocupa presenta al espectador un Shakespeare remozado, encuadrado en los años 20-30 de la pasada centuria con unos personajes que lucen trajes de chaqueta y vestidos de lentejuelas, con canciones propias del music hall y con un texto adaptado al público del siglo XXI. A priori, con estos datos, me atrevería a afirmar que se trata de otra apuesta arriesgada de esos iluminados a los que me acabo de referir. Mas tras ver la representación y disfrutar de ella muchísimo, me atrevo a afirmar que Yolanda Pallín y Eduardo Vasco respetan profundamente el texto del dramaturgo inglés. Han innovado, sí, pero el producto final que ofrecen al público rezuma respeto y amor hacia las obras clásicas. Shakespeare está más vivo que nunca en esta adaptación. Quien ha leído la obra antes de verla sobre las tablas no se siente decepcionado pues, en el fondo, poco importa que el atuendo de los personajes no sea el propio del siglo XVII o que las peleas de osos sean sustituidas por las carreras de galgos.
Al éxito de esta adaptación contribuye, sin duda, el elenco de actores que dan vida a los personajes. Todos ellos actúan con fuerza y con muy buena dicción. Destacan las interpretaciones de Viola-Cesario por parte de la actriz Beatriz Argüello, la del bufón Feste de la mano de Arturo Querejeta y de Malvolio (Héctor Carballo). El perfecto engranaje que hay entre ellos tiene como fruto momentos divertidísimos como la noche de juerga de Feste, don Andrés, don Tobías y María que acaba con cantos regionales españoles, o el momento en que Malvolio lee la carta de amor que supuestamente le ha enviado Olivia y se desata con una hilarante interpretación musical absolutamente memorable.
Por otra parte, los elementos decorativos se reducen a dos cortinas blancas y rojas y a un fondo con árboles. Lo importante no es el decorado, sino la palabra, la fuerza interpretativa de los actores y el simbolismo de los colores del vestuario de los personajes: blanco para Viola y Sebastián, negro para los poderosos y rojo para la enamorada Olivia.
En definitiva, esta nueva versión de Noche de Reyes es una apuesta segura para aquellos espectadores a los que, como yo, les gusta disfrutar de obras clásicas adaptadas desde el respeto y el amor hacia los grandes dramaturgos. No hay mejores ingredientes para conseguir el aplauso del público que, en última instancia, es el mejor premio para una compañía de teatro.

2 comentarios:

Píramo dijo...

Completamente de acuerdo, Tisbe. Por fin una obra adaptada que respeta el espíritu del original. Aunque, ya que se varía el texto para sustituir las peleas de osos, incomprensibles para el público actual, por la carrera de galgos, podrían procedido igual para hacer pasar a Viola por criado y no por eunuco del Duque Orsino o evitar las invocaciones a Júpiter. Pero bueno, disculpable. Memorable, ciertamente, la escena del Malvolio burlado, pasaje de la obra de Shakespeare que ha perdurado en el tiempo como uno de los más aplaudidos y que Eduardo Vasco ha sabido interpretar a la perfección para traérnoslo con el mismo tono hilarante del original.

Tisbe dijo...

Gracias, Píramo, por tu comentario. Creo que la escena de Malvolio burlado no se nos olvidará nunca. ¡Cuánto disfrutamos y cuántos nos reímos!