domingo, 8 de abril de 2012

151. De bragas y libros

Foto de José Luis García Martín

 RESTITUCIÓN DE ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

En honor a la verdad, el presente artículo debiera titularse “Restitución del poeta Ángel García López”, por los motivos que más tarde se expondrán. Sin embargo, he optado por vestir la cabecera (valga el oxímoron) con esta suerte de lencería bibliográfica para comprobar si al incauto lector le produce el titular la misma sorpresa que debieron sentir los compradores del mercadillo del Fontán, en Oviedo, al acercarse a uno de sus puestos y leer en un cartel la siguiente y estimulante oferta: “Por la compra de 3 bragas regalamos un libro”. No mentía el tendero, pues allí, efectivamente, entre un mar de bragas multicolores y primorosos encajes, se erigían dos atalayas de libros resistiendo con menguada dignidad el femenino oleaje. No descubro nada: la fotografía circula desde hace meses por Internet y sobre ella se han vertido ya numerosos comentarios. Pero pocos se han percatado de que uno de los libros que colman la primera pila es la Elegía en Astaroth, de Ángel García López, la obra con la que el poeta gaditano ganó el Premio Nacional de Literatura hace ahora 39 años. (Qué lástima, que diría el Sr. Tarrats). Y quienes sí han logrado detectar el título, se han limitado a dar testimonio del dato. Yo, además, pretendo restituir a Ángel García López al lugar que le corresponde. Quienes hayan leído sólo “bragas” en mi titular, pueden dejarlo aquí. Quienes hayan, visto, además, la palabra “libros”, quédense un ratito más conmigo. Siento defraudarles.
Elegía en Astaroth destaca por su preciosismo formal, basado en una utilización deslumbrante de las palabras. Ángel García López genera un paisaje mítico, inspirado en su Rota natal. De ahí, “Astaroth”, topónimo tartesio del supuesto enclave original de este municipio gaditano y no, por cierto, referencia demoníaca, como he leído en varios sitios. De hecho, las referencias tartésicas son frecuentes, como la alusión al rey Argantonio. Este paisaje mítico, que tanto comparte en su atmósfera con la “Argónida” del también gaditano Caballero Bonald (el jerezano la emparenta con Doñana y la hace aparecer por primera vez en su novela Ágata, ojo de gato), sitúa su lírica en una especie de lenguaje auroral donde a las palabras se les adhiere un tono oracular que tan bien comulga con los largos versículos de su métrica. El libro está lleno de contrastes entre esa luminosa Astaroth donde la Historia y lo legendario se confunden y la decrepitud actual, que muchas veces es trasunto de su propia conciencia del tiempo y de los estragos que sobre el poeta, “viajero de clepsidras sin saber cómo ha sido”, produce. Así, si el buey mitológico, dios degradado al buey de los arados,  es “gemela podredumbre que un establo alimenta”, así al poeta “máscaras convierten la juventud en pira”. Los paralelismos son tantos, que Astaroth y poeta se funden en una misma desolación, proyectada también hacia el entorno paisajístico y social: “aquel vientre prolífico, ya estéril, del campo”, “hallé a la tierra el lacre con los sellos de la depravación”. La sórdida escena de la mala bailaora flamenca prostituida entre borrachos es significativa de la degradación de un pueblo, otrora próspero, que degenera sus raíces culturales. Otros temas vinculados necesariamente a los referidos son la infancia y, sobre todo el retorno, expresado en aquel terrible poema donde vuelve a casa de sus padres o de sus abuelos y todo es lacerante melancolía del paso del tiempo pero luz en el autorreconocimiento: “Pues miro el alimento que es volver. Coserse por senos y camisas como un bordado”. El poeta raya el hermetismo “ma non troppo”. Como poética valen sus palabras: “no ser hermético ni, menos, transparente. Creer —sólo lo justo— que el poeta cuanto más oscuro más llega a lo divino. Guarda siempre el secreto bajo un tul ligerísimo. Déjalo que ilumine y cueste su captura. Que jamás de una vez la manzana sea mordida”.
Y ahora, el promotor de la lectura de turno ¿me explica qué hace Ángel García López entre un montón de bragas? Al menos, yo ya quedé con la conciencia tranquila, que humildemente lo devolví a su altarcillo.

Ángel García López (Rota, 1935)

Elegía en Astaroth, Premio Nacional de Literatura (1973)

7 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Pues no sabía nada de lo de la oferta lectora del puesto de lencería... En cualquier caso, si eso ha servido para que algunos -como yo mismo- hayamos descubierto a Ángel García López, pues, mira, hasta habrá valido la pena. De momento, Píramo, gracias por darnos a conocer a este poeta a algunos de tus lectores.

Laura Guerrero dijo...

Ya había visto hace tiempo la fotografía en la que aparece Ángel García López entre bragas. Me parece muy triste que un escritor tan exquisito quede en el olvido y sólo sirva de regalo en un puestecillo de lencería.
A pesar de esto, debemos agradecer, como bien dice Javier Angosto, el hallazgo, ya que desembocó al artículo presente, yo tampoco conocía la trayectoria de este escritor.
La notable sorpresa que se llevó algún amante de la literatura al encontrarse semejante oferta tuvo que ser única, así que, mirando el lado positivo, alguien se encontró el ofertón aquel día.

Ramón García Mateos dijo...

Estupendo artículo, como siempre. Hoy me has tocado especialmente mi corazón poético porque le tengo un gran aprecio (personal y literario) a Ángel García López, para mí una de las grandes voces de la poesía española actual y probablemente el poeta más versátil y poliédrico entre sus contemporáneos; curiosamente, esta capacidad para expresarse en tonos poéticos muy distintos (maneja magistralmente el soneto y las formas clásicas; sus poemas de aire neopopular son auténticas joyas; el verso libre y el versículo manan con soltura en sus poemas...) le ha perjudicado a la hora de una valoración crítica global y definitoria. Da la impresión de que todo lo que escapa a las etiquetas preestablecidas queda en un segundo plano, no por su valor sino por la incapacidad (de quien corresponda) para un juicio razonado. Enhorabuena, amigo, y lo comparto.

Claudia de Santos Borreguero dijo...

La foto de bragas y libros es del mercado de los jueves de Segovia!!!! Aún la tengo en el móvil. Tiene más o menos un añito ya.

Píramo dijo...

Javier, Laura: efectivamente, ese consuelo nos queda. Pero me da un no sé qué, ver los libros entre un montón de bragas. Para mí el Libro tiene algo de sacrosanto y merece su particular altarcillo.

Ramón, gracias por tus palabras. A mí la lectura de "Elegía en Astaroth" me ha deslumbrado, pese a la dificultad de algunos de sus versos. Y qué razón tienes cuando afirmas que todo aquello que no puede clasificarse se arrumba al rincón, supuestamente provisional, del "ya lo revisaremos más tarde", para no retormarlo nunca más. Se huye de aquéllo que escapa a las taxonomías y con ello se actúa en perjuicio de poetas enormes, que lo son tanto, que no admiten corsés academicistas que los encierren.

Gracias, Claudia por la aclaración. Hay un artículo publicado en EL PAÍS, donde se afirma que la foto procede de Oviedo. Y siendo un periódico de tanta importancia, di crédito al dato. No obstante, supongo que el lugar donde se ubique el mercado es casi lo de menos. Pero gracias por tu corrección.

Alfredo J Ramos dijo...

Buena entrada, Píramo. Y en efecto: la imagen de "poesía entre bragas" es ya un clásico en Internet. En su momento me hice eco de ella en La Posada e incluso conté algo de su deriva. Y como aquí, sirvió para que algunos descubrieran la poesía de AGL: http://letraclara.blogspot.com.es/2010/01/tabletas-libros-bragas.html

Un placer volver por estos lares.

Píramo dijo...

Alfredo, un placer que tú vuelvas. Y muy sabroso tu artículo.