domingo, 24 de febrero de 2013

194. Caballos de labor



Antonio Castellote ha ganado el Premio de Novela Corta Maestrazgo 2012 con su obra Caballos de labor, un precioso homenaje al mundo rural turolense. He estado a punto de añadir como introducción a la presente reseña que Caballos de labor, como suele ocurrir casi siempre con las buenas historias, trasciende el necesario y voluntario localismo geográfico para convertirse en una suerte de evocación universal de lo rural. Esto habría sonado muy bien, entre otras cosas porque encierra algo de verdad, y porque habría legitimado la lectura del libro a cualquier persona que no tuviera que sentirse necesariamente vinculada a las tierras de Teruel, que es otra verdad a medias. Sin embargo, tras leer el libro, noto que no me encaja el concepto de “evocación”. Para mí, Caballos de labor no es una evocación, sino una constatación. Una constatación muy viva, tangible y sólida de una tierra muy concreta. Y ése es el gran acierto de la novela: el rechazo del bucolismo que idealiza el mundo del campo hasta desvirtuarlo, haciendo de él un mero artificio literario donde el agreste aliento de la tierra se ha perdido entre las chirimías líricas. Aquí el campo es de verdad, con su rudeza y su lirismo. Esto se aprecia muy bien en la recuperación del vocabulario rural que transita por toda la novela, que no es un simple catálogo exhibicionista metido con calzador para demostrar el ruralismo del libro, sino una integración natural y bien dosificada de las palabras que nutren, sin ánimo de exótica comparsa campestre, la vida de las gentes del Maestrazgo. Algo de ese rechazo al tópico hay en el episodio del libro donde un grupo folk pretende rodar un vídeo en el pueblo de los protagonistas.
Este proceso de desmitificación se aprecia en los versos de José Antonio Labordeta, cuyo eco,  como una lejana letanía, resuenan apagados durante todo el libro y lo vertebran. Pero es difícil ver en Martín, el protagonista de la novela, al hombre aragonés que cantase Labordeta. Y, sin embargo, ello no le resta a Martín ni un ápice de su autóctona autenticidad. No creo que Castellote pretenda desdecir los versos de Labordeta, que en el libro laten hímnicos desde el recuerdo del mítico concierto de Jorcas en 1975, pero sí superar prejuicios y lugares comunes. En este sentido, parece sintomático que el libro empiece con la noticia de la muerte de Labordeta, que a la vez, da juego al resto del proceso argumental: el misterioso tronco de sabina que Martín iba a tallar para fabricar la rueda de una zanfona, justo después del famoso concierto, y que, después de 35 años se ha quedado sin terminar. El instrumento inacabado se asocia a otro proyecto inconcluso de la misma época: el de los amores juveniles de Martín y Azucena, las razones de cuya ruptura las irá descubriendo el narrador, un geólogo en paro, hermano de Martín, que ha vuelto al pueblo después de mucho tiempo.
Por lo demás, Caballos de labor es una lectura para degustar, salpicada de un lirismo rural siempre oportuno y bien entendido, como aquel felicísimo pasaje donde el protagonista narrador, tumbado en el carro tirado al trote por Severino, el caballo de labor que aún convive con las nuevas técnicas agrícolas, observa las estrellas mientras su cuerpo se hunde en la alfalfa que transportan y las cañas de pipirigallo le envuelven “como un colchón de lana”. Y la certeza dignificante del campo como refugio ante la cada vez más acuciante incerteza del hombre moderno, desgajado de la madre Naturaleza, igual que aquel tronco de sabina podrido por el tiempo que Martín abandonó. La certeza, sí, porque si, entre tanto ruido, uno aguza el oído y se detiene a escuchar, quizás pueda distinguir en lontananza la recia tonalidad, doliente y poética, de la zanfona. Y su llamada es olifante para los derrotados.

Recomendaciones

-Recomiendo la estupenda reseña, como todas las que hace,  que Marcelino Cortés ha escrito sobre el mismo libro en su blog, "Me sé cosicas", gracias a la cual descubrí la novela de Castellote.
-Recomiendo también el blog literario "Bernardinas", del propio Antonio Castellote,  donde el lector hallará rigor y lucidez.

6 comentarios:

A. C. dijo...

Uno escribe estas historias, básicamente, para que las lean gente como vosotros. Muchas gracias por la reseña. Para mí equivale al mismo premio.

Eto dijo...

El autor se llama Antonio y no Agustín. Yo también recomiendo el libro.

M.Cortés dijo...

Muchas gracias de nuevo por la referencia, pero lo fundamental es compartir contigo la lectura y la reseña estupenda que has elaborado sobre la novela de Antonio Castellote.

Luis Antonio dijo...

Estupenda reseña. El relato se la merece.

Un cordial saludo

Tisbe dijo...

Buena reseña, Píramo. No dejes de recomendarnos obras, pues tu criterio es muy fiable.

Píramo dijo...

Gracias, Evaristo, por la enmienda que me hace sobre el nombre de Antonio Castellote. Aún no logro alcanzar la razón por la que he colocado "Agustín". Error subsanado. Gracias de nuevo.

Antonio (ahora sí), celebro que le haya gustado. Espero que en el Diari de Tarragona, donde también se publica la reseña, hayan sido más hábiles que yo y hayan corregido el nombre. Imperdonable. Le pido disculpas. Y gracias por sus palabras.

Marcelino, estoy contigo. Lo importante es compartir esas lecturas y hacerlo con gente con criterio como tú. Gracias.

Luis Antonio, gracias.

Tisbe, gracias. Te digo lo mismo. Ya esperamos tu próxima reseña.