domingo, 11 de mayo de 2014

250. Superhéroes



De un tiempo a esta parte las carteleras de los cines se han abonado al fenómeno de los superhéroes del cómic. Esta tendencia no es más que la constatación de un hecho que viene dejando la labor creativa de los guionistas en entredicho, o lo que es lo mismo: los guionistas de hoy son los escritores de los superventas editoriales. Obviamente, entre las funciones del guionista está la de las adaptaciones. Esto ha sido así toda la vida y claro está que el cine se ha nutrido siempre de la materia prima literaria. Pero cada vez es menos frecuente, al menos estadísticamente, hallar en la cartelera una película producida a partir de un guión original, exento del remolque libresco.
Pero volvamos a los superhéroes. En los últimos tiempos la editorial Marvel, se ha hecho con el monopolio del género. Marvel cuenta, además, con sus propios estudios cinematográficos, de manera que nada hay que reprocharle a la imaginación de sus guionistas, pues son miembros de la cofradía de Juan Palomo. La consecuencia es inmediata: las películas se ciñen perfectamente al cómic y los entendidos en la materia suelen ponderar la calidad de esa fidelidad.  Hasta ahí bien. Pero hay algo en el universo Marvel que me deja algo desencantado: la idea de juntar a todos los personajes de la saga en un mismo espacio narrativo. Marvel no es la única editorial que ha llevado a cabo este proyecto. DC Comics ya lo hizo en su día cuando creó la Liga de la Justicia donde se reunían los superhéroes más populares de dicha editorial, como Superman, Batman o la Mujer Maravilla, entre otros. Y de hecho, Los Vengadores, de Marvel, surgieron en los años 60 como respuesta a esa iniciativa de DC Comics. Esta nueva reunión se está gestando ahora en el proyecto cinematográfico en ciernes. Sin embargo, tanto héroe revuelto desemboca, a mi juicio, en una suerte de trivialización de lo heroico.

El héroe en literatura siempre se ha manifestado individualmente ya desde tiempos de Homero. Aquiles es el héroe de la Ilíada, como Ulises lo es de la Odisea. Hasta los combates que el ciego de Quíos describe frente a las murallas de Troya son duelos individuales de los héroes y la mitología parece evitar la confluencia de sus personajes cuando estos están revestidos de una singularidad extraordinaria. El Cid recupera su honra gracias a su esfuerzo personal y la historia de aquel infanzón castellano que acaba emparentando con la realeza aglutinó una especie de primera conciencia nacional alrededor de su figura. Cuando en el siglo XVI nace el pícaro, prototipo perfecto del antihéroe, Lázaro de Tormes medra en el escalafón social después de sufrir mil calamidades y de renunciar a su propio honor; en el siglo XIX las heroínas languidecen al albur de su enésima cuita amorosa o se rebelan contra las convenciones impuestas por una moral estrecha. Ya en el siglo XX, el héroe moderno es el hombre perdido, que se debate consigo mismo, que no encaja en el mundo y busca su propio centro de gravedad donde autoafirmarse. Pero siempre han sido héroes individuales, enfrentados, ellos solos, a su destino, ya estuviera éste regido por los dioses olímpicos, por la sociedad o por sus propias contradicciones interiores. Esta individualización engrandecía su figura porque les otorgaba el valor añadido de la diferencia. El héroe no es como los demás y esa es su seña de identidad. Claro que ha habido héroes colectivos, ahí tenemos a Fuenteovejuna. Pero hasta en esos casos el héroe se ha diluido entre la masa informe y anónima. Ver a Thor, Iron Man, Hulk o al Capitán América colaborando codo con codo, es arrebatarles de golpe su propia singularidad, su propia historia, que en la mayoría de casos es, por cierto, interesantísima. Porque la grandeza del héroe es también su soledad.

6 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Ojo, Píramo, que el Atleti está demostrando esta temporada que una banda unida puede más que Messi o que Ronaldo... Aunque, bueno, igual luego nos quedamos con la miel en los labios, y me como con patatas lo que aquí te he puesto.

Lula Fortune dijo...

Es posible que os interese. http://cajadepandoramagazine.blogspot.com.es/2014/04/superheroes-la-caja-de-pandora-magazine.html

Un saludo

Augusto dijo...

"Y llegó un día en el que los héroes más poderosos de la Tierra se unieron contra un enemigo común. ¡Aquél día nacieron LOS VENGADORES! Para combatir aquellas amenazas que ningún superhéroe podría derrotar en solitario".

Que un héroe sea invencible puede hacer gracia al principio, pero al poco tiempo la emoción se pierde y el interés decae. Interesa que surja la posibilidad de derrota, que sea vulnerable. Incluso el primer superhéroe mediático, el archiconocido Superman, tenía desde el principio un punto débil bien definido en forma de roca llamada kryptonita. Eso da una visión de vulnerabilidad que permite hacerlo un poco más humano dentro de su superheroidicidad. Pero llega un punto en que no basta, porque igualmente siempre acaba ganando, así que se hace necesario crear un enemigo que ni el héroe protagonista pueda vencerlo, y entonces es cuando sale el brote de humildad, el engullimiento del orgullo, y el reconocimiento de que necesita ayuda. Ahí es cuando surgen los Vengadores, la Liga de la Justicia, la Patrulla-X, los Defensores o la Liga de los Hombres Extraordinarios.

Porque hasta Holmes necesitaba a Watson, hasta Batman necesitaba a Robin, o porque ni Aquiles pudo con Troya él solo.

De la falta de ideas de los guionistas, y de que todas las películas que salen ahora sean segundas o terceras partes, o remakes, ya hablaremos en otra ocasión.

Purrupupús,
Gus.

Tisbe dijo...

Me parece muy interesante tu reflexión final.
Por otra parte, es preocupante la escasez de ideas de los guionistas. ¿Qué haría el cine sin la Literatura?

Píramo dijo...

JAVIER, ese sería un ejemplo de héroe colectivo. El Atleti es un equipo, no individualidades. Mucha suerte, excepto para la Champions.

LULA, gracias por el enlace.

AUGUSTO, qué bien tenerte por estos lares. En realidad he sacado el tema de los cómics para ver si te tentaba a participar. Vaya por delante que yo no soy un experto en la materia como tú, que eres toda una autoridad. Lo cierto es que mi artículo, más que una crítica, es una preferencia. Prefiero a los héroes solitarios, me resultan mucho más interesantes. Pero, ya te digo, es una cuestión de gustos. Sumados así, me parece que pierden singularidad. Y claro que Aquiles no ganó él solo Troya, pero la Ilíada termina con la muerte de Héctor a manos de Aquiles y con sus exequias, tregua que precede al final de la batalla, que la Ilíada ya ni se molesta en narrar. ¿Casualidad? Me gustará conocer tu opinión acerca de los guionistas. Un saludo.

TISBE, yo creo que es legítimo que la literatura asista al cine. E incluso que éste adapte las obras literarias al lenguaje cinematográfico, que tanto denostan algunos lectores. Pero quizás el cine pierde así la oportunidad de conjugar su propio lenguaje con un guión original pensado exclusivamente para ese lenguaje. Está bien adaptar pero también apetece dejar de ver novelas que, a la postre, se hicieron para ser leídas.

Augusto dijo...

Hablemos de guionistas. Antes, cuando los efectos especiales estaban en pañales, una película era como una obra de teatro pero con la ventaja de que en caso de error se realizaba otra toma y no pasaba nada. Ahí lo fundamental era el guión y la actuación de los actores, porque no había nada más. Si los actores lo hacían mal o si el guión era malo, la película era un fracaso. Valgan como ejemplos Casablanca, Adivina quién viene a cenar esta noche, Dos hombres y un destino, El hombre tranquilo… Poco a poco se iban incorporando los efectos, pero eran un añadido que le daba más empaque a la película, servían para reforzar un mensaje. ¿Quién no recuerda a Moisés abriendo las aguas en Los diez mandamientos? Un gran efecto para la época, pero lo mejor seguían siendo las grandes actuaciones de Charlton Heston o Yul Brynner, con diálogos memorables. Eran efectos al servicio de la trama, no al revés. También había malas películas, que no todo era de oro, pero se podía soportar porque, ojo que esto es importante, las entradas eran baratas. ¿Y dónde se veían las películas? Pues en el cine, claro. ¿Internet? ¿Qué es eso? ¿Se come?

Llegamos a nuestra época, donde todavía hay grandes guiones: Pulp Fiction, El club de la lucha, Memento, Cadena perpetua… pero son gotas en el vasto océano de la mediocridad. Estamos en la época del capitalismo salvaje, hay que ganar dinero, mucho dinero, muchísimo. Y lo más fácil es subir el precio de las entradas, ya que hay una ecuación infalible que dice: entradas más caras = más dinero ganado. ¿Infalible? Pues no, porque la gente se deja tomar el pelo hasta cierto punto, y llega un momento en el que decide que para ver un bodrio en el cine y dejarse una pequeña fortuna, se lo descarga y lo ve en su casa. Entonces la fórmula de antes falla, aunque ya tenemos un culpable: internet, porque si la gente no se pudiese descargar las películas iría más al cine. ¿Bajar el precio de las entradas? No, por favor, eso no te toca, que os recuerdo que tenemos una fórmula de obligado cumplimiento. Así que aparecen esos sagaces zorros del mundo del cine, que dicen llamarse productores, que les da por pensar y llegan a una conclusión: debemos ofrecer algo que la gente no pueda disfrutar en casa. Y ese algo son los efectos especiales. Muchos, a lo grande, que retumbe la sala, emborrachar los sentidos hasta dejarlos aturdidos. Podríamos hablar de bodrios como Pompeya, John Carter o After Earth. Pero mejor pasemos a palabras mayores como las películas con mayor recaudación en la historia del cine. En el primer puesto tenemos a Avatar, con un gasto en efectos descomunal y un guión paupérrimo, digno de parvulario que podría haber escrito un guionista en una tarde mientras ve Pocahontas con su hija. Recaudó casi 2.800 millones de dólares, y eso son muchos millones. En el segundo puesto tenemos a Titanic, con otro gasto en efectos enorme y un guión de risa digno de Elena Francis en alguna de sus tarde radiofónicas. Consiguió 2.000 millones. En tercer lugar, los Vengadores. Otro gasto mastodóntico en efectos y el guión directamente copiado de los cómics. Consiguió 1.500 millones. Pues nada, a copiar/adaptar lo que sea, no hay vergüenza, si hay que volver a hacer Robocop, pues se hace. Si hay que alargar El hobbit hasta el aburrimiento, pues se alarga. Efectos y más efectos, que una película sin ellos no recaudará nada porque será descargada y no generará beneficios.

Últimamente parece correr una ¿moda? en la cual se ofrece en un día laborable esporádico entradas mucho más baratas. Y la reacción del público es abrumadora: largas colas y cines colapsados. Esto demuestra que la gente quiere ir al cine, le gusta, lo pasa bien, es agradable ir con la familia/amigos y ver la película juntos para luego charlar sobre lo visto. Pero estamos en crisis, aunque los que ganan miles de millones no parecen verlo claro, y lo normal es que a la gente le duela dejarse 10 € en una entrada + palomitas resecas + bebida. Ya veremos si esta “moda” servirá para algo. ¿Captará la atención de los mandamases del cine y les hará recapacitar? Continuará…