lunes, 8 de septiembre de 2014

264. Septiembre, tan callando.




Entre los profesores de Literatura suele usarse un chascarrillo literario que consiste en remedar los inmortales primeros versos de las Coplas de Jorge Manrique de esta guisa: 

“Recuerde el alma dormida
 avive el seso y despierte
 contemplando 
cómo se pasa el verano  
cómo se viene septiembre 
 tan callando”.

 Si nos pusiéramos estupendos podríamos decir que se trata de un contrafactum a lo docente. El hecho de sustituir en la sextilla de marras las palabras “vida” y “muerte” por “verano” y “septiembre”, respectivamente, no deja de ser una declaración de principios. Desde luego, para los lectores pertinaces cuyas vacaciones coinciden con el verano, la estación estival es la panacea de la “vida” intelectual. Decía Gregorio Salvador, insigne filólogo, que “la propia vida, en su dimensión más profunda, más verdadera, la solemos hacer en el ocio”. En cambio, cuando vuelve la rutina y su molesta servidumbre, obligados como estamos a desempeñar el rol que nuestra vida pública nos ha impuesto, administramos la cicuta de lo cotidiano a nuestras más íntimas vocaciones, aunque dosifiquemos clandestinamente el antídoto cuando nos dejan.
En la travesura poética de antes, sin embargo, hay más de dolorosa resignación ante la poco motivadora vuelta a las clases que otra cosa. El profesor, que hace ya tiempo renunció a ser un transmisor de conocimiento para convertirse en un burócrata; que sufre un desprestigio social auspiciado por las medidas populistas que le reducen sus vacaciones y le rebajan su sueldo; que ha perdido el mínimo de autoridad necesaria para desempeñar su tarea en condiciones y no halla amparo legal para recuperarla; que se encuentra ante unos estudiantes desmotivados porque no somos lo suficientemente juglares como para hacer la ortografía y a Cervantes más divertidos; que lidia con unos padres que siempre están de parte de sus hijos y que han delegado en el profesor las funciones que sólo a ellos corresponde; el profesor, digo, ve “cómo se viene septiembre” y se echa a temblar sin la serena aceptación con que Rodrigo Manrique, “en la su villa de Ocaña”, entregaba su alma a la muerte.
Qué lejos el espíritu de aquella magnífica oda que el aburridísimo Fray Luis de León dedicaba al licenciado Juan de Grial conminándole a subir al Parnaso ahora que “el tiempo nos convida / a los estudios nobles” en otros septiembres de más altos vuelos. Como Fray Luis en esa misma oda, los profesores “del vuelo las alas [han] quebrado” y habremos de conformarnos con subir algún fin de semana al Montsant, o en mi caso a la Sierra de Aitana, que no es poca cosa, que aunque ninguna tiene fuente Castalia, su aire puro, al menos, vivificará el maltrecho espíritu del docente. O podemos bebernos un buen vino con Jesús Martínez Santos, ahora que “llegó septiembre [apurando] en las viñas la sangre de la tierra” y tratar de olvidar.

Pero yo prefiero la terquedad del convencido. Hay un romance de septiembre que yo conozco en su versión venezolana, concretamente de la ciudad de Trujillo, que dice así: 

“El veinticuatro de septiembre
 cayó un marinero al agua 
 y el diablo, como sutil,
 le replicó en la otra banda: 
 ¿Qué me pagas, marinero,
 si te saco yo del agua?  
Te daré mis tres navíos, 
mi oro y toda mi plata, 
 mis hijos para servirte
 y mi mujer por mulata".

 Entonces, el diablo le responde: 

“No quiero tus tres navíos, 
 ni tu oro ni tu plata, 
 ni tus hijos pa servirme,
 ni tu mujer por mulata, 
 sólo que cuando te mueras
 a mí me entregues el alma”
El marinero replica: 

“Una sola alma que tengo
 a Dios se la tengo dada, 
 el corazón pa María ,
 mi cuerpo a la mar salada”. 

Ya se ve que el marinero atendía a su fe antes que a su vida. Y yo, para quien la Literatura es religión y su enseñanza mi honroso apostolado, voy a hacer como el marinero. No pienso entregar el alma al diablo de la desazón y el desaliento. Este septiembre tampoco.

6 comentarios:

Antoni Coll dijo...

Querido Fernando
¡Vaya precioso artículo! La mar salada de Alicante prueba a tu literatura; bueno es la misma mar de Tarragona…
Un abrazo y saludos a Beatriz.
Antoni

Javier Angosto dijo...

Habrá que hacer acopio de moral y quedarnos con la parte última de tu artículo (aunque, ciertamente, Píramo, mucho me temo que acabe pesando más todo lo anterior).

Antonio Martínez dijo...

Fernando perfecto y todo verdad hasta el día 15, llega callando, pero después del 15 y con 33 en clase...

Pilar Blanco dijo...

Tampoco un verano en el Mediterráneo ofrece ese anhelado silencio. Habrá que buscarse otro gerundio.
Excelente texto, Fernando.

Veroprofe dijo...

Acabo de quitarme el sombrero. Buen septiembre, marinero.

Píramo dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Y ánimo en este sofocante inicio de curso (al menos en Alicante).