miércoles, 3 de diciembre de 2014

271. Las dos bandoleras



La ingente obra dramática de Lope de Vega es universalmente conocida. De hecho, se suele atribuir al Fénix de los Ingenios la friolera de mil quinientas piezas entre las que se encuentran algunas de las más importantes escritas en lengua española. Éstas son las más representadas en las tablas, mas últimamente se observa una tendencia a rescatar obras que habían caído en el olvido. Es el caso de Las dos bandoleras, una comedia histórica que apareció impresa en una de las partes llamadas “extravagantes” o “de fuera de Madrid” titulada Doce comedias nuevas de Lope de Vega Carpio y otros autores. Segunda parte. En Barcelona, por Jerónimo Margarit. 1630. Pertenece, por tanto, a la primera etapa del autor y parece ser que fue escrita entre 1604 y 1605, momento en que Lope de Vega residió en Toledo.
La Compañía Nacional de Teatro Clásico y Factoria Escènica Internacional han resucitado esta pieza con un montaje que actualmente está de gira por nuestro país.
La acción gira en torno a la recuperación de la honra de dos hermanas, doña Teresa y doña Inés, que fueron burladas por dos soldados que les hicieron promesa de matrimonio para disfrutar de la entrega de las damas, mas se marcharon a la conquista de Córdoba sin interés alguno por cumplir su palabra. Las jóvenes, dolidas y mancilladas, deciden convertirse en serranas y matar, como venganza, a todos los varones que se crucen en su camino. Esta temática aparece también en La Serrana de la Vera, personaje al que las dos hermanas toman como modelo. Un acierto de este nuevo montaje es la aparición de Leonarda y su desesperado amante, don Carlos, protagonistas ambos de esta última obra, junto a los personajes de Las dos bandoleras. Constituye un bonito juego metateatral que aumenta la calidad lírica de la pieza, gracias a los monólogos y parlamentos de Leonarda.
            Por otra parte, Las dos bandoleras supone un homenaje a la Hermandad Vieja de Toledo, institución de raigambre medieval que surgió con la finalidad de acabar con los bandoleros que invadían el camino de Castilla a Andalucía. El padre de las jóvenes, Triviño, pertenece a dicha hermandad y, cuando conoce su deshonra doméstica, no duda en cumplir con su misión. El deber está por encima del amor familiar. Todo se resuelve con la llegada del Rey, quien perdona los asesinatos que han cometido las damas y ordena que los enlaces se celebren. La honra es recuperada de este modo, si bien doña Inés y doña Teresa no parecen demasiado felices con dicha solución. Es éste un giro de la nueva puesta en escena que acerca un poco más esta problemática a los ojos de las mujeres de nuestro tiempo. La restauración del honor mediante el casamiento de las damas ultrajadas con los hombres que las deshonraron no resulta satisfactoria porque ¿con qué estómago recibirán las mujeres a esos hombres que las han despreciado? Es de esos finales que repugnan a la mentalidad actual pero que, en tiempos de Lope, constituía la opción más plausible para la recuperación del orden perturbado. Quizás Lope, tan cercano al espíritu femenino, tampoco viera con buenos ojos tales apaños y es muy posible que, detrás de esa solución tópica se esconda, en realidad, una crítica velada.
            Respecto a la puesta en escena, ésta es, en líneas generales, aceptable sin más. No se trata de una pieza que permanecerá en el recuerdo de los espectadores puesto que la interpretación de los actores resulta poco satisfactoria. La fuerza de la obra recae en las hermanas  a quienes dan vida dos actrices muy conocidas en el mundo televisivo pero que en el escenario carecen de garra y de la cadencia y delicadeza necesarias para mimar el verso. ¡Qué lejos están sus parlamentos de otros interpretados por actores de la CNTC! Especialmente negativa es la interpretación de Macarena Gómez, que recita con voz insoportablemente estridente, y cuyo arrastre de las eses, al más puro estilo megapijo es más propio de alguna ridícula dama burguesa de cualquier obra de Jardiel Poncela que de una obra de nuestro teatro áureo.
            El vestuario tampoco sigue un criterio fijo. Así, coexisten las chaquetas de cuero, las minifaldas, los trajes de camuflaje de los soldados y el uniforme falangista de don Triviño con vestidos de época. Personalmente, esta mezcolanza denota falta de criterio. ¿Estamos ante una obra que respeta el espíritu clásico de la misma  o ante una adaptación más moderna?

            En definitiva, es siempre loable el esfuerzo que supone escenificar obras clásicas y se agradece  que los directores no se conformen con los títulos más tradicionales, ahora bien, es una lástima que todo ello no vaya acompañado de una interpretación decente. Se trata, en definitiva, de una obra escrita por Lope de Vega pero que no puede ser calificada como “de Lope”. 




3 comentarios:

Píramo dijo...

Atinadísima reseña, Tisbe. Y, ciertamente, deplorable la actuación de las dos actrices: una sosa y la otra esperpéntica. ¡Qué manera de destrozar los versos de Lope! Qué contraste, por ejemplo, entre ambas actrices y la interpretación de Leonarda en ese juego tan acertado de insertar LA SERRANA DE LA VERA entre los pasajes de LAS DOS BANDOLERAS. Seguramente, lo más acertado de la obra. LA SERRANA DE LA VERA como epifanía mítica de la tradición en un ejercicio de folklore y metateatro muy bien conseguido. El resto, para olvidar.

Javier Angosto dijo...

Ya me había parecido, ya, que era una camisa falangista lo que se veía en el cartel...
Y qué fuerte lo del código del honor. Siempre he pensado lo mismo: con qué ánimo se podían casar las mujeres de entonces justamente con quien las había ultrajado. Por no hablar -pienso, por ejemplo, en "El burlador de Sevilla", de Tirso- de que los ricos que engañaban con la promesa del matrimonio a las jóvenes, sólo estaban obligadas a cumplir la promesa si la chica era de alto linaje (si no, quedaban liberados).

Tisbe dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Píramo, ya pronto disfrutaremos de una nueva representación. Esperemos que la interpretación merezca la pena.

Javier, es muy difícil comprender el código del honor desde la mentalidad del siglo XXI. Por suerte para las mujeres, hemos avanzado bastante en estos temas.