domingo, 15 de febrero de 2015

279. Jugadores


 
Pau Miró ya estrenó Els jugadors en el Teatre Lliure de Barcelona en 2011. Entonces formaban el elenco de actores Boris Ruiz, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch y Andreu Benito. Dos años más tarde se presentó en Nápoles, bajo la dirección de Enrico Ianniello, con la compañía Teatri Uniti, y entonces I giocatori se llevó el Premio Ubu (el más importante del teatro italiano) a la mejor obra extranjera. Ahora, Los jugadores siguen su eterna partida de naipes por toda España con un grupo actoral que no le va a la zaga: Jesús Castejón, Luis Bermejo, Ginés García Millán y Miguel Rellán.

La obra cuenta la vida de cuatro amigos que periódicamente se reúnen en casa de uno de ellos para jugar una partida de cartas. La costumbre se ha convertido ya en una rutina gris, realizada con esa inercia de los días que se suceden idénticos en el calendario. Los cuatro amigos son personajes sin horizontes, derrotados por la vida, invisibles para los demás, que han agotado ya el rédito de su existencia y que hallan en ese encuentro un solaz insustancial pero que constituye lo único seguro a lo que poder aferrarse. Es significativo que ninguno de ellos tenga nombre en la obra; se les llama por sus profesiones: el Actor, el Enterrador, el Profesor y el Barbero.

Al Actor hace ya tiempo que nadie le ofrece un papel importante. Se presenta todavía a algunas pruebas de selección pero indefectiblemente fracasa y siempre se le promete una nueva oportunidad que nunca llega. Su vida es tan anodina que practica la cleptomanía, no por una verdadera propensión morbosa al hurto sino por la necesidad de ponerse en riesgo y sazonar así, con la sal del peligro, su vida insípida. Incluso ya no disimula en sus robos para asegurarse de que lo cojan. Del mismo modo, el personaje confiesa que los momentos más intensos de su carrera como actor eran aquellos en los que se quedaba en blanco. De hecho, deseaba quedarse en blanco. Es el gozoso pellizco de la incertidumbre, de la transgresión que le haga sentir vivo.

El Enterrador está enamorado de Irina, una prostituta ucraniana en quien halla no sólo una satisfacción sexual sino una compañía lo más cercana a un hogar. Tras la cópula, Irina les cuenta un cuento a todos sus clientes para alargar el tiempo entre denigración y denigración. Es una Sherezade de sórdidas alcobas. Al enterrador le produce celos que Irina no se guarde sus cuentos sólo para él. Desearía huir con ella pero él no es ningún héroe ni su proxeneta el gran sultán de Las mil y una noches.

El Profesor le ha reventado la cabeza a un alumno que osó burlarse de él por enquistársele en la pizarra una operación matemática. Está suspendido de empleo y sueldo y tiene que pagarle a su abogada. En sueños, su padre muerto le orienta para encauzar su vida. Un vivo que cifra su existencia en un muerto.

El Barbero ha vendido una parte de su negocio y ahora es un empleado más al servicio de un niñato impertinente. Su mujer le engaña con otro pero el barbero acepta la situación con tal de que su mujer no lo abandone. Es el contrapunto del Actor, un conformista a quien le da pánico el cambio, aunque eso signifique mantener la falacia de su vida. Hasta que a todos se les ocurre una locura que dará un vuelco a su existencia.

A la obra, aunque sustentada por un planteamiento muy sugestivo, le falta, no obstante, grandeza en la derrota. Ni el humor negro es efectista, despojado como está de la sonrisa amarga, ni hay verdad en el desahucio interior de los personajes. Al final, todo se precipita sin transición hacia un final feliz resuelto en cinco minutos que es incapaz de encajar como anticlímax tras la hora y pico de grisura existencial. Queda la sensación de habérsele sacado poco partido a un guión prometedor y sólo la buena actuación de los actores equilibra esa desazón. Un buen póquer de ases sin escalera real.

2 comentarios:

Tisbe dijo...

A mí me dejó un poco tibia esta representación. Si bien el trabajo interpretativo de los actores es bueno, considero que es final es demasiado precipitado y feliz. Casi inverosímil.
Buena reseña, como es habitual en ti.

Píramo dijo...

Sí, Tisbe. "Tibio" es el adjetivo.