domingo, 30 de agosto de 2015

301. D.Q.

           

En este  año en que conmemoramos la publicación de la segunda parte de El Quijote , llama la atención aquella frase de Unamuno que abogaba por la muerte del famoso hidalgo en un artículo de 1898 publicado en la revista Vida nueva  y titulado significativamente “¡Muera don Quijote!” En él defendía el autor vasco la cordura de Alonso Quijano como trasunto de la regeneración española. Un año después, Rubén Darío respondía a Unamuno en La Nación de Buenos Aires indicando que: “Don Quijote no puede ni debe morir; en sus avatares cambia de aspecto, pero es el que trae la sal de la gloria, el oro del ideal, el alma del mundo. Un tiempo se llamó el Cid, y aun muerto ganó batallas. Otro, Cristóbal Colón y su Dulcinea fue la América”.”. Darío  recopiló luego en Don Quijote no puede ni debe morir todos los textos que escribió en torno al hidalgo manchego.
Uno de esos escritos es el relato titulado “D.Q.” cuyo argumento está directamente relacionado con la realidad histórica del momento en que fue compuesto. Nos referimos a la derrota española en Cuba en el año 98, el llamado “desastre colonial” que supuso la pérdida de Filipinas, Puerto Rico y la independencia de Cuba.
Pues bien, Rubén Darío narra en primera persona los últimos días de lucha de las tropas españolas. El espacio elegido es un lugar “cerca de Santiago de Cuba” en el que los soldados esperan la llegada de nuevas fuerzas provenientes de España. Entre los refuerzos, destaca un soldado de características especiales: no es joven, no conversa con los demás, ofrece su comida a los más hambrientos, tiene una triste mirada y una sonrisa melancólica, ayuda a los enfermos, porta la bandera española, es defensor de “sueños irrealizables”, va vestido con una vieja coraza, es manchego, creyente y “algo poeta”. Se trata, por tanto, de un personaje singular que desata las risas de algunos de sus compañeros cuyo nombre obedece a las iniciales D.Q.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos por qué Darío eligió a don Quijote como protagonista de este cuento, presentándolo como luchador infatigable y perseguidor de un sueño: vencer a las tropas norteamericanas y conseguir que España siga gozando de su hegemonía. El motivo es evidente. La historia de don Quijote no es sino la historia de una derrota tras perseguir imposibles, hecho que es trasunto de la realidad que estaban viviendo las tropas españolas en ese momento.
Por tanto, don Quijote se presenta como símbolo del modo de actuar que debían seguir los españoles: luchar por los ideales, por el bien del país, pese a la derrota. Ante la desoladora situación que estaban viviendo las tropas, D.Q. no quiere doblegarse ante ese “gran gigante rubio” que se había hecho con el poder. Por ello, nunca entregará su bandera ni se postrará ante el enemigo. Preferirá arrojarse al vacío portando el pendón español. Un último acto de rebeldía que supone la postrera manifestación de su espíritu de lucha y de entrega en pos de sus ideales. Un suicidio con el que se dignifica al pueblo español en el atroz momento de su derrota.
Por otra parte, el suicidio del protagonista remite directamente a la situación que vivía España en el 98. Como es sabido, el país estaba afectado por los llamados “males de la patria” que tanto denunciaron los noventayochistas. El final de siglo venía marcado por una crisis en la que una España enferma acabaría perdiendo no sólo los territorios americanos sino también su espíritu nacional. El año 1898 suponía la destrucción de los vínculos entre España y América Latina, pero también un acercamiento entre ellas puesto que en ambos lugares los intelectuales intentaban redefinir sus identidades nacionales.
En este contexto, la Generación del 98, con las reservas unamunianas de marras, defiende una filosofía que se podría denominar “quijotesca” mientras que en América Latina los discursos sobre su identidad también recogen rasgos de dicho quijotismo. Se trataba, por tanto, de recuperar a ambos lados del Atlántico la imagen de don Quijote como símbolo de los valores que tenían que renacer: el Idealismo, la Justicia, la Generosidad, la Nobleza… El espíritu de esfuerzo y de superación de don Quijote se proponía como modelo para transformar la realidad, para acabar con la “abulia”. El hidalgo manchego aparecía como símbolo de la raza que debía resurgir.

En definitiva, Rubén Darío presenta a don Quijote como personaje capaz de unir de nuevo a España y  a Latinoamérica puesto que encarna los valores hispánicos que se habían de recuperar en ambos lugares, bien para superar la decadente situación española o bien como materia a partir de la cual reflexionar sobre el destino de América Latina una vez independizada de la “madre patria”. Mas, en cualquier caso, unidas por la exaltación de un mismo referente literario y hermanadas en su afán por modelar al hombre a imagen y semejanza del mejor portador de los más profundos valores humanos. Larga vida a don Quijote. 

3 comentarios:

PEDRO GOMILA dijo...

El Quijote no puede morir nunca. Tiene tantas vidas como capacidad de adaptación a las diversas épocas históricas por las que va pasando, cambiando su rostro tal vez, pero nunca su bandera de ideales condenados al fracaso. Ridículo, sublime, loco Alonso Quijano el bueno. Inmortal, siempre y cuando la desidia hacia la cultura en general, hacia la literatura y los clásicos en particular, no alcancen aquello en lo que fracasaron Fierabrases y Merlínes, y follones de toda laya. ¡Larga vida a nuestro Caballero, que ya es de todos, y a su noble escudero, Señor de Barataria!

Píramo dijo...

Vaya artículo bonito te has marcado, Bea. Tu reflexión final da para una frase, de esas manidas: "lo que separa el hombre que lo una la literatura". Pero también tiene tu artículo un germen para el debate: ¿en una sociedad en crisis como la de Rubén Darío, es más útil don Quijote o Alonso Quijano? ¿La locura sana los males? ¿O es la cordura? ¿O hay locuras que cambian el mundo?

Tisbe dijo...

Pedro, don Quijote seguirá vivo siempre. No hay referente literario con más vigencia y con más posibilidades de actualizarse en todas las épocas.
Píramo, son muy interesantes las cuestiones que planteas. Dan para otro artículo. Ahí lo dejo...
Gracias a los dos por vuestros comentarios.