lunes, 18 de marzo de 2024

642. Viajes literarios: Pratdip

 


Conviene llegar a Pratdip en un día gris y ventoso. El ulular del viento entre los callejones medievales alentará en la imaginación la presencia agazapada y amenazadora del dip, el animal fantástico que se ha quedado a vivir en el topónimo y en el escudo del pueblo, como si estos perros vampiros reclamasen el señorío de la villa, y sus habitantes, temerosos de su ira, hubieran aceptado un vasallaje secular. Y quizás el visitante se tope realmente con alguno de ellos, dispuestos como están por el ayuntamiento en once zonas del tortuoso callejero para regocijo de los amantes de las yincanas. Nada más llegar, se recorta en lo alto el castillo en ruinas y nos da la bienvenida, como otro Can Cerbero, la escultura vanguardista del montrogense Santi Fuchs. La empleada de la oficina de turismo nos facilita, con eficacia burocrática, los lugares de interés del municipio. Pero la expresión de su rostro cambia cuando le confesamos que nos ha llevado hasta el pueblo la lectura de Les històries naturals, de Joan Perucho. Entonces su entusiasmo de lugareña orgullosa escala por sus palabras de regocijo y hasta se aventura a localizar la casa que debió de inspirar al escritor barcelonés el palacio de la baronesa de Urpí, la aristócrata que reclamará los servicios del naturalista Antoni de Montpalau para liberar al pueblo del vampiro que asola la vida de sus habitantes. Anoto en mi memoria la emoción de la empleada al conocer que los dos forasteros que arriban allende el Ebro han leído en catalán la novela, y lo poco que cuesta ser uno más cuando se estrechan los lazos de la cultura y la comprensión y admiración del otro.

El callejeo sin itinerario concreto es la mejor fórmula en Pratdip. Sin esperarlo, hallaremos sugestivos vestigios de su pasado, como las arcadas de Cal Sisa y las torres de defensa –restos de la antigua muralla medieval–, la iglesia de la Natividad o los antiguos lavaderos. Hay que subir, claro, al castillo, donde Joan Perucho imaginó la tumba de Onofre de Dip, el atribulado vampiro condenado a cobrarse la sangre de sus víctimas para poder sobrevivir. Perucho, que ambienta su novela en plena guerra carlista, parte de hechos reales para su posterior fabulación. Onofre de Dip adquiere todas las características del vampiro atesorada por el imaginario colectivo pero, está basado en los perros vampiros de Pratdip que, exagerados por la leyenda, aluden a las jaurías de lobos que acababan con los rebaños alimentándose de la sangre nutricia de las reses con un dentellada en el cuello. La enfermedad del propio general carlista Ramón Cabrera fue real, pero Perucho la atribuye al mordisco de Onofre. Montpalau liberará a Pratdip del vampiro y el pueblo celebrará la gesta con una romería al santuario de Santa Marina, donde el visitante podrá reparar la sed de la caminata con el agua salutífera de los famosos caños de su fuente.

Les històries naturals no empiezan ni acaban en Pratdip, aunque sea el pueblo del Baix Camp el que catalice la narración. En el viaje de Montpalau hasta Pratdip destacan las descripciones impresionistas de la topografía tarraconense como la propia Tarragona, L’Arboç, Arnes, Falset, Reus u Horta de Sant Joan, entre otras. La aparición de personajes históricos es también muy evocadora y para el filólogo que esto escribe fue muy emocionante toparse con Milà i Fontanals. La novela es, además, un precioso tributo a la lengua catalana, de la que Perucho sabe extraer sus mil y un matices y un acervo léxico que sorprende incluso a los que estamos familiarizados con el idioma.

La novela de Perucho alcanzó en su día gran éxito, especialmente en los años 80, entre el lector adolescente. No había instituto que no prescribiera su lectura. Hoy me cuentan los profesores de Lengua Catalana que sería imposible su inclusión en los planes de estudio porque el alumnado ya no es capaz de entender una palabra de la novela. Las leyes educativas. Esas sí que son un sangría y no las de Onofre de Dip.

1 comentario:

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