lunes, 22 de enero de 2018

389. Héroes editoriales



En estos momentos reposan, olvidadas en la oscuridad de algún cajón, cientos de obras literarias inéditas pertenecientes a otros tantos escritores, tan inéditos como sus libros. El anónimo autor habrá enviado su obra, encuadernada en barato canutillo de plástico, a algún premio literario o al juicio profesional de una editorial. Desestimada su calidad, estará pasando aquélla por la implacable trituradora, desangrando sus ilusiones en las virutas de papel cuyos tristes despojos aún revelan, mutiladas, las palabras que formaron parte de una historia o de unos versos, que no son sólo las historias y los versos del libro en cuestión, sino también las historias y los versos de la epopeya del escritor novel ante la titánica aventura de la creación.
Muchos de esos libros destruidos quizás lo merecían. El escritor novel tiene que saber ponderar la calidad de su obra antes de decidir que el mundo está en su contra, que es un incomprendido y que está sufriendo una injusticia; nadie le puso una pistola en la nunca para que escribiera y el mundo no necesitaba su libro. Pero, entre ellos, también figurará alguna obra meritoria que, sin embargo, correrá el mismo fatal destino. La calidad del libro, entonces, se verá sometida al criterio arbitrario de la endogamia editorial o al del mercantilismo literario que sacrifica un buen libro a la pira sacrificial de la literatura de masas y a los ingresos correspondientes.
Es entonces cuando aparecen, salvadoras, las editoriales independientes, aquellas que sobreviven a la sombra de los grandes sellos y apuestan, con criterios estrictamente literarios, por aquellas obras desdeñadas. ¿Hay mayor contradicción? Una editorial que factura millones de euros y a quien una apuesta fallida apenas supondría un ridículo porcentaje de pérdidas, no se arriesga a publicar al escritor novel que ha demostrado su valía literaria. En cambio, una editorial independiente, que debe medir escrupulosamente su balance de riesgos para no quebrar y desaparecer, se lanza románticamente al vacío con la única baza de creer en el valor literario del libro que se dispone a editar. “No necesitamos más libros. Necesitamos Literatura”, reza el lema de la jovencísima editorial Tolstoievski. O “el funambulista sólo logra su objetivo confiando en el vértigo y no resistiéndose a él”, dice la editorial Funambulista haciendo suyas las palabras de Roger Callois. ¿No es ésta una disposición heroica en los tiempos que corren? ¿No hay en esa vocación algo de quijotesco, como aquella región de Candaya que da nombre a la editorial del mismo nombre que con tan amoroso afán dirigen Olga Martínez y Paco Robles? ¿Hasta dónde se ha desentendido el tradicional mecenazgo de las personas o instituciones con posibles? En tiempos de Cervantes, los patrocinios los realizaban gente como el duque de Sessa, el marqués de Malpica, el duque de Alba, el conde de Lemos y otros nobles influyentes. Hoy, las grandes marcas editoriales, a quienes les correspondería, por analogía, realizar esa misma labor de padrinazgo, son las que menos la emprenden y en las pocas ocasiones en que se la juegan por un escritor desconocido, generalmente ocultan alguna suerte de nepotismo.

La buena literatura no es patrimonio exclusivo de las editoriales independientes. Hay escritores tan consolidados por su indiscutible magisterio literario que, con justicia y siguiendo el orden natural de las cosas, publican con las grandes editoriales. Desgraciadamente, junto a estos maravillosos escritores, el catálogo se nutre de otros autores mediocres pero rentables. En cambio, una editorial pequeña, precisamente porque no puede permitirse el lujo de fallar con su apuesta, nos garantiza que el cuidado en la selección de su catálogo es absoluto. Porque les va la vida en ello. Y es así como aquel original encuadernado en barato canutillo de plástico que se presentó a tal o a cual concurso o que llamó inútilmente a las puertas del gigante editorial, consigue sobrevivir a la temida trituradora y hacerse libro y sueño de escritores y lectores al amparo de estos nuevos héroes de la cultura.

No hay comentarios: