Se celebra el año de
Maria Beneyto y proliferan las iniciativas editoriales que tratan de recuperar
algunas de sus obras inéditas o de reeditar títulos olvidados. En esa línea,
pronto estará en las librerías una antología comentada de la poesía de la
escritora valenciana de la mano de la editorial Lastura y coordinada por Manuel
Valero y Elia Saneletuerio en la que he tenido el gusto de participar; también
la editorial Llibres de la Drassana ha rescatado El río viene crecido (1960), novela casi inencontrable que el sello
ha decidido traducir al catalán. De Ofelia
25, novela inédita programada por el Ayuntamiento de Valencia, nada se sabe
de momento. Y la Acadèmia Valenciana de la Llengua acaba de publicar otro texto,
también inédito, titulado Al límit de
l’absurd, del que hoy nos ocupamos aquí.
La novela, que en
principio iba a titularse Retrat de
família, narra la historia del clan Coloma, dedicando los diferentes
capítulos a darle voz a cada uno de los integrantes del mismo, lo que redunda
en un perspectivismo muy interesante. Con todo, el protagonista principal es
Joan, que ha decidido recluirse en soledad en una casa de montaña propiedad de
su hermana, huyendo del crimen que –erróneamente– ha creído perpetrar. Los
monólogos de los personajes, que en principio parecen responder a una
estructura epistolar, son más bien pensamientos lanzados al vacío que
corroboran uno de los aspectos de la narrativa de Beneyto, en la línea de
Carmen Martín Gaite: la búsqueda de un interlocutor que no siempre se
concretiza. La incomunicación resultante es, en parte, la causa de la tragedia.
Durante esos parlamentos, los Coloma van desgranando, entre reproches, las
miserias familiares a la manera de los personajes de Harold Pinter o de Tennessee
Williams o también de algunas novelas de Faulkner, como bien aprecia Carme
Manuel en la esclarecedora introducción que precede a nuestra edición.
Al límit de l’absurd es quizás la novela más onírica de Beneyto, culminación de su vocación
por la renovación estilística y estructural con cuyos resortes experimentó en
varias de sus obras narrativas, sobre todo desde La dona forta o Antigua
patria. Así, durante su encierro, Joan convivirá con una figura etérea que
llamará «Ella», en la que se quintaesencia una feminidad de agreste erotismo e
ideal romántico que representa la perfección de la Naturaleza trascendida más
allá de los actos de los hombres y de la sociedad. La interpretación de esta
entelequia puede dar para muchos tratados de psicología, pero en ella parece
atisbarse la idea del doble, tan presente en otros libros de la autora, en
donde Joan desea reflejarse para aliviar su condición finita e imperfecta.
De todos modos,
para mí, la tesis de esta novela es, sobre todo, la crítica a un tipo de
masculinidad que victimiza, paradójicamente, a los propios hombres. De Joan se
espera, como el hombre de la familia que es tras la muerte de su padre, que
ejerza su virilidad contra Antonio, el advenedizo que se está apoderando del
negocio familiar. Esa presión contrasta con la verdadera naturaleza de Joan, un
ser apocado y sensible, que echa de menos los cuentos populares con que la
vieja Rosa, sirvienta de la familia, reconfortaba su infancia y la de sus
hermanos, traumatizada por la presencia de un padre severo y distante. Su
arrebato violento contra Antonio parece fruto de esa expectativa que su
condición de primogénito varón obra sobre su sentido de la responsabilidad. Y
su acto será el causante de toda el subsiguiente malentendido: Joan cree haber
matado a Antonio. Cuando Helena, su hermana, le informa de su error es ya
demasiado tarde. El fatum de la
tragedia griega ha hilado ya el tapiz del destino y una terrible casualidad fulminará
el supuesto restablecimiento del orden y la perspectiva de un futuro feliz.
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