domingo, 25 de marzo de 2012

148. Andaluces de Jaén

Miguel Hernández en Jaén (primavera de 1937)
La Diputación de Jaén ha llegado a un acuerdo con la familia de Miguel Hernández para la cesión de los derechos del poema “Aceituneros”. La intención de la Diputación jienense es convertir los versos del inmortal poeta en el futuro himno oficial de la provincia.
En un país como España, donde las susceptibilidades identitarias impiden siquiera la creación de una letra consensuada para el himno nacional, llama la atención este hermoso ejemplo de Jaén. Aunque quizás no haya que decirlo demasiado alto, porque no faltará el terrateniente de turno, tan jienense, dirá, como los demás, que no comulgará con la respuesta que dan aquellas cuartetas a la pregunta “¿quién amamantó los olivos?” y que claman: “Vuestra sangre, vuestra vida, /no la del explotador/ que se enriqueció en la herida/ generosa del sudor // No la del terrateniente/ que os sepultó en la pobreza,/ que os pisoteó la frente/ que os redujo la cabeza.”
La vinculación de Miguel Hernández con Jaén empieza con su mujer, Josefina Manresa, que fue natural de Quesada. Pero su verdadero contacto con la realidad de esa tierra, se produce a partir del 3 de marzo de 1937, cuando llega a Jaén bajo el mando de Vittorio Vidali, conocido por el nombre de Comandante Carlos Contreras, para formar el Frente Sur, donde Miguel desempeñaba labores culturales y propagandísticas. Tras una fugaz escapada a Orihuela para casarse con Josefina, Miguel regresa a Jaén, acompañado ya de su esposa, y la pareja se instala en la sede del Altavoz del Frente, una casa requisada a unos marqueses, en la actual Calle Francisco Coello. Allí, Miguel puede demostrarle a Josefina la verdadera envergadura de su labor en el frente. La sangrienta realidad da algunas treguas en las que la pareja pasea entre olivares, visita pueblos como Lopera o Porcuna, o se llega hasta Jabalcuz, donde Miguel solía bañarse en una alberca, rememorando aquellos otros veranos en Orihuela. Pero también es una estancia donde el poeta asiste a la tragedia del campesino andaluz y a la extrema pobreza de las gentes de Jaén.  Es la etapa donde se gestan algunos de los poemas recogidos en Viento del pueblo, como “El sudor”, “Jornaleros”, “Campesino de España”, “El niño yuntero” o el propio “Aceituneros”. Tras la muerte de la madre de Josefina, ésta permanece en Cox para cuidar de su familia. La separación se compensa al recibir Miguel carta de su esposa anunciándole su embarazo, acontecimiento que dará lugar a poemas tan hermosos como la “Canción del esposo soldado”. Durante el mes de mayo crece la actividad bélica con capítulos de especial crudeza como el acaecido en  la campaña del Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Andújar, donde el capitán de la Guardia Civil de Jaén resiste el asedio de los republicanos escudado en centenares de mujeres y niños. Miguel Hernández, relatará la crónica de estos hechos a través su labor periodística. La estancia del poeta en Jaén termina el 9 de mayo de 1937, cuando el Altavoz se dirige a Castuera, en Badajoz, para continuar con su proyecto.
Yo soy hijo de jienenses. Y cuando visito el pueblo de mis padres y de mis abuelos y pierdo la vista en la lontananza esmerilada de olivares, formando entre los surcos secos ese aguerrido escuadrón que exhibe la musculatura de la tierra y los galones de la aceituna pendiendo de sus torsos abiertos a la luz del sol del sur; y cuando detengo la mirada en las manos de mi gente, encallecidas por inviernos de dedos ateridos entre la escarcha, protegidos con cáscaras de bellotas para atenuar el dolor cuando hay que liberar al fruto de su prisión de hielo; y cuando el sudor se hace de oro en una tinaja de barro, entonces leo los versos de Miguel Hernández y pienso que nacieron ya himno entre el humilde octosílabo, altivos en su grandeza, como los aceituneros de Jaén.


Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.



6 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Veo, Píramo, que en Jaén han tenido una mayor sensibilidad que en Aragón, donde no salió adelante la iniciativa popular de declarar el "Himno a la libertad" de Labordeta como himno oficial de Aragón. Buena elección la de tus paisanos.
Y por cierto, qué hermoso tu último párrafo.

Tisbe dijo...

No se me ocurre mejor himno para Jaén que este bello poema del genial Miguel Hernández.
Me uno al elogio que Javier Angosto hace del parágrafo final.

Cris V dijo...

Muy bonito el artículo Píramo, ese poema es casi un himno para muchos andaluces.
Por la parte que me toca o mejor dicho, que nos toca, ¡VIVA ANDALUCÍA Y LOS ANDALUCES!
Un saludo

E. Martí dijo...

Qué bien lo expresa Miguel Hernández en esos versos tan hondos... la fuerza del hombre curtido, del que sabe del sol y la tormenta...
Qué bien te identificas con tus raíces... Al fin y al cabo, somos lo que nos han dado; bebemos por la piel de nuestros antepasados.
Está bien sentirse orgulloso de sus raíces.
Me ha encantado tu artículo
Un abrazo

Érie Bernal dijo...

Subrayo lo que dicen los comentarios anteriores. Gran artículo sobretodo el párrafo final... Se nota que lo has escrito con el alma. Mira que siendo andaluza no he visitado nunca Jaén y después de leerte, me han entrado unas ganas enormes de dar un plácido paseo por un olivar, nutriéndome de los rayos del sol y saboreando el olor de los aceituneros en flor... Todo un paraíso en la tierra!

Píramo dijo...

Gracias, Javier. En Aragón, el himno oficial es obra (en coautoría) de Ángel Guinda, que tampoco está mal. Pero sí, Labordeta, merecía ese himno.

Tisbe, gracias. A ver si visitamos Jaén algún día y hacemos una rutilla hernandiana.

Cris. Es cierto, el himno es para Jaén, pero podría extenderse a toda Andalucía. Y, por supuesto, suscribo tu proclama final. Un abrazo. Y gracias.

Esmeralda, claro que sí. Y es un alivio tomar la tierra de tus antepasados como patria chica, cuando uno se siente apátrida por las circunstancias. Gracias por tus palabras.

Érie,gracias. Yo conozco varios pueblos y ciudades de Jaén pero nunca he estado en Jaén capital. Pero si quieres sentir el misticismo de un campo de olivares, es recomendable otear el horizonte desde Segura de la Sierra o ver atardecer desde las alturas de Iznatoraf