martes, 14 de mayo de 2013

206. Nuestra Señora de París



Se cumplen 850 años desde que comenzara a construirse Notre Dame, una de las catedrales más importantes y conocidas del mundo. Con motivo de esta celebración, la ciudad del Sena ha preparado diversos actos conmemorativos hasta noviembre de 2013 y algunas mejoras como la renovación del órgano o la incorporación de nuevas campanas. Desde el ámbito literario se puede contribuir a este homenaje releyendo la archiconocida novela de Victor Hugo Nuestra Señora de París, obra escrita por el francés a petición de un editor que quería publicar una novela histórica al estilo de las que tanto éxito estaban cosechando en Inglaterra las de Walter Scott.
La trama se desarrolla en torno a tres personajes principales: Claude Frollo, el archidiácono de la catedral que, marcado por un difícil pasado familiar, ha consagrado su vida al estudio de todas las ciencias y que ve tambalearse sus principios cuando empieza a sentirse atraído por Esmeralda. Ésta es una joven gitana que con sus bailes callejeros  hace las delicias de los parisinos. Cierra esta tríada Quasimodo,  tuerto, jorobado, patizambo y sordo que fue abandonado en el altar de niños expósitos que había en Notre Dame y que fue adoptado por Frollo, quien lo cuidó como a un hijo y le ofreció como hogar la iglesia,  en la que se sentiría protegido del desprecio de una sociedad que no aceptaba su horrendo aspecto. Mas un terrible conflicto se gestará en el interior del campanero Quasimodo cuando descubra el amor en la figura de Esmeralda, la cual rechazará a ambos pretendientes a favor del capitán de arqueros Febo de Chateaupers, un joven engreído que jugará con las ilusiones de la gitana. Por tanto, el amor no correspondido y el sufrimiento que conlleva es el hilo conductor que teje los avatares de estos personajes. El argumento queda completado por otras historias secundarias como las de Gringoire, un literato y filósofo; Paquette la Chantefleurie, una mujer que desempeñará un papel fundamental al final de la obra; y Jehan Frollo, el díscolo hermano del sacerdote, entre otros.
Puede afirmarse que en Nuestra Señora de París Hugo realiza una magnífica radiografía de la capital francesa del siglo XV, pues hay constantes alusiones a acontecimientos históricos relevantes y descripciones minuciosas y detalladas al milímetro de la ciudad que configuran un bello retrato pintado con palabras, si bien su excesiva extensión rompe el hilo narrativo. Otras digresiones, no menos interesantes como la reflexión sobre la destrucción de la arquitectura con la aparición de la imprenta, aparecen intercaladas en la narración. En este caso, se defiende que "la arquitectura ha sido el gran libro de la humanidad" puesto que "no ha existido pensamiento importante que no se haya escrito en piedra". Ahora, la imprenta será la que dé testimonio del pensamiento  humano por lo que la arquitectura se irá desluciendo. No obstante,  la intensidad de las peripecias de los personajes  es tal que la atención y el interés del lector no se ven mermados por estas interrupciones narrativas. Asimismo, son constantes las intervenciones del propio autor dirigiéndose al lector, comentando los hechos narrados o disculpándose por la longitud de estas digresiones tan hugonianas.
Mención aparte merece el capítulo dedicado exclusivamente a Notre Dame en el que el escritor describe  la iglesia señalando los elementos arquitectónicos que existían en el siglo XV, perdidos en el XIX, y reflexiona sobre los tres agentes que influyen en la transformación de los grandes monumentos: el tiempo, las revoluciones políticas y religiosas y las modas.
Entre toda esta delicia literaria destaca el desenlace, trágico a la par que bello, con reminiscencias al famoso soneto quevediano “Amor constante más allá de la muerte”, que difiere totalmente del final inventado por Disney para su versión animada de la novela.
Oigo las campanas de la iglesia de mi barrio. Cierro los ojos y me imagino en la Plaza del Parvis frente a Notre Dame, contemplando esas torres en las que Quasimodo fue feliz, esas jaulas “cuyos pájaros, criados por él, sólo para él cantaban”. Quizás ya no estén ni Marie, su predilecta, ni Jacqueline,  mas las nuevas “jóvenes ruidosas” sonarán con fuerza recordando en cada repiqueteo al campanero que más amó a la reina de las catedrales francesas. Entre tanto, las gárgolas esbozan su sonrisa pétrea y eterna.


A David Jiménez, para que los cimientos de nuestra amistad sean tan duraderos como los de esta eterna catedral. 


4 comentarios:

Píramo dijo...

Me parece muy interesante la digresión de Víctor Hugo que profetiza la destrucción de la arquitectura ante la aparición de la imprenta. Aunque su interés reside sobre todo en la nostalgia que rezuman esas palabras, Ciertamente, las catedrales han sido el gran libro de la humanidad. Y la que nos ocupa, además, ha creado esta gran novela de Víctor Hugo que es, a su manera, otra catedral. Gracias por recordárnosla. Tu reseña es, también, una de las campanas de Notre Dame que tañe para hacernos recordar la belleza de la arquitectura y de la literatura.

David Jiménez. dijo...

Muchísimas gracias Tisbe por dedicarme este artículo tan bonito, me he quedado sin palabras, delante del ordenador por la emoción, no se que decir.

Esmeralda Sánchez dijo...

Literatura y arquitectura de la mano de uno de los grandes, el Cervantes francés que ha inmortalizado lugares y personajes. Recomiendo su lectura a todo el mundo. Saludos

Tisbe dijo...

Píramo, es muy interesante leer el capítulo en que se defiende la idea de la destrucción de la arquitectura. Espero seguir leyendo contigo muchos libros de la humanidad en piedra.

David, amigo, me alegra que te haya hecho ilusión. He pasado muy buenos ratos con este regalo que me hiciste.

Esmeralda, yo también recomiendo esta lectura. Hacía tiempo que no me enganchaba tanto a un libro. Gracias por tu comentario.