lunes, 3 de diciembre de 2018

424. Colette



Lo mismo ya no llegan ustedes a tiempo. ¿Un biopic sobre una escritora francesa de principios del siglo XX? ¿Estamos locos o qué? Estas cosas duran en el cine lo que tarda en llegar a las salas la nueva bazofia de turno, esta sí, anunciada con toda la pompa de la mercadotecnia cinematográfica para atender la demanda del espectador adocenado, que es lo que vende. El infame blockbuster –así, en inglés, que mola más–, irrumpe avasallador acaparando varias cabinas de proyección, y ya de Colette sólo queda el recuerdo fugaz de su paso por la cartelera para medicina de cuatro raritos letraheridos.
La nueva película de Wash Westmoreland, repasa una parte de la vida de Sidonie-Gabrielle Collete (1873-1954), la escritora que cautivó a los lectores franceses con la saga de sus novelas protagonizadas por Claudine, trasunto velado de sus propias experiencias biográficas, y que firmaba su marido Henry Gauthier-Villars, más conocido como “Willy”, llevándose él todo el mérito del talento de su esposa. La vida licenciosa de Willy, mujeriego y derrochador, acabó por rebelar a Colette contra su marido, hasta el punto de desvelar a la sociedad francesa el escándalo de la falsa autoría. La película, como no podía ser de otra manera, está rodada con la pulcritud, elegancia y estilo canónico al que nos tiene acostumbrados el cine británico. El riesgo de convertir la cinta en una  reivindicación feminista de las de nuevo cuño, es evitado por el director mediante una ajustada dosificación de la necesaria denuncia que sortea con eficacia el peligro panfletario. No obstante, es posible que el linchamiento moral que se busca para con el caradura de Willy, se haya cobrado alguna inexactitud histórica. Por ejemplo, cuando Willy vende los derechos de las Claudines a la editorial Ollendorf sin el permiso de Colette, quizás Wesmoreland se haya tomado algunas licencias, pues, si no me equivoco, fue la misma Colette quien negoció esa venta en 1909, cuatro años después de haberse divorciado. No obstante, conviene corroborar este dato en la imprescindible biografía que sobre la escritora francesa publicó Judith Thurman, editada en España por Siruela en el año 2000. A la película quizás le falte algo de la chispa que reclamaba una figura compleja y poliédrica como la de Colette. Quizás tenga algo que ver con ello el hecho de que sólo se narre un período de su vida, hasta el divorcio con Willy. Quedan en el tintero una mayor exploración de la bisexualidad de la escritora, su sensualidad, su relación con Henry de Jouvenel, redactor jefe de Le Matin, su labor como enfermera durante la I Guerra Mundial, la escandalosa relación con el hijo de Jouvenel, su colaboración con el compositor Ravel, sus posteriores éxitos literarios, su reconocimiento académico, y hasta su muerte, que fue todo un funeral de Estado, sin la participación de la Iglesia, que se negó secundar los honores por considerar inmoral la vida desordenada de la escritora. Sin embargo, el pasaje de su vida que es resumido en la película se ajusta muy bien a la experiencia que la propia Colette recoge en su primera obra más allá de las Claudines, La vagabunda, novela, por cierto, de una lozanía y elegancia deliciosas, y que relata la experiencia de la escritora como artista del music hall tras independizarse de Willy, y su relación tormentosa con éste. Diálogos brillantes, estupendas interpretaciones de Keira Knightley y Dominc West, notable fotografía y excelente ambientación, Colette es una noble recuperación de una de las figuras señeras de la literatura francesa. Willy iría a ver alguna peli de superhéroes.



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