lunes, 11 de noviembre de 2019

463. Marsé ya los había calado



Juan Marsé es uno de los veinte intelectuales que se han adherido al manifiesto contra el Poc Honorable President Quim Torra impulsado por la plataforma Recortes Cero. Junto a él, otros nombres de reconocido prestigio, como los de Luis Goytisolo, Javier Marías, Javier Cercas, Juan José Millás o Rosa Montero, dan lustre y enjundia a un texto que rechaza el sesgo autoritario y antidemocrático de quien alienta la violencia y el pensamiento único en Cataluña. La adhesión de Marsé es especialmente significativa. Todavía recuerdo con tristeza cómo sus libros aparecieron un día en algunas bibliotecas catalanas señalados por algún cobarde anónimo con el baldón de «botifler» escrito entre sus páginas, igual que hacían los esbirros de las juventudes hitlerianas en las persianas de los comercios y en las fachadas de las casas de los judíos. El señalamiento alevoso siempre ha sido cosa de los niñatos fascistas. Pero detrás de esos niñatos, manipulables e ignorantes, siempre hay un instigador de despacho y corbata que les hace creer que su causa es noble e histórica, mientras él vive de la sopa boba.
Ahora, esos niñatos estudian en la universidad cuya matrícula les ha pagado papá y, como queriendo emular la épica de las revueltas universitarias de antaño, hacen su huelguita de niños consentidos y creen que están escribiendo la Historia. En Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé retrataba la hipocresía de la joven burguesía catalana que jugaba a la revolución social, acomplejada tal vez por la incomodidad que en sus conciencias ejercía su condición de clase alta heredada, en una época, las de los últimos años de los 60, en que se estilaba, como una moda para estar en la onda, rebelarse contra el orden elitista de las jerarquías estamentales y enarbolar la bandera de la lucha por la igualdad. Era muy fácil, eso sí, jugar a ser subversivos desde los palacetes de Sant Gervasi a cuyo amparo siempre se podía regresar cuando venían mal dadas. Y así, al final de la jornada de idealismos de juguete, los charnegos seguían estando donde debían estar y los niños pijos dormían entre sábanas de holanda con sus caras beatificadas por el deber moral cumplido.
Marsé ya había calado hace más de 50 años, aunque en otro contexto, a los mismos que hoy se manifiestan en las puertas de las universidades e impiden a los que no piensan como ellos su derecho a las aulas. Ya no son aquellos jóvenes, igual de hipócritas, que retrató Marsé. Ahora el ideal no es la lucha de clases, sino la arcadia del independentismo, la gloria de la nación frente a la otra nación, opresora y fascista, la misma nación opresora y fascista que acaba de exhumar al dictador o la misma que les permite a ellos manifestarse. ¿Qué sabrán estos revolucionarios protegidos por sus mamis sobre naciones opresoras, más allá de la que ellos mismos desean construirse? ¿Qué sabrán de idealismos estos flojos de piel fina que reclaman exámenes a la carta e indultos académicos? Siempre en las huelgas, quienes las secundaban, sabían que en su sacrificio había una renuncia, en el sueldo, en el despido, en la comodidad de sus vidas, porque colocaban sus principios por encima de sus privaciones. Ahora estos rebeldes de camping-playa lo quieren todo, faltar a clase y no perder el derecho a examen, y en sus sentadas exhiben en sus carteles la lista de peticiones solidarias para la causa: cargadores portátiles para el iphone, almax para las malas digestiones, comidas adaptadas para las alergias alimentarias. Pobrecitos, qué duras las revoluciones. Y si apedreo al policía, siempre podrá venir mamá a consolarme y a gritar a los cuatro vientos que su hijito inocente, el que tiraba los cócteles molotov ha sido víctima de la represión policial. Luego, en casa, la mamá le colocará con cariño, unos apósitos mentolados en la frente y le acariciará el pelo. El nene dormirá hasta el día siguiente. Le espera otra jornada con su cita con la Historia.

2 comentarios:

A. C. dijo...

Estupendo. Llevo años diciendo a los alumnos que para entender el problema catalán basta con leer 'Últimas tardes con Teresa' y, de paso, disfrutar de una espléndida novela. De aquella gauche divine viene esta especie de alta burguesía callejera. Un abrazo, y enhorabuena por tus novedades literarias.

Sandra Sánchez dijo...

Un placer leer un texto así, no sólo por el lúcido contenido sino por el espléndido continente.
Gracias!