lunes, 20 de septiembre de 2021

543. 'Fundación' cumple 70 años.

 


La noticia es de hace unas semanas. El Pentágono afirma haber desarrollado una tecnología capaz de predecir el futuro. Su nombre es GIDE (Experimento de Dominación Global de Información, según sus siglas en inglés). Se trata de una herramienta de recopilación masiva de información que permitiría adelantarse a determinados acontecimientos, entre ellos el pergeño de un ataque enemigo. En realidad, los datos ya existen en los satélites, radares, sensores subacuáticos, internet y servicios de inteligencia. Faltaría subirlos a una nube y que una inteligencia artificial, basándose en el conjunto, perfilara los pronósticos correspondientes. Aunque estas predicciones están pensadas para un uso militar, no podemos obviar la posibilidad de que su aplicación pueda extenderse a otros ámbitos y que, en el futuro, puedan ser capaces de presagiar crisis económicas, revoluciones sociales, derrocamientos políticos o guerras. En realidad, aunque a una escala menor, el uso de la información ya se está utilizando, por ejemplo, para las tendencias de mercado, expuestos como estamos en las redes donde alimentamos de cookies al gran monstruo de las galletas de la mercadotecnia.

Resulta llamativo que esta noticia aparezca justamente cuando se cumplen 70 años desde que la editorial Gnome Press publicara la novela Fundación, la primera de la famosa trilogía de ciencia ficción de Isaac Asimov. En ella el «profeta» Hari Seldon es capaz de adelantarse al futuro con muchos años de antelación gracias a la ciencia de la «Psicohistoria», una rama de la matemática estadística «que trata sobre las reacciones de las conglomeraciones humanas ante determinados estímulos sociales y económicos» y que puede prever los grandes cambios sistémicos y de paradigma del mundo. Se trata de una suerte de psicología de masas cuyos patrones históricos permiten predecir con exactitud las grandes crisis de la humanidad.

Resulta también interesante en el libro de Asimov la creación de La Fundación en un planeta del extrarradio galáctico, Términus, para la preservación del conocimiento humano: «La Fundación fue establecida como un refugio científico por medio del cual debía preservarse la ciencia y la cultura del imperio moribundo a través de siglos de barbarie ya iniciada, para ser reavivadas al fin en el segundo imperio». Es así como nace la estirpe de los «Enciclopedistas», claro homenaje al saber ilustrado del siglo XVIII con Diderot y D’Alembert como cabezas visibles. La Enciclopedia francesa, por cierto, cumplirá el año que viene 250 años desde la publicación del último tomo. Asimov, con su capacidad visionaria, parecía ya adelantarse a la crisis educativa y al desprestigio del conocimiento en el que hoy vivimos merced a los continuos despropósitos pedagógicos que desde los gobiernos y desde los gurús de la estulticia van cobrando acomodo en nuestra sociedad actual. En Fundación, el conocimiento así preservado llega a convertir a la ciencia en una especie de religión, que los bárbaros no entienden pero a la que adoran desde su ignorancia. Términus, depositaria de la energía nuclear gracias a la ciencia preservada, simboliza la ligazón entre poder e inteligencia. Uno de los planetas bárbaros es bautizado por Asimov como Anacreonte. No sé si en la intención del escritor estaba el guiño al poeta griego y a sus anacreónticas, que invitaban a la felicidad hedonista del vino y el banquete, pero lo cierto es que en Anacreonte se dedican a la caza del Nyak y a comer nueces de Lera. Los detractores de los Enciclopedistas se burlan de su labor porque  «las enciclopedias no ganan guerras». Es el mismo prejuicio que pesaba sobre Alfonso X el Sabio, del que se conmemoran ahora los 800 años de su nacimiento. El año que viene se cumplirán 30 años de la muerte de Asimov. Ya ven que las efemérides se confabulan. Lo mismo quieren avisarnos de algo.

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