Todavía no sé muy bien por
qué he titulado esta reseña en francés para hablar del último libro de Gonzalo
Torné. Tal vez se deba a la sofisticación, inteligencia y profundidad de los
diálogos, que tanto me han recordado al cine galo; o al savoir faire de su protagonista principal, Diego Duocastella; o a
cierto elitismo gourmet de algunos de
los pasajes de la novela (aunque a Torné le disguste que los críticos
insistamos en que sus obras constituyen una suerte de radiografía de la burguesía
catalana).
Brujería
(Editorial Anagrama) narra la insólita relación entre Diego Duocastella,
regresado de Italia, donde no ha podido o no ha sabido arraigar, y un
matrimonio recién llegado al pueblo costero donde coincidirán y acabarán
entablando una ambigua amistad. Este matrimonio, formado por Julio, prototipo
del perfecto arribista, y Laura, procedente de una familia adinerada, conforma
una extraña sociedad. Julio, con sus ínfulas de nuevo rico, pretende acceder a
un mundo que él cree exclusivo de las élites, e incluso llega a proponer a su
esposa una relación abierta que Laura acepta entre un mar de dudas. Para
naturalizar el impacto, Julio anima a Laura a ser orientada por Diego, a quien
se le presupone la condición de hombre de mundo, desprejuiciado y de mente
tolerante y flexible. Efectivamente, Diego, soltero, despreocupado y
cosmopolita, parece aglutinar todos los rasgos de la condescendencia para con las
diversas ocurrencias del ser humano. Sin embargo, nadie parece darse cuenta de
que en este estar de vuelta de todo, Diego solo está expresando su soledad y la
falta de principios sólidos a los que agarrarse. Sus conversaciones con Laura,
muchas de ellas rayanas en el coqueteo, parecen confirmar la futilidad de las
tribulaciones de ella, y el progreso de las sucesivas entrevistas abrirá en la
mente y en el corazón de Diego un portal hacia su propio pasado, en el que
emergerán las amistades perdidas y los amores frustrados, y descubrirán al
lector la tragedia de su vida. A estos encuentros se unirá, por otro lado,
Berta, la hermana de Julio, cuya intención final es blindar la nueva posición
económica de ambos, con estrategia artera, manipuladora y conciencia de clase.
Brujería es
una novela que reivindica la necesidad de acogerse a la seguridad de algunas
convicciones en un mundo donde la libertad exacerbada y un relativismo malsano
han minado todo aquello que se creía sólido y que, a la postre, sustentaba los
frágiles cimientos del individuo. En los recuerdos de Diego, la infancia, la
familia, el amor honesto y único, y las amistades cómplices se erigen como el
castillo en ruinas que la frivolidad de personas como Julio o Laura han
demolido.
Con un dominio magistral del
diálogo y de los giros orales, así como con un estilo poético y frizzante donde cada fraseo esconde un
hallazgo literario de muchos quilates, Brujería
se lee con el placer que espolean la
inteligencia, la hondura de las reflexiones, el mérito estético y un ritmo
exuberante para que el lector quede, él también, embrujado.
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