Mi relación con la
Editorial Funambulista se remonta al año 1991. Yo era un adolescente de 14
años, cursaba 1.º de BUP y la Editorial Funambulista no existía. Pero sí
existía Mario Lacruz, al que aún le quedan nueve años de vida, y también
existía (y espero que aún exista) la profesora que tuvo la feliz idea de
prescribir la lectura de El inocente,
la novela de Mario Lacruz considerada por muchos la precursora del género negro
en España. La edición que manejábamos era la de la colección «Tus libros», de la
Editorial Anaya, fácilmente reconocible por sus tapas duras de color blanco y
la icónica silueta sombreada de la parte superior que cambiaba según el género
de la novela. La lectura de El inocente
fue un alumbramiento para aquel joven lector que todavía estaba construyendo su
propio canon literario. No es extraño, pues, que pasado los años, retomara su
lectura, ahora ya con el criterio más sólido de quien acumula un amplio bagaje
literario. Y, claro, me encandiló aún más. Así que decidí bucear por la obra de
Mario Lacruz con igual encantamiento, y descubrí, además, que Mario Lacruz
había sido uno de los editores más importantes de España y que sus obras habían
dormido el sueño de los justos en varios legajos ocultos en un armario de su
despacho hasta que los hijos descubrieron, a su muerte, el gran secreto del
padre y empezaron a publicar póstumamente su obra. Uno de ellos, Max Lacruz,
fundó en 2004 una editorial con la primera intención de continuar,
humildemente, el legado de su padre. La editorial se llamó Funambulista,
tomando la cita de Roger Callois quien, comentando el Zaratustra de Nietzsche, dijo del equilibrista que este «sólo logra
su objetivo confiando en el vértigo y no intentando resistirse a él». En 2010,
coincidiendo con el décimo aniversario de la muerte Mario Lacruz, escribí un artículo
homenaje que, ya no recuerdo cómo, llegó a manos de Max, lo que me valió un
breve período como colaborador, valorando manuscritos en la editorial. Siete
años después, yo había acabado mi primera novela, e ignorante absoluto del
mundo editorial, acudí a Max para que me ayudara a publicarla. La novela
apareció en 2019. En 2023, publiqué, también con Funambulista, mi tercer libro,
donde convertí a Mario Lacruz en uno de los personajes de la trama, cerrando
con ello mágicamente un círculo que había comenzado 32 años antes en un
instituto de la periferia de un barrio de Tarragona, cuando leí por primera vez
El inocente desde mi pupitre de
bachiller.
Durante estos 20
años, Funambulista ha devenido una editorial de referencia en el panorama
literario español. No sólo por su arriesgada apuesta por las nuevas voces (un
20% del catálogo anual) sino también, y sobre todo, por la recuperación o el
descubrimiento de numerosos clásicos inéditos. Con una edición primorosa, casi
artesanal, sus bellas cubiertas, sus páginas limpias y su pequeño formato
cuadrado, hacen inconfundible este sello, que cuenta con la profesionalidad de
Gian Luca Luigi, verdadero maestro en la sombra de la maquetación, las
correcciones y las jugosas sugerencias y enmiendas argumentales. Un prodigo de
supervivencia en los tiempos de las grandes editoriales policéfalas que
amenazan con fagocitar la resistencia del pensamiento independiente en favor de
criterios meramente mercantilistas. Soplan fieros vientos sobre el alambre de
la literatura, pero nosotros blandimos, con orgullo, arrojo y contra el abismo,
del funambulista la indomable pértiga.
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