jueves, 3 de febrero de 2011

81. ¡Cumplimos 2 años!


Pues sí. Son ya 2 años de fiel y apasionado compromiso con la Literatura. Un compromiso que es, más bien, un estilo de vida, una manera de entender el mundo. Forma parte de la esencia misma de los creadores de esta bitácora; la Literatura y sus vidas se hilvanan de forma consustancial y no se entienden a sí mismos sin la presencia de este arte, que es belleza y conocimiento y necesidad imperiosa, que empapa cada uno de los actos de sus vidas, incluso, hasta cuando no piensan en ella (o, por mejor decirlo, cuando creen que no piensan en ella). Con un formato remozado y algunas novedades, emprendemos un año más con la ilusión del primero. Aquí van algunas cuestiones sobre nuestra bitácora que nos han hecho llegar algunos lectores a través del correo electrónico.

¿Por qué ese título para el blogComo es bien sabido, "cesó todo y dejéme" es un verso de San Juan de la Cruz, probablemente el poeta preferido de Píramo. Elegimos ese título porque resume muy bien el efecto que la lectura nos produce: una suerte de embeleso donde todo lo que nos circunda desaparece y donde suspendemos nuestros sentidos para dejarnos llevar por la envolvente mística del libro.

¿Por qué los nombres de Píramo y Tisbe? Los seudónimos que utilizamos para firmar nuestros artículos provienen de una anécdota real. Cuando Fernando coge un tren desde Tarragona para ver a su Beatriz en Alicante, se aloja en la casa de los padres de ésta. Y, para dormir, Fernando ocupa la habitación contigua a la de Beatriz por aquello de guardar las formas ante los suegros. La pared que nos separa nos convierte, como en el mito, en Píramo y Tisbe. La otra gran pared es la distancia. La única diferencia es que no esperamos ningún final trágico. Son unos Píramo y Tisbe que ya consumaron su amor y lo refuerzan día tras día.

El blog y el Diari de Tarragona.  Nuestra bitácora colabora con el Diari de Tarragona publicando en este periódico algunos de los artículos que proponemos. Se trata de una sección dominical llamada "El cura y el barbero". Los artículos se publican simultáneamente en el periódico y en la bitácora, aunque en el blog suele aparecer la versión ampliada.

¿Por qué Tisbe escribe la mayoría de las reseñas teatrales? Tisbe es una apasionada del teatro y disfruta con esa tarea. Además tiene una virtud. Es capaz de explicar con lucidez y amenidad los detalles de la obra de teatro reseñada sin desvelar motivos argumentales clave. De este modo, el lector que lea sus artículos puede estar tranquilo: acudirá a ver la obra sin habérsele chafado el final. Píramo suele entusiasmarse y hablar más de la cuenta. Obviamente, todo esto lo escribe Píramo, que la vanidad está en las antípodas de la personalidad de Tisbe.

Vosotros sois también curas y barberos. Emulando el famoso capítulo del escrutinio del Quijote, el lector que se acerque a nuestros artículos y desee dejar un comentario, puede añadir en el mismo el título de alguna lectura que tenga que ver con el asunto que se trata. Estas contribuciones se recogen al final de la bitácora junto al nombre del cura o del barbero que haya salvado (o no) de la quema el libro que proponga.

¿Qué proyectos tiene la bitácora para este año?  El bagaje de lecturas lo dirá y los intereses, muchas veces azarosos, construirán este nuevo año. De todos modos, este año se cumplen los 75 años de la muerte de Federico García Lorca, de modo que nos dedicaremos especialmente a su figura, tal y como hicimos con Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento (aunque, dicho sea de paso, menos de lo que hubiéramos querido).

¿Por qué no respondéis a los comentarios de los visitantes? Claro que respondemos pero no lo hacemos inmediatamente. Dejamos un período para que comente todo aquel que quiera y luego contestamos en un sólo comentario a cada participante de manera individualizada. De ese modo, no saturamos el espacio de comentarios con un comentario diferente por participante. Solemos responder cuando está a punto de publicarse el siguiente artículo.

El blog en Facebook. Aunque no somos muy amigos de esta deshumanización que se desprende de las redes sociales por Internet, sería una contradicción por nuestra parte darle la espalda al fenómeno, sobre todo teniendo en cuenta que escribimos en un blog. Con esta incorporación a Facebook deseamos llegar a más gente. En Facebook publicaremos el enlace de cada uno de los artículos que aparecerán aquí. Pero, por favor, haced el esfuerzo de ponernos un comentario en la misma bitácora. No nos seáis vagos colocando en Facebook eso de "me gusta", "me gusta", "me gusta"... (Si es que os gusta, claro). También podéis haceros seguidores del blog y ampliar nuestra todavía pequeña comunidad.

Gracias a todos los que nos visitáis y esperamos que encontréis en este espacio un lugar de discusión y reflexión y que ello redunde en el enriquecimiento recíproco. Sed bienvenidos.

Píramo y Tisbe

domingo, 30 de enero de 2011

80. Pedro Páramo

La historia de la Literatura ofrece pocos casos como el de Juan Rulfo. Este mexicano, del que ahora se cumplen 25 años de su muerte, escribió a lo largo de su vida una única novela, que es, para más señas, de cortísima extensión (la edición que yo he manejado no alcanza las 100 páginas) y, sin embargo, esa sola obra le ha bastado para convertirse en uno de los autores más influyentes y apreciados, no sólo de la literatura mexicana sino aún de la universal. Y si no, sirvan de ejemplo la multitud de nuevos estudios que cada año genera su novela o las numerosísimas traducciones que del libro se han hecho.

Juan Rulfo, que pensó titular su novela como Los murmullos, finalmente decidió hacerlo bajo el título de Pedro Páramo (1955), nombre del cacique de la mítica Comala alrededor de cuya figura gira todo el argumento.
El lector que se acerque a esta novela debe hacerlo sin los prejuicios de una estructura tradicional decimonónica. No es una novela cómoda de leer, primero porque no sigue el principio de linealidad argumental al que estamos acostumbrados; segundo, porque es una de las novelas clave del realismo mágico, yo diría que, incluso, es la obra que sublima a esta escuela, y este movimiento literario no siempre es digerible para quienes buscan una lectura sin sobresaltos extraños. Pero si el lector consigue superar esos prejuicios y acepta el pacto de acomodarse a algo que sabe de antemano que será distinto, puede quedar marcado para siempre por esta novela. Cuando se cierra la última página del libro, sobre todo si se hace el esfuerzo de leerlo del tirón, opción altamente recomendable, uno se siente completamente sugestionado por la atmósfera subyugante de esa Comala a la que irremediablemente ya perteneceremos de por vida. El espíritu del lector queda narcotizado y cuesta reponerse de la hipnosis.

La historia comienza con la llegada a Comala de Juan Preciado, que acude a este pueblo para pedirle cuentas a su padre, Pedro Páramo, a quien no conoce. La madre de Juan, antes de morir, lo deja claro: “El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”. A partir de este momento, Juan comienza a conocer a una serie de personajes que entroncan con el pasado de su madre y con el del propio Pedro Páramo, hasta que Juan descubre que todos los que le hablan están, en realidad, muertos. Pronto descubrirá también que hasta él mismo lo está. El lector, que hasta entonces podía aceptar el único asidero a la realidad que tenía, que era el propio Juan Preciado, al conocer que éste también está muerto, pasa a convertirse en un muerto más de la novela, rodeado de los murmullos de las voces de aquéllos. En ese instante Juan Preciado ya no es necesario para el lector, el lector muerto; el mismo autor así lo reconoce al retirarlo de la voz narrativa transcurrido un tercio de la novela. Las historias de esos muertos entonces, se suceden y superponen de manera fragmentaria y obligan al lector a reconstruirlas; hay quien ve en este fenómeno el mismo ejercicio de la obra de Cortázar, Rayuela. El lector ya no lee, sólo oye voces entrecortadas. La novela se llena de silencios, de frases que quedan suspensas en el aire, imbricadas muchas veces de un lirismo gris y telúrico. Entre esas historias, los abusos de Pedro Páramo sobre el pueblo, caciquismo que sucumbe en su pasión por Susana, las alusiones a la revolución mexicana, la superstición, las miserias humanas, la doble moral, etc. El fin de esta Comala de muertos pudiera parecernos un lugar maldito, metáfora del infierno, pero como bien dice Jorge Volpi, “es algo peor: un sitio intermedio, una orilla, una especie de trampa en la que algunas almas continúan penando, incapaces de encontrar consuelo, o de menos, la certidumbre del castigo eterno”.

25 años después, Rulfo se ha convertido ya en un mito. Quizás su murmullo también transitase un tiempo por Comala, pero ya superó su purgatorio, redimido por la gloria literaria, ya eterna.

miércoles, 26 de enero de 2011

79. La Ratonera

Este pasado fin de semana llegó al Teatro Principal de Alicante La Ratonera, de Agatha Christie. En principio, se presentaba como uno de los platos fuertes de la programación, ya que poder ver la representación de una obra que lleva 58 años ininterrumpidos en  cartel en Londres es casi un privilegio.
Este thriller cuenta la historia de Mollie Ralston y Giles Ralston, un joven matrimonio que regenta una casa de huéspedes. Hasta allí llegan unos inquilinos un tanto especiales: Christopher Wren, la señora Boyle, el comandante Metcalf, la señorita Casewell y el señor Paravicini. Los habitantes del hotel Monkswell quedan atrapados e incomunicados en la casa a causa de un fuerte temporal de nieve. La aparente calma que reina en su estancia desaparece con la llegada de Trotter, un policía que les informa de que el asesino de una mujer en Culver Street ha dejado escrita la dirección de dicho hotel y la canción infantil "Tres ratones ciegos". Trotter, por tanto, intenta proteger a los inquilinos pues tiene la certeza de que entre ellos se encuentran las dos próximas víctimas y el asesino. No obstante, no podrá evitar que otro personaje sea asesinado, hecho que desencadena la desconfianza entre todos los habitantes. Parece ser que nadie es quien dice ser y que todo el mundo esconde un pasado misterioso.
Hasta aquí no cabe duda de que la intriga envuelve al espectador, que comienza a hacer sus cábalas sobre quién puede ser el culpable de las muertes. A todo ello contribuyen la ambientación, la escenografía, el decorado oscuro, los personajes con un pasado y un presente enigmáticos, los diálogos con doble interpretación, los juegos de luces y la voz en off que entona la misteriosa canción infantil. Ahora bien, en el desenlace se descubren los puntos débiles  de la trama. Se rompe el principio de verosimilitud que estaba teniendo la acción cuando descubrimos que la identidad del asesino era conocida por uno de los huéspedes  y, pese a tener esta información, no hace nada por evitar el primer asesinato del hotel y casi permite el segundo, que fue frustrado por la aparición de otros personajes antes que él. Estos detalle son sólo unos ejemplos, pero considero que son suficientemente importantes para justificar la decepción con la que abandoné el recinto. La puesta en escena y la interpretación de los actores es correcta, el fallo aquí reside en el texto original, en Agatha Christie que parece que cayó en la trampa de su propia ratonera y no supo idear un final que no rompiera tan abruptamente la credibilidad que había tenido la historia al principio.

domingo, 23 de enero de 2011

78. Admonición al Premio Nadal

Hace unas semanas se dio a conocer el nombre de la ganadora del Premio Nadal 2011, la albaceteña Alicia Giménez Bartlett, con su novela Donde nadie te encuentre. Aún no he podido leer la obra, entre otras cosas porque se pone a la venta el próximo 8 de febrero y mi voracidad lectora no ha llegado todavía al extremo de valorar una obra que no conozco; ese prodigioso hábito queda reservado en exclusividad para los jueces de los premios literarios. Pero sí he leído el libro del penúltimo ganador, Lo que esconde tu nombre, de Clara Sánchez. Y, la verdad, los miembros del jurado debieran marcharse a donde nadie los encontrase y esconder bien sus nombres para evitar el sonrojo público que provoca su deformado criterio.

Porque Lo que esconde tu nombre esconde bien poco. Sandra, embarazada por un hombre a quien no ama, se retira a pasar unos días a un pueblo costero para reflexionar sobre su futuro. Al marearse en la playa, es socorrida por un matrimonio de ancianos con los que traba amistad y decide alojarse en casa de éstos. Por su parte, Julián, un superviviente de Mauthausen, empeñado en vengar su sufrimiento matando a sus impunes verdugos nazis, cruza su camino con Sandra a quien advierte de la verdadera identidad de sus anfitriones.

El tema de la novela alberga en sí una tensión narrativa que augura un gran interés. Pero Clara Sánchez es incapaz de sacarle partido al buen argumento (partido literario, quiero decir, que partido económico le sacó 18.000 € al Nadal). La autora tiene prisa por comenzar la acción y casi empieza por el nudo, como si temiera no atrapar al lector desde el inicio. El planteamiento es bueno pero descuida la transición de los acontecimientos. No es verosímil que la protagonista se aloje con tan pocas reservas y en tan poco tiempo en la casa de unos desconocidos y a los dos días ya se pasee por ella como si viviera desde siempre allí. Cuando Sandra descubre el origen nazi del matrimonio mediante pruebas irrefutables que el propio Julián le suministra, incomprensiblemente tiene momentos en los que duda de la cordura de Julián (no importa haber hallado en la casa un uniforme nazi o una cruz al mérito por los servicios a Hitler). Sandra se enamora, además, de uno de los secuaces del grupo nazi, que luego resultará ser de los buenos, un amor ñoño de primera menstruación que no convence a nadie y que entra en contradicción con la veta épica que se le presupone a la protagonista. La obra tiene pasajes totalmente maniqueos como aquel donde Julián reconoce su ateísmo tras su paso por un campo de concentración y dice que él era un ateo republicano, como si ambos conceptos tuvieran por fuerza que estar unidos. La descripción de la ceremonia en la que Julia es obligada a ingresar en la hermandad nazi es de aventura gráfica de videojuego, infantil donde las haya. Uno de los momentos más esperados es el encuentro entre Julián y el cabecilla del grupo nazi. El diálogo resulta insulso, desprovisto de la grandeza y gravedad que debiera. Hasta la autora parece reconocer este defecto y se justifica poniendo en boca de Julián su escasa capacidad para la dialéctica. El segundo diálogo no es mejor. No hay ni un solo momento feliz respecto al estilo literario, llano hasta la mediocridad, sin atisbo de elegancia, lirismo o carga emotiva en un libro que aspiraba “a la redención de la culpa”. Pero la autora sí se recrea en el vómito de Sandra, hasta la escatología. El libro entretiene, su componente lúdico es muy potente pero se espera algo más que un libro del montón para un premio como el Nadal, donde figuran Delibes, Laforet, Ferlosio o Umbral, entre otros. El Nadal no debería olvidar que el premio recae sobre un artefacto artístico y no sólo sobre un argumento atractivo que, además, está mal construido. Veremos si la “redención de la culpa” llega con Alicia Giménez o hay que constituir otro Nüremberg (literario) para el jurado del Nadal.

domingo, 16 de enero de 2011

77. "Nada", de Carmen Laforet

























Los estudiantes que se presenten este año a la Selectividad catalana deberán haber preparado durante el curso la novela Nada, de Carmen Laforet.
La crítica literaria, en general, no ha sido benevolente con esta obra. Se le reprocha su excesiva dependencia del asidero autobiográfico, que es un mal congénito (y comprensible) de los escritores noveles, como fue el caso de Carmen Laforet con este primer libro. También se dice que la obra transita en terreno baldío: no es una novela de la guerra civil; tampoco se puede adscribir plenamente al tremendismo inaugurado por Cela; parece querer anticiparse al realismo social pero no llega; recoge rasgos del existencialismo pero diluidos aquí y allá…
Todo esto puede ser cierto pero, obsesionada la crítica por querer colocarle algún marbete definitorio a la obra, olvida los méritos de la novela y olvida también que la no adhesión a un movimiento literario concreto, puede convertirse en una virtud, pues singulariza a la obra y la convierte en un artefacto artístico especial, despojado de los cánones que rige una determinada escuela. Y, efectivamente, eso es Nada, una novela que se justifica por sí misma.
La protagonista, Andrea, trasunto de la propia autora, llega entusiasmada a Barcelona para estudiar en la universidad y se aloja en la calle Aribau, con sus tíos. Pero sus ilusiones iniciales se derrumban paulatinamente cuando descubre que la luminosa Barcelona de sus recuerdos es en ese momento la gris Barcelona de la posguerra, destruida por los bombardeos, y el piso de la calle Aribau, una cueva inmunda donde se alojan unos seres desquiciados por sus miserias, las materiales y las espirituales, y atormentados por su pasado. La novela se convierte entonces en un análisis psicológico de los personajes, entre los que Andrea tratará de definir su propio carácter.
Aunque los críticos han visto en la asepsia de la novela uno de sus defectos más importantes, creo que esta neutralidad es sólo aparente. En lo político, por ejemplo, podemos escudriñar algunos elementos simbólicos, sutilmente trazados, que desmienten esa supuesta inocuidad. El caso de la autoritaria tía Angustias me parece paradigmático en representación del régimen franquista. Mientras el piso de la calle Aribau es un zulo de suciedad y desorden, la habitación de Angustias es la más confortable y limpia, y dispone del único teléfono del piso; así pues, Angustias controla las llamadas que se hacen y reciben en la casa (un símbolo de la censura). El inflexible celo religioso de Angustias, que antes de dormir le hace a Andrea la señal de la cruz en la frente, parece querer vincular régimen e Iglesia. Angustias le recuerda a Andrea que debe sentirse agradecida a su tía porque “todo nos lo deberás a nosotros, los parientes de tu madre. Y que gracias a nuestra caridad lograrás tus aspiraciones”; Angustias alegoriza así la retórica franquista de la madre patria que tutela a los españoles y les infunde así el orgullo de pertenecer a una gran nación a la que amar y por la que morir. Pero los grandes fastos de la dictadura son una falsa puesta en escena que esconde su congénita podredumbre. Del mismo modo, Angustias tiene unas facciones, que “en su conjunto no eran feas y sus manos tenían, incluso, una gran belleza de líneas”, pero Andrea descubre “sus dientes de color sucio”. Cuando Andrea pasa su primera noche en el piso, la atmósfera le ahoga y desea abrir la ventana, pero ésta se encuentra tan en lo alto que la joven debe hacer “un peligroso alpinismo” para abrirla. ¿No simbolizará esa ventana, la difícil libertad? Del mismo modo, los hermanos Juan y Román, dos de los tíos de Andrea, que se odian y se aman y que uno de ellos es llorado tras su muerte, ¿no es una alusión clarísima a la guerra fratricida de las dos Españas?

Nada no es la mejor novela de la historia pero tiene méritos suficientes, que sería prolijo analizar aquí. Lo que sí es verdad es que quizás sea hora ya de reivindicar que en Nada el título no hace honor a su contenido.

En Barcelona, con mis alumnos. La primera foto en la Calle Aribau, delante de la casa en que nació Carmen Laforet y que le inspiró el piso donde vivía Andrea, la protagonista de su novela Nada.
En la segunda foto, con la catedral de Barcelona, cuya imponente arquitectura inspiró también a Carmen Laforet para su preciosa descripción nocturna en la misma novela
 

domingo, 2 de enero de 2011

76. El Auto de los Reyes Magos

Códice del Auto de los Reyes Magos
Los rituales litúrgicos llevan asociados en su ejecución un componente dramático muy evidente. La evocación de las palabras y hechos de Jesús van unidos, en muchas ocasiones, a dramatizaciones simbólicas que nos hacen más próximos y más comprensibles determinados pilares de la fe. Un ejemplo paradigmático es el del sacramento de la Eucaristía. Cuando el sacerdote eleva el cáliz y la oblea consagrada y pronuncia las mismas palabras que Jesús pronunció en la Última Cena, el cura, en cierta medida, está ejerciendo de actor, sólo que el dramaturgo de su texto es Dios mismo y el apuntador es la certeza de su fe. Luego, quien participa de la comunión, se une también a las tablas divinas y todos se vuelven actores espontáneos, algunos pendientes sólo del papel de su alma, otros demasiado atentos al público, que en esto de las misas también hay quien busca la aprobación de la galería.

No es extraño, pues, que la primera obra de teatro conocida en lengua castellana esté asociada a un tema religioso: se trata del Auto de los Reyes Magos, compuesta a finales del siglo XII. Descubierta en el siglo XVIII por Felipe Fernández Vallejo en un códice de comentarios bíblicos de la Catedral de Toledo, lo copió en sus Memorias y disertaciones… y fue publicado por vez primera en 1863 por Amador de los Ríos. Después, en 1900, el texto fue estudiado por Menéndez Pidal, a quien debemos el marbete de “Auto”, es decir, composición teatral de reducidas dimensiones en las que suelen aparecer personajes alegóricos o bíblicos. Todavía recuerdo la respuesta de uno de mis alumnos de Literatura al preguntarle por el título de la primera obra de teatro conocida en nuestra lengua. Contestó que el “Coche de los Reyes Magos”… Nuestro exconseller (alabado sea Dios) lo justificaría diciendo que bastante mérito tiene el chico, que encontró un sinónimo de “auto”.

Comienza el texto con tres monólogos de los Reyes Magos, en los que cada uno, por separado, afirma haber visto una extraña estrella que interpretan como señal del nacimiento del Mesías (respeto las grafías del documento original): “Dios criador, qual maravilla / no se qual es achesta strela! /Agora primas la e veida, / poco tempo a que es nacida. / Nacido es el Criador / que es de las gentes señor?”. Acto seguido, se ponen en camino y los tres coinciden en la ruta. Dudan sobre la certeza de sus pronósticos y Melchor se pregunta cómo van a comprobar “si es rei de terra o si celestrial”, a lo que Baltasar responde: “Queredes bine saber cumo lo sabremos?/ oro, mira i acenso a él ofrecremos: /si fuere rei de terra, el oro querá /; si fuere omne mortal, la mira tomará; si rei celestrial, estos dos dexará, tomará el encenso quel pertenecerá”. Llegados al palacio de Herodes, preguntan por el nuevo rey al que han venido a adorar. Herodes, extrañado, trata de conocer los detalles de esta nueva, y, una vez solo, iracundo, se lamenta: “¿Quin vio numquas tal mal, /sobre rei otro tal!” . Llama a los sabios de su corte para tomar consejo. El texto se interrumpe en el momento en que éstos debaten el asunto.

Más allá de ostentar la condición de primera obra de teatro conocida en castellano, el Auto de los Reyes Magos tiene el encanto de esos primeros tiempos donde el idioma es todavía un balbuceo vacilante (hemos visto cómo en un mismo verso se dice “incienso” de dos formas diferentes); el valor de la pureza de lo que está empezando, como esas iglesias del primer románico cuya extremada sobriedad aún las ennoblece más, con su robusta piedra desnuda depositaria de los tiempos. Leer estos textos es transportase al origen, ingenuo tal vez, pero donde las cosas no están adulteradas todavía por un progreso mal entendido. Bonita lección para estas fechas, en que la Navidad es casi de todo menos Navidad.

domingo, 19 de diciembre de 2010

74. Gil de Biedma: luces y sombras

Confieso que yo quería hacer un artículo bonito sobre Gil de Biedma en este 2010 que conmemora el décimo aniversario de su muerte. Se trataba, simplemente, de releer su poesía completa, recogida en Las personas del verbo y acercarme también al hombre, a través de la biografía que preparase Miguel Dalmau en 2004. Y tanto he tardado en decidirme, que casi se me pasa el año de la efeméride. Y es que yo quería hacer un artículo bonito sobre Gil de Biedma. Y, tras muchos meses, no he podido, o no he sabido.

Bastaba con que Gil de Biedma pasara a la historia de la literatura como un buen poeta, renovador y principal valedor de las nuevas tendencias de la poesía española en la segunda mitad del siglo XX. Pero no. Tenía que pasar como mito, como leyenda, rodeado desde siempre, en vida y tras su muerte, por esa aureola protectora que todavía persuade y, lo que es peor, convence como dogma de fe, de las supuestas indiscutibles virtudes del poeta. Con Gil de Biedma pasa como con esos otros poetas tocados por el “malditismo” literario. Aunque su obra no resulte del todo satisfactoria, se engrandece y exagera merced a una vida original, disoluta, transgresora, bohemia, provocadora. Es lo que le ocurre a Leopoldo María Panero, la lectura de cuyos poemas resulta insufrible pero que cuenta con el culto de muchos por el mero hecho de haber pasado por un sanatorio mental, situación que ha acrecentado la visión de iluminado que se tiene de él. Y es que hay poetas que son intocables. Últimamente Sánchez Dragó se ha convertido en un renegado social tras hacer públicos sus escarceos sexuales con unas menores japonesas; pero nadie le reprocha a Gil de Biedma lo propio con menores filipinos durante su estancia en aquel país con motivo de los negocios de la empresa tabacalera de su padre. Y uno de sus poemas más hermosos, el “Himno a la juventud”, está inspirado en la hija de Carlos Barral, Yvonnette, “que a los 12 años eran una nínfula no sólo capaz de poner cachondo a Nabókov, sino incluso a un cadáver”. Gil de Biedma cultivó la poesía social y, para ello, renegó de la clase a la que pertenecía, como si para él fuera un cargo de conciencia pertenecer a ella (“a vosotros pecadores/como yo, que me avergüenzo/de los palos que no me han dado,/señoritos de nacimiento/por mala conciencia escritores de poesía social”) pero nunca abandonó sus costumbres aristocráticas y despreciaba a quienes no se comportaban upper class como él mismo decía, copiando la expresión de una obra de Mitford; quizá los que no eran upper class no habían tenido la posibilidad de acceder a una educación como él, pero parece que eso se escapaba a su “conciencia” social. Hasta el gran filósofo comunista Manuel Sacristán rechazó el ingreso de Gil de Biedma en el Partido por su frivolidad elitista. Su producción poética es, además, escasa. Eso se puede perdonar en Garcilaso pero tengo mis dudas sobre la calidad de esa poesía de la experiencia que muchos sobrevaloran y que, salvo algunos ejemplos francamente felices, no es más que prosa con pinta de verso que reproduce la trivialidad sin atisbo de emoción lírica.

Pero resulta que un día en Víznar, visita junto a unos amigos un palacio abandonado; alguien suelta unos perros porque cree que han entrado ladrones y todos huyen despavoridos entre risas; ya a salvo, Gil de Biedma dice: “¿Os habéis fijado? Las hojas secas del jardín sonaban con un tono metálico bajo los zapatos”. Es el poeta puro despojado del molesto prurito. Y resulta que veo a Gil de Biedma debatiéndose entre la poesía redentora y el instinto oscuro que le enferma y le anula; y resulta que hay poemas donde late el alma verdadera de su drama. Y es entonces cuando me planteo que, tal vez, soy incapaz de no querer a mis poetas, pese a todo.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

73. Me llamo Rojo

Mi primer acercamiento a la literatura turca ha sido a raíz de visitar Estambul este verano. Creo que es una buena costumbre leer obras relacionadas con la ciudad que se va a visitar, pues, en muchas ocasiones, nos ayudan a comprender mejor la idiosincrasia de cada lugar. En este sentido, Me llamo Rojo ha supuesto un buen complemento para mi viaje pues refleja perfectamente el contraste que predomina en la ciudad, esa puerta que separa Oriente de Occidente, el país que aspira a ser Europa pero que mantiene su esencia oriental y legendaria. La novela  gira en torno a la investigación del asesinato de Maese Donoso, un miniaturista que trabaja en un libro que el sultán Murad III ha encargado para impresionar al Dux de Venecia. La peculiaridad de este encargo es que los ilustradores trabajarán siguiendo el estilo de los francos, alejándose, por tanto, de los modelos tradicionales de Shiraz y Herat. Este atrevimiento supone una grave ofensa al Islam, que prohíbe la representación figurativa. Parece que el Sultán ha sucumbido a los gustos occidentales y desea ser retratado siguiendo el principio de verosimilitud. En torno a este núcleo argumental subyacen otros muchos temas que gozan de vigencia absoluta en la Estambul del siglo XXI. Por ejemplo, el fanatismo religioso representado por el predicador de Erzurum, que difunde entre la población el miedo al pecado y condena la pintura, la danza de los derviches o un acto tan baladí como tomar café. Sus sermones calan en la población y en algunos de los ilustradores que trabajan en el secreto encargo,  que ven cómo se genera en su interior un grave dilema: ¿pueden usar la perspectiva, pueden representar la realidad tal y como la ven los ojos, pueden tener un estilo propio? He aquí el reflejo de la confrontación de culturas pues, por un lado, admiran la pintura de los occidentales y sus técnicas y, por otro, tienen miedo de alejarse de sus modelos tradicionales puesto que "el retrato era el mayor pecado y con él se acabaría la pintura musulmana". Asimismo, en este lienzo de Pamuk tiene cabida también el tema amoroso encarnado en Sekure y Negro, hija y sobrino respectivamente de Tío -personaje que recibe el encargo del Sultán y coordina a los ilustradores-.
La novela se presenta, desde mi punto de vista, como una metáfora del choque de civilizaciones que vive Turquía a través de un profundo amor a la pintura, pues en sus páginas Orhan Pamuk da a conocer al lector las claves de este arte tan noble a través de bellas descripciones -en ocasiones demasiado prolijas- como la de la leyenda de Hüsrev y Sirin.
Por otra parte, nos encontramos ante una narración coral en la que en cada capítulo se da voz a un personaje distinto e, incluso, a los objetos y animales que se están retratando en el libro. Se trata de un planteamiento original que ofrece al lector una visión global de la historia y, en ocasiones, sorprendente tal y como sucede en el primer capítulo en el que se escuchan las palabras del asesinado: "Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo. Hace mucho que exhalé mi último suspiro y que mi corazón se detuvo pero, exceptuando el miserable de mi asesino, nadie sabe lo que me ha ocurrido".
En definitiva, Me llamo Rojo es una novela de intriga y de amor pero, sobre todo, de reflexión sobre la dicotomía entre Occidente y Oriente que vive Turquía. Este compromiso reflexivo fue uno de los motivos que llevaron a Orhan Pamuk a recibir el Premio Nobel en el año 2006, puesto que "ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas".

domingo, 12 de diciembre de 2010

72. El informe PISA y la lectura

Esta semana he leído con gran sorpresa, y todavía mayor alarma, las reacciones que desde diferentes medios de información y sectores de la Administración pública han suscitado los resultados del informe PISA, que evalúa el rendimiento académico de nuestros estudiantes. Mi asombro procede de la relativa indolencia y, casi diría optimista satisfacción, con que se han recibido dichos resultados.
Muchos titulares se recreaban en la supuesta mejoría que los datos del informe arrojan acerca de las aptitudes de los alumnos; y esa mejoría parece bastar a muchos para persuadirse a sí mismos de que el problema de nuestras aulas no es tan grave como parece. Nadie discute que cualquier avance en materia de educación sea positivo pero, como se suele decir, los árboles debieran también dejarnos ver el bosque. De todos modos, bien mirado, todo esto no tendría que extrañarnos tanto. No es más que la actitud que hace ya mucho tiempo, demasiado tiempo, reproduce nuestra sociedad ante los grandes problemas, ese conformismo abúlico que, lejos de perseguir la excelencia, se resigna a la mediocridad y la da por buena. En nuestros centros educativos pasa lo mismo. Hoy en día, los criterios de evaluación han pasado de la exigencia a la sistemática y mezquina concesión. El alumno no llega a los mínimos exigibles de la etapa pero “es voluntarioso, no molesta, está calladito y, al menos, no da problemas”. Y se le aprueba y se le promociona y llega a la universidad (nunca la universidad había sido el cubil de tanta alimaña intelectual como hoy) y, quién sabe, hasta podrá llegar a ser el profesor que perpetúe la podredumbre.

En Cataluña, el “conseller” de Educación, Ernest Maragall, destaca, a la luz de los datos del informe PISA, que éste “es el mejor anuncio posible contra los tópicos del fracaso escolar”. No importa que en la mayoría de competencias, los estudiantes sigan por debajo de la media europea. Y, en un ejercicio de autocomplacencia, erige al Departamento de Educación como el gran adalid de las mejoras en competencia lectora, gracias a los ejercicios prescriptivos que obliga a realizar en el sexto curso de Educación Primaria. No será gracias a esos ejercicios, no. Para que ustedes se hagan una idea del nivel de las actividades de comprensión lectora a las que se refiere nuestro “conseller”, las preguntas que el alumno deber responder sobre un texto dado se encuentran explícitamente en el mismo texto; es decir, si en el texto dice que “Juanita llevaba puesto en el pelo un lazo rosa”, la pregunta a resolver es: “¿De qué color era el lazo que llevaba puesto Juanita en el pelo?”. Es como preguntar por el color del caballo blanco de Santiago. No obliga al alumno a deducir, a leer entre líneas, a relacionar, a interpretar. Esas actividades no son más que una estrategia política para, una vez corregidas, proclamar a los cuatro vientos que no hay problemas, que los alumnos son unos ases en comprensión lectora. Ese mangoneo político de la imagen pone bajo sospecha, incluso, a la propia Selectividad. Se dice que la dificultad de los exámenes de Lengua Catalana en las PAU es superior a las de Lengua Castellana y, una parte del profesorado está por reconocer que se trata de una estrategia política para acallar las voces de quienes opinan que el castellano recibe poca atención en las aulas y justificar la feroz inmersión al catalán que es hoy su política lingüística. Si los resultados de Castellano son buenos y los de Catalán no lo son tanto, la estadística es el mejor aval para prolongar el sistema. Y es que educación y nacionalismo van de la mano en Cataluña. Lo importante del informe PISA no son sus pésimos resultados, sino que colocan a Cataluña por encima de la media del resto de España. Y con eso comemos. Hace falta una pildorita de Vargas Llosa para esa “religión provinciana de corto vuelo, excluyente”.

domingo, 5 de diciembre de 2010

71. Fanny Rubio: el dintel del nombre

La palabra es patrimonio de todos. Pero es en la voz de los poetas cuando la palabra se sublima. Atrás quedan las viejas disputas sobre si la palabra poética debe sólo cumplir con su función informativa o, además, debe exigírsele la virtud de producir arrobamiento en quienes la recogen. La palabra, por más que se empeñen quienes quieren ver en ella sólo un sentido práctico, útil, adquiere siempre en poesía una dimensión que trasciende la pura denotación. Da igual que hablemos de poesía social, cuyo contenido coyuntural precisa del “aquí” y del “ahora” y parece negar los virtuosismos accesorios; da igual que hablemos de la poesía de la experiencia, tan cercana a la cotidianeidad y, por lo mismo, tan próxima a lo conversacional. Y, por supuesto, quedan ya obsoletas las antiguas dicotomías entre conceptismo y culteranismo o modernismo y noventayochismo, marbetes que sólo se sostienen todavía por una acomodaticia sistematización escolar. Todos los poetas, en mayor o menor medida, necesitan que su mensaje esté cimentado sobre la arquitectura cincelada de la palabra.

Por eso no nos extraña que, probablemente en la novela más lírica de Fanny Rubio, El dios dormido (Alfaguara, 1998), la palabra sea la piedra angular de la trama narrativa, y no sólo por el uso estético que de ella se hace, sino porque la palabra misma es la principal protagonista de la novela. Ésta narra, en boca de María Magdalena, los 3 días que siguen a la muerte de Jesús en la cruz. Y el recuerdo del Amado durante ese tiempo se sustenta en las conversaciones mantenidas con el Sanador antes del sacrificio, en esas palabras dichas al calor de la confidencia y a la luz resplandeciente de la revelación y de la esperanza. El monólogo privado de María Magdalena que descubrimos en la lectura de esta novela, se construye, de este modo, de palabras que evocan, redimen, gritan, imploran, confiesan, anuncian, proclaman y, en definitiva, se hacen vida restallante, radicalmente vida. Fanny Rubio se ha preocupado bien de hacer apología de la palabra y la ha homenajeado entregándose a una delicada orfebrería. Sin embargo, nos queda la duda de si una novela puede prolongar la intensidad del hecho lírico durante más de 300 páginas. El poema, debido a su, por lo general, corta extensión, constituye un molde perfecto para la condensación de la fuerza lírica. Estirar esa condensación en una novela puede dar dos resultados: la dispersión o el agotamiento del lector. Y, de hecho, los momentos más felices de la novela, aparte de numerosas estampas preciosas de soberbia plasticidad, se producen cuando la narración fluye sin el lastre continuado de su grave carga lírica, a cuya atracción se entrega la autora con tal apasionamiento, que incurre, creo que de manera involuntaria arrastrada por el fragor de su embeleso, en el abuso de la subordinación o en contrastes abruptos de tono. Y, cuando la escritora parece despertar de su propio éxtasis hipnótico, reacciona incluyendo palabras demasiado “actuales” que rompen repentinamente con la atmósfera léxica que hasta ese momento había funcionado como agradable narcótico. Estos reparos que aduzco no desean sino certificar que Fanny Rubio es poeta por los cuatro costados. Y este “mal de la poesía” se testimonia en su narrativa, que no puede sujetarse al cauce canónico del género sin desbordarse, sin desangrarse en versos, que pugnan por desasirse de las pautas que impone la novela.

Símbolos de su compromiso con la palabra poética son sus poemas sobre las ciudades de Sodoma y Dresde, cuya reconstrucción alegórica delega sobre la palabra el poder demiúrgico de la creación. Los asistentes a su recital en Cambrils del pasado viernes, constatamos que leer y escuchar a Fanny Rubio es reconocer en las palabras su origen desnudo, es colocarnos en ese arcano que reza uno de sus versos que es el “dintel del nombre”.