lunes, 1 de marzo de 2021

521. 'Loción de lengua'



Recordaba hace unos días el maestro Ramón García Mateos, a propósito de su reciente retiro profesional, que la tercera acepción de la palabra «jubilación» recogida en el diccionario de la Real Academia reza lo siguiente: «Viva alegría, júbilo». Solamente desde ese significado del término pueden explicarse obras como la que acaba de publicar el poeta Juan Ramón Torregrosa con la editorial malagueña EDA Libros. Porque Loción de lengua es un gozoso festín filológico que quiere poner el broche a los más de treinta años que el escritor guardamarenco ha dedicado a la enseñanza de la lengua y la literatura. Liberados al fin de los corsés académicos y curriculares que imponen los planes de estudio, pareciera que la gramática, la lexicografía, la fonética, la morfología, la literatura, la retórica, la pragmática y, en fin, todas aquellas disciplinas que integran la asignatura de Lengua, se lanzasen de repente, ebrias de libertad, a la vacación y a la jarana, y con esa misma disposición las recibe el lector, igual que recibiera el pueblo a los victoriosos ejércitos de don Carnal en aquel memorable capítulo del Arcipreste.

El libro se divide en cuatro secciones. La primera, titulada «Juego de espejos», la forman estampas, guiños y reformulaciones de grandes clásicos literarios y pasajes bíblicos. A mi entender, en algunos de estos relatos sobra en los remates la solución explícita del «enigma» literario que el cuadro propone, justamente porque, a la manera del Romancero, la excelente sugestión narrativa se basta a sí misma. Me gustó mucho la redención que Torregrosa regala a Calisto, no solo por salvarlo de la muerte prematura sino por la reparación que se le hace del castigo paródico al que lo sometió Rojas. Cuando lean el relato me entenderán. La sección tiene el encanto de permitir reconocernos en el bagaje lector que cada cual atesora, además de ser un precioso homenaje a los clásicos.

La segunda parte se titula «Ejercicios de retórica» y en ella Torregrosa despliega todo su ingenio para regalarnos originales artefactos donde los conceptos retóricos, desterrados en los planes de estudio a su condición de mero catálogo, se erigen aquí soberanos y se independizan de su servidumbre para ser, ellos mismos, protagonistas de la composición. Especial agudeza alcanza el tramo final de esta sección, cuando aparecen los poemas, donde el autor demuestra los años de oficio y pericia para darle una vuelta de tuerca a los juegos conceptuales o violentar la métrica, como en el «Soneto al revés» al que luego endereza con un estrambote a modo de dos tercetos que devuelven el orden a la composición. Solo es un ejemplo de tantos. Una gozada, al alcance solo de quien se ha manejado toda su vida con las intimidades y vericuetos de la poesía.

Para el tercer bloque, los «Gramaticuentos» nos sirve lo dicho anteriormente, con la salvedad de que aquí los protagonistas tienen que ver con juegos ortográficos o gramaticales. Y termina el libro con las «Etopeyas, homonimias y otros artefactos verbales», pequeñas píldoras de ingenio con su punto canalla y guasón.

Con una prosa clasicista, de corte cervantino, sobre todo en los relatos; con humor, sátira política, malabares lingüísticos, retos intelectuales y mucho amor por el idioma y su literatura, Loción de lengua es un tesoro de contento, un pasatiempo luminoso y tremendamente adictivo que se lee a carcajada limpia y con sana envidia: la que suscita la admiración por alguien que baila con el lenguaje con la destreza de un Fred Astaire filológico lleno de sabiduría y experiencia.


1 comentario:

M. Blanes dijo...

Tomo nota. Supe de su existencia por la reseña de Boix del 11 de febrero y pensé en adquirirla, pero entre unas cosas y otras me fui olvidando. Y ahora has vuelto a traérmela a la memoria, y con ganas reforzadas de leerla. Da la sensación de ser ligera y llena de conocimiento a la vez. Gracias

Mercedes