miércoles, 19 de mayo de 2010

47. Hotel Borg


Hotel Borg narra la historia del afamado director Alexander Norberg, quien decide retirarse tras rechazar el ofrecimiento de dirigir la Orquesta Filarmónica de Berlín. Para despedirse de sus seguidores, celebra un último concierto al que la prensa no podrá asistir y que contará con un público limitado a 52 personas que recibirán su entrada gratuitamente por sorteo: "el público molesta continuamente: cuanto menos haya, mejor". El lugar elegido es la vieja Catedral de Reikiavik del siglo XVIII y la pieza, el Stabat Mater de Pergolesi en la que se presenta el dolor de la Virgen por la muerte de su hijo. La decisión de Norberg es recibida con desagrado por parte de los medios de comunicación, pues no entienden el motivo de tan estrambótica determinación. Ahora bien, el director elige Islandia porque sólo allí encuentra la pureza y la libertad necesarias para dirigir dicha pieza en un lugar frío, tranquilo y sereno como es la citada Catedral. Está cansado de la fama, de la presión de los críticos y desea poner un broche de oro a su dilatada carrera a su manera, sin manipulaciones y con un público profano en la materia que sea capaz de emocionarse con la música. Y es que uno de sus principales anhelos es que "al final no habrá aplausos. El público lo estropea todo aplaudiendo cuando la música no se ha apagado por completo".

Para su última aventura, Norberg cuenta con las voces de Rebecca Lunardi, una reconocida artista existencialmente insatisfecha y Marcel Vanut, un chico de once años con la voz blanca más excepcional de todo el panorama musical. Paralelamente a los ensayos del concierto, se presentan las historias de Oscar, un joven que trabaja en un hotel de Londres saludando a los clientes cuya máxima pasión es la música, motivo por el cual no duda en viajar a Islandia para poder asistir a la despedida del maestro; y de Hákon, un díscolo modelo islandés a quien le toca una entrada para el concierto.

La estancia en Islandia supone para Rebecca y Marcel la triste toma de conciencia de su realidad. Ella siente cómo pasan los años y cómo su voz se va deteriorando. El hecho de poder ser olvidada le provoca una tremenda angustia. Por otra parte, la isla supone para el pequeño Marcel un reducto de libertad, pues consigue alejarse de unos padres autoritarios que "siempre habían sido muy sensibles a la cuestión del dinero". Es aquí, por tanto, donde consigue sentirse como un niño y relacionarse con otros chicos de su edad. Ahora bien, ello supondrá el conocimiento de que su voz algún día cambiará y quizás deba abandonar la música.

Podría decirse que Hotel Borg engloba cinco historias independientes entre sí. Ahora bien, todas ellas están unidas por el leit motiv de la música y sobre todo, por un sentimiento universal: la soledad, pues los personajes de la novela son víctimas de esa sensación, de modo que todos forman una hermosa melodía en forma de palabras. Uno toma como caparazón una vida disoluta y llena de escándalos; otros, la música y Oscar, el empeño de hacer realidad su sueño: asistir al concierto. Este último personaje resulta realmente entrañable. Él mismo se define como un "prisionero de la vida" pero en ningún momento ceja en su empeño. En este sentido, es muy interesante la declaración de intenciones que le hace a Norberg cuando tiene oportunidad de hablar con él: "¿Sabe, maestro? Es demasiado fácil lamentarse porque nuestros deseos no se hayan cumplido cuando hemos hecho poco o nada para conseguirlos. No soy así: pienso que la vida es como un rompecabezas y que siempre se puede encontrar una solución. Creo que el destino no está escrito, al contrario, somos nosotros quienes influimos en él con nuestra voluntad". Sin duda, una bella enseñanza.

3 comentarios:

Píramo dijo...

De tu reseña, Tisbe, me quedo con varias ideas interesantes. Primero, el hecho de que el director desee presentar su concierto a un público no entendido en la música. Los prejuicios e ideas preconcebidas de los intelectuales y "voces autorizadas" se pierden por vericuetos pedantescos que limitan la parte sustantiva de una obra. Yo asistí a un concierto sobre música de cine que me puso los pelos de punta. Y luego escuché de "voces autorizadas", que la intensidad de la percusión solía impresionar ingenuamente a los profanos en la materia. ¿Para qué me sirve tanto conocimiento musical si, de tenerlo, voy a perderme esa sensación magnífica que sentí con las percusiones? Bendita ingenuidad.
También destaco de tu resumen el tema de la soledad de los personajes. Islandia se me antoja el final de un viaje iniciático donde los personajes pueden hallar respuestas relevantes en sus vidas. Y este país, con la pureza de su hielo, parece el lugar idóneo para encontrarlas.

Javier Angosto dijo...

En esta originalísima novela un personaje gana el corazón de los lectores: el perseverante Óscar, capaz de jugarse la vida por asistir al concierto. A mí es un personaje que me ha recordado a la portera de "La elegancia del erizo", de Muriel Barbery. Ambos son la clara demostración -y con esto enlazo con lo que comenta Píramo- de que no siempre la sensibilidad y la pasión por el arte se hallan en manos de quien tiene más dinero ni en las de quien ha recibido una formación universitaria.
Si los lectores del "blog" leen esta novela, además de que pasarán unas horas deliciosas, ya nunca volverán a escuchar de la misma manera el prodigioso "Stabat Mater" de Pergolesi. Y como complemento, les recomiendo que escuchen también la pureza del inicio del "Stabat" de Vivaldi (quizá todavía más próximo al espíritu de la novela de Lecca).

Tisbe dijo...

Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Píramo, tienes razón en eso de que a veces las "voces autorizadas" se pierden en apreciaciones tan sutiles que no ven más allá.
Javier, Óscar es entrañable. Al final de la novela se me quedó un sabor un tanto amargo al ver a este personaje tan desvalido y a la vez tan perseverante.
Un saludo.