sábado, 18 de mayo de 2013

207. La novela erótica

 


El sonido de las pulseras y el de los tacones sobre el pasillo enmoquetado del tren ya anunciaban su epifanía, como las baquetas y los crótalos de los coribantes frigios invocando a una nueva Cibeles. Sin embargo, no volví la mirada hacia ella, por si me convertía en estatua de sal. Esperé paciente que superara mi asiento y, al pasar a mi lado, oreó el rancio ambiente del tren con una delicada fragancia, afrutada, casi infantil, como de bosque que nace o pulpa mordida. Arrastraba una maleta demasiado pesada que sus delgados brazos vacilantes, completamente extendidos hacia arriba, trataron de colocar sobre el portaequipajes superior. Bella halterofilia que obligó a su blusa a levantarse más arriba del vientre, descubriendo el “piercing” de su ombligo y el lacito de la goma de sus bragas, que el pensamiento quiere deshacer para revelar el contenido que esconde, inframundo de dóciles cancerberos. Después, una vez colocada la maleta con muchas dificultades (nadie en el tren quiso ser caballero esta vez), la chica, de puntillas, manipuló algo dentro de ella. En su operación, la blusa ciñóse al pecho, dibujando unos senos pequeños, algo más grandes que una mandarina, y unos pezones demasiado evidentes para concluir que llevara sujetador. De la maleta extrajo un libro y, seguidamente, se acomodó en su asiento, situado frente al mío. Pude comprobar con desencanto, que el título del libro era Cincuenta  sombras de Grey. Al sentarse, cruzó las piernas, vestidas con una medias negras, cuya liga aparecía tras la falda anticipando un muslo blanco. Seguidamente, se enfrascó en la lectura. A ratos, el flequillo le caía sobre los ojos, cubriéndolos como celosía que ocultara el secreto de su lectura. Luego, se recolocaba el cabello parsimoniosamente por detrás de las orejas. A veces, mientras leía, mordía levemente su labio inferior o suspendía la lectura para fijar su vista durante largos segundos en un punto inconcreto del suelo. Después suspiraba y retomaba de nuevo el libro. En su ingenuo descuido, separaba las piernas mientras los labios bisbiseaban las palabras para deleite de quien, como yo, podía escrutar, dentro de su boca, las eles de nuestro bendito alfabeto.

 La novela erótica es, después de la poesía, el género literario más difícil de cultivar. Requiere elegancia y lirismo para evitar la pornografía; debe sugerir, superando la tentación de los pasajes explícitos o dosificándolos con estudiada precisión. Necesita cantarle al cuerpo pero también a los sentidos, al espíritu, y, especialmente, a la mente, imbricándose en la psicología del sexo, mucho más que en el “genitalismo”. Y sirve al Arte porque le canta al hombre y, especialmente, a la mujer.

Recuerdo, cuando adolescente, lo difícil que resultaba acceder a las novelas eróticas. En la biblioteca, la sección estaba casi oculta, en los últimos pasillos, con sus anaqueles preñados de tapas rosas que impedían cualquier posibilidad de hacer uso del préstamo, sólo por el pudor que causaba entregarle a la bibliotecaria el libro con su inconfundible color delator. Así que había que leerlos allí mismo, de manera clandestina, y si pasaba alguien estabas perdido porque de nada servía dejarlo sobre la estantería y hacer como que uno se interesaba por los volúmenes sobre “Valdemorillo y su actividad cerámica” de los anaqueles contiguos. Hoy la cosa ha cambiado y una chiquilla de 19 años lee en el tren, ante los demás pasajeros, sin vergüenza alguna, Cincuenta sombras de Grey. Se agradece esta superación de prejuicios, pero sería deseable que este nuevo renacer de la novela erótica tuviera otros adalides más apropiados para un género que merece ser respetado y dignificado. Porque, pese a las lubricidades que provocaba el libro en la chica del tren, qué quieren que les diga, Cincuenta sombras de Grey no es, ni de lejos, una novela erótica. Ni siquiera creo que sea una novela.
 
ALGUNAS LECTURAS IMPRESCINDIBLES DE NOVELA Y RELATO ERÓTICOS.
 
(Dedicadas fundamentalmente a los lectores que están perdiendo el tiempo con la trilogía de Cincuenta sombras de Grey)
 

ANÓNIMO: Grushenka

ANÓNIMO: Autobiografía de una pulga

ANÓNIMO: Mi vida secreta

ARAGON, Louis: El coño de Irene

ARSAN, Emmanuellle: Emmanuelle

BATAILLE, Georges:

 El azul del cielo

 Historia del ojo

Madame Edwarda

Mi madre

CLELAND, John: Fanny Hill

 LOÿS, Pierre:

Diálogos de cortesanas

Manual de urbanidad para jovencitas 

Las tres hijas de su madre

MILLER, Henry:

Opus Pistorum

Trópicos

MUSSET, Alfred: Gamiani

REYES Alina, El carnicero

ROSSETTI, Ana: Alevosías

 


 

12 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Pues, Píramo, tu pasaje del tren bien podría ser el arranque de una novela erótica. Anímate y te presentas al "Sonrisa vertical" (si es que aún existe) o algún otro galardón del género.

Ignacio dijo...

Creo que deberías incluir en tu lista los cuentos de Anais Nin que se incluyen en "Delta de Venus".

Anónimo dijo...

Perdón por la intromisión pero al leerte me he visto obligado/a a escribirte. Comprendo que para ti ésta trilogía EROTICA no tenga interés alguno, dado tu "estatus" literario, pero me parece francamente mal que tildes de mala, e incluso de "no novela", ésta trilogía que tanto éxito esta cosechando y que tanto gusta, tanto a mujeres como a hombres y de todas las edades, digo yo que será por algo...De modo que te ruego que respetes a los demás escritores del mundo por el trabajo que hacen, puesto que imagino que lo mismo deseas tú para tus artículos y demás escritos.

Inma Tarragona dijo...

Me miran mal cuando digo que con Grey no pude pasar de la página 53Aún me pregunto cómo llegué hasta ahí.

Mercedes Ulloa dijo...

"Cincuenta sombras de Grey no es, ni de lejos, una novela erótica. Ni siquiera creo que sea una novela." Comparto.

Unknown dijo...

Simplemente, cuánta razón... Lo mismo opino de otras trilogías en las que prefiero no entrar.

Mila Estirado dijo...

Acuérdate, Fernando, que aún sin conocer tus dotes para escribir novela erótica, yo ya te dije en su día que para qué seguir a ese tal Grey pudiéndote seguir a ti...

Tisbe dijo...

Me ha gustado muchísimo la primera parte. Sigue escribiendo porque somos muchos a los que nos encanta leerte.

Alicia Pérez Gil dijo...

Más vale tarde que nunca Píramo. Acabo de leer tu artículo. La primera parte también. Se me hace un poco recargada, pero se agradece el vocabulario para descansar del desierto
Con el resto estoy de acuerdo. Miller es mi autor favorito. Con sus múltiples defectos. Encontré una vida en Cáncer y una consistencia en La crucifixión rosa que no he vuelto a ver. Cosas más frescas, mejor escritas, sí. Más vivas, no.
Conservo pocos mitos, pero Miller es uno de ellos.
El resto lo anoto para leerlo. He leído y leo menos de lo que debería.
Gracias por compartir.

Píramo dijo...

Javier, muchas gracias. Todo se andará...

Ignacio, anotada queda tu recomendación. Gracias.

Anónimo, ya sabía yo que alguno de los leales seguidores de E.L. James se me lanzaría a la yugular. Voy a tratar de responderle. Mire, mi "estatus" literario, que usted utiliza con evidente ironía, responde sólo a un caudal de lecturas que han ido forjando una educación y un gusto literarios determinados, que bien podrían haber sido otros, si mis inquietudes lectoras hubieran caminado por otros derroteros, que no es el caso. Ese bagaje lector construye unos determinados criterios que, obviamente, son los míos propios y que me faculta desde la libre expresión de opiniones a enjuiciar una obra como buena o mala, faltaría más. Si a usted la consabida trilogía le parece muy buena y "ERÓTICA", pues es muy respetable pero déjeme a mí opinar lo que me plazca. Si a usted no le gusta el crítico, basta con no leerle pero no tiene usted ningún derecho a constreñir mi libertad de expresión sólo porque usted no comulgue con mis afirmaciones. Respecto a que una obra sea buena, simplemente porque la sigue mucha gente, bien, también mucha gente sigue "Gran Hermano" (que quizás también le guste a usted). Nunca en la literatura la calidad de las obras se ha cifrado por el número de lectores. De ser así, pocos de nuestros clásicos superarían la criba, algo que no parece razonable. Finalmente, yo no busco el respeto de los lectores hacia mis artículos y demás escritos. Yo, simplemente, escribo mis artículos y los lee aquel que quiere y el que no quiere no los lee. No necesito la aprobación de nadie, más que la de mi conciencia literaria, y acepto y respeto cualquier opinión opuesta a la mía aunque no la comparta. Un saludo cordial.

Inma, Mercedes, celebro que coincidamos.

Nerea, siempre te consideré una estudiante con criterio y personalidad. Un saludo.

Mila, me acuerdo, me acuerdo... Ojalá conserves tu don visionario, amiga Mila. Un abrazo. Y muchas gracias por tus comentarios y por tu fidelidad al blog. Es muy gratificante. Te lo agradezco de corazón.

Tisbe, muchas gracias por tus palabras, siempre alentándome.

Sí, Alicia, yo soy algo barroco escribiendo, a veces. Es un defecto que surge de una inevitable aprensión a caer en el prosaísmo. Algunas de las obras que enumero en la lista son recomendaciones de personas con criterio. Yo tampoco las he leído todas... Gracias a ti por tu comentario.

Pedro Gomila dijo...

La literatura erótica implica caminar sobre el filo de una navaja: debe decir siempre algo más de lo que su etiqueta aparenta. Podría decirse que el sexo es el señuelo para llevar al lector a otras consideraciones. De todas maneras, el género es laxo salvo para los que se centran sólo en lo genital.

Noelia Illán Conesa dijo...

Muy bueno. Y mejor no hablar de las "Sombras" dichosas...