El acto de la escritura creativa es, ante todo, un
ejercicio de soledad. En el encuentro íntimo entre el escritor y la palabra, se
cifra el misterio de la creación literaria, sin más terceros que la
inspiración, la dedicación abnegada, la voluntad y, sobre todo, la humildad
respetuosa con que siempre se debiera cruzar el atrio de la Literatura y su
panteón de ilustres maestros. Es el gigantesco ejemplo de éstos el que debiera
calibrar la justa medida de nuestro verdadero mérito. El escritor no escribe,
pues, para nadie. Diríase que se derrama sobre el papel o la pantalla de un
ordenador con el único afán de explicarse a sí mismo o de ofrecer su tributo
sacrificial al arte que ama. Sin más propósito. Es así como la obra literaria,
nacida de esa comunión exclusiva entre el alma alfarera del autor y la arcilla
rebelde de la palabra, levanta su hermoso tótem libresco con el simple objeto
de honrar sin ostentación el templo de las letras.
Sin embargo, la mercantilización de la literatura ha
puesto en riesgo esta ofrenda desinteresada al arte. El escritor entonces ya no
escribe pensando en el rapto mismo de la escritura, sino pensando en el editor,
en el lector, en el crítico, en el escritor rival, en el oportunismo coyuntural
del tema que aborda… De tal manera que el escritor escribe una obra que le
resulta más ajena que suya propia, llena de renuncias y de dolorosas
concesiones.
De todos modos, incluso en el caso del escritor ideal
con el que iniciábamos estas líneas, ¿es posible escribir para nadie? Quizás el
género más paradigmático de creación literaria destinada a nadie sea el diario
personal. Se escriben diarios con esa necesidad perentoria de registrar la vida
para morirnos un poco menos, aunque sea en sus páginas. En principio, no tiene
otra finalidad. Pero, realmente, quien escribe diarios, ¿no piensa nunca en un hipotético lector,
aunque sea a la manera romántica del hallazgo casual del diario después de unos
siglos? ¿Es creíble que alguien escriba sin imaginarse siquiera a un potencial
lector modelo? Si no es así nunca, ¿cuánto hay de auténtico en la literatura? Y
no me refiero a la autenticidad o verosimilitud de las historias que se narran
en ella, sino a la autenticidad artística. ¿Cuánto hay de concesión a la
galería y cuánto de verdad estética? ¿Está el autor en sus libros o está el
impostor que ejerce de relaciones públicas? ¿Se quiere ser o se quiere agradar?
El autor ¿se reconoce en sus libros? El escritor, ¿está en paz con su credo
literario o está en paz con su cuenta de ahorros?
Claro que, a Lope de Vega que no le vinieran con las
milongas místicas con las que he empezado este artículo, que de algo había que
vivir. Pero entonces, ¿por qué Cervantes, acuciado por la pobreza, decidió
escribir numancias y jerusalenes y argeles en lugar de cultivar el exitoso
género traído por Lope? Lope no hay más que uno, eso sí. Pero Cervantes no le
va a la zaga. ¿Quién de los dos fue más coherente consigo mismo?
Llegados a este punto, quizás haya que claudicar con
la idea de que no es posible escribir para nadie. Ahora mismo estoy pensando si
estas bagatelas mías del pensamiento le interesarán a alguien cuando salgan
publicadas en el periódico. Y, sin embargo, sigo creyendo que el principal
lector de un escritor es el escritor mismo. Al arte no le gustan los
mercenarios de la palabra ni las flores de plástico. Y hay veces que escribir
para nadie es escribir para el mundo entero.
8 comentarios:
A mí, Píramo, apúntame entre aquellos a los que sí les interesan tus "bagatelas".
Se puede escribir para nadie. Puedes escribir tu diario que por descontado es exclusivamente para tí, per también y con mucha frecuencia escribimos para ahuyentar nuestros demonios particulares; puedes escribir tambien porque intuyes que tu trayectoria por este mundo nuestro está llegando su último tramo y necesitas imperiosamente decir cosas que siempre has callado y que no quieres que se olviden contigo. O quieres dejar constancias de circunstancias y situaciones generacionales que no quieres que se repitan. Claro que se puede escribir para nadie, aunque en el fondo, en el fondo del fondo siempre albergamos una pequeña esperanza de que alguien lo lea.
¿Qué me dices de "Palabras para Julia"?Veo que te ha salido un artículo maniqueísta. ¿Por qué van a ser mercantilistas los escritores que piensan en el público?
A mi me parece un falso dilema. No considero escritor a quien escribe pensando sólo en qué complacerá al público. Eso es ser escribano. O autor para la industria de best seller. Pero el rollo "yo escribo para mi" me parece puro onanismo, con perdón.
Creo que se puede ser fiel a uno mismo y a la vez atraer público. Somos personas entre personas. Como decía Shakespeare "¿acaso no sangramos si nos pinchan?". Y Shakespeare JAMÁS le volvió la espalda al público, todo lo contrario. Si realmente asumimos nuestra voz como seres humanos eso nos va a hermanar con el público. Mayoritario o minoritario, que eso es una lotería. Pero pretender que yo soy yo y mis neuras y al lector que le den si no las comparte, me parece muy presuntuoso e inmaduro. Y muy propio de malos escritores. Como en tantas otras cosas, en el témino medio está la virtud
El escritor de pata negra escribe para él, si es poeta. Lope daba al vulgo lo que pedía( en teatro ).Y las 50 sombras....se escriben para venderlas en Eroski.
¿Y Kafka o Salinger?
Kafka y Salinger, para ellos. Los raritos, para ellos
Muy interesantes vuestras aportaciones. Yo creo que si un escritor se supedita a la acogida que su obra pueda tener entre los lectores, escribirá condicionado y entonces su obra perderá verdad creativa. Creo que es imposible escribir sin pensar en un lector ideal; sin embargo, es conveniente que el escritor haga el esfuerzo de olvidarse de ello, en la medida de la posible, durante el ejercicio de la escritura. ¿Mercantilista si se piensa en el público? Pues sí. Porque imagino que si se piensa en el público, se piensa en la recaudación o, en su defecto, en la vanidad de agradar, que es otro tipo de mercantilismo. No creo en la labor altruista del escritor que sólo desea regalar su arte a las gentes sin más. ¿Falso dilema? Aquí estamos debatiéndolo. Y coincido con Manuel Molino Pineda. El único escritor, que ajustándose a un verdadero credo literario, puede escapar de la sospecha mercantilista, es el poeta. Porque la poesía, si es sincera, es una necesidad. Y porque uno no se gana la vida siendo poeta. Gracias por vuestros comentarios. Se siente uno menos solo, cuando se le lee, yo que creo que no me lee nadie. Ya veis, el humilde columnista de provincias también piensa en un público.
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