jueves, 24 de septiembre de 2015

304. El paraíso en la otra esquina



El paraíso en la otra esquina es una biografía novelada de dos personajes reales que, por diferentes motivos, han alcanzado una gran relevancia histórica. Se trata de Flora Tristán (1803-1844) y Paul Gauguin (1848-1903). Mario Vargas Llosa va desgranando en capítulos alternos sus vidas y los acontecimientos que marcaron sus caracteres y personalidades.
            Flora Tristán dedicó todos sus esfuerzos a luchar por los derechos de las mujeres y de los obreros, pues concebía que la verdadera revolución social sólo se lograría aunando las fuerzas de las capas de la sociedad más oprimidas. Tuvo una vida desdichada, marcada por un matrimonio sin amor del que escapó tras maltratos físicos, la violación de su hija y una bala que llevaría consigo cerca del corazón hasta el fin de sus días. Su periplo para huir de las garras de su esposo y de una justicia que desamparaba totalmente a las mujeres, la llevó a conocer Perú, donde residía la familia de su padre. Allí comenzó a tomar conciencia de las injusticias sociales y cuando regresó a Francia empezó a desarrollar sus ideas revolucionarias. Este proceso culminaría con un viaje a Londres en el que realizó un vasto trabajo de campo visitando fábricas, prostíbulos y otros espeluznantes escenarios que confirmarían rotundamente su deseo de luchar por la justicia social. Este compromiso para con los demás supondría el abandono familiar –su instinto materno era prácticamente inexistente- e, incluso, la renuncia a la única felicidad que halló en los brazos de Olympia Maleszewska, quien le descubrió el lado amable del sexo que, para Flora, era considerado como un instrumento de dominio masculino que le producía gran rechazo. Su misión era lo más importante: “Redimir a los explotados, unir a los obreros, conseguir la igualdad para las mujeres, hacer justicia a las víctimas de este mundo tan mal hecho, era más importante que el egoísmo maravilloso del amor (…)”. Sus ideas quedaron reflejadas en La Unión Obrera, obra que dio a conocer ella misma realizando un viaje por diferentes lugares de Francia con el objetivo de reunirse con obreros y mujeres para conseguir que se sumaran a su causa. Durante este recorrido, la protagonista va desgranando su historia a través de recuerdos y anécdotas con saltos temporales al pasado y al presente que nos conducen hasta el final de los días de Flora.
            Por otra parte, Paul Gauguin, nieto de Flora Tristán, abandona su cómoda vida burguesa como agente de bolsa para dedicarse a su verdadera pasión: la pintura. Dicha decisión supone el ocaso de su vida familiar y el comienzo de una existencia marcada por las penurias económicas y los anhelos frustrados. El pintor decide marcharse a Tahití para buscar la verdadera inspiración en una tierra no contaminada por las convenciones sociales y las rígidas normas morales y estéticas de una Europa que no terminaba de comprender su concepto del arte. Allí parece sentirse libre y da rienda suelta a su creatividad y a su pasión sexual, motor indispensable para su trabajo artístico. Tras idas y venidas a Francia y a la citada isla, “Koke” se va desencantando de ese paraíso terrenal en el que ha vivido pues comprueba que allí también está llegando la corrupción colonial, por lo que decide instalarse en las islas Marquesas, donde muere. Especialmente interesante es conocer el proceso creativo de algunas de las pinturas más importantes de Gauguin y la relación de amistad que mantenía con Vicent Van Gogh, que se truncaría definitivamente a raíz del famoso episodio de la oreja del holandés.
            Pudiera pensarse que los protagonistas de esta novela son seres antagónicos, una totalmente altruista y otro, decididamente egoísta, que sólo están unidos por el parentesco familiar. Mas ambos comparten la búsqueda de un mundo mejor que el que les ha tocado vivir, se rebelan contra lo establecido y osan desafiar las normas sociales. Otros muchos paralelismos comparten en sus vidas: sufren dificultades económicas, abandonan a sus familias para alcanzar sus objetivos, padecen graves enfermedades –Flora, cólicos y dolores fortísimos en la matriz-; Gauguin, la impronunciable sífilis-, mueren en una soledad relativa, etc.
            Vargas Llosa, a través de una narración en tercera persona en la que intercala pasajes en segunda persona con los que dialoga directamente con sus personajes, presenta la trágica vida de estos seres cuyo principal anhelo era hallar un lugar mejor en el que existir. El título de la obra remite a un juego infantil en el que se pregunta por el paraíso y la respuesta indica que siempre está en la otra esquina, trasunto de lo que les ocurrió a Tristán y a Gauguin. Cuando parecían hallar su paraíso, se les escapaba de las manos y ambos murieron sin conocerlo.

            En definitiva, El paraíso en la otra esquina es una obra que se puede encuadrar en la biografía, pero también es un tratado de arte, un compendio filosófico de las utopías socialistas del siglo XIX, un valioso documento realista de reminiscencias dickenianas  de la explotación obrera que supuso la Revolución Industrial, una defensa a ultranza de la valía de las mujeres que se atreven a pensar y se rebelan ante el marginador papel de madre y esposa a que las relega una sociedad machista e injusta… Es decir, una gran obra que permite al lector conocer a dos personajes tan diferentes y, a la vez, tan iguales, que ahora sí viven en el paraíso del recuerdo inmortal.

3 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Motivadora, como siempre, tu sugerencia de esta semana. Por cierto, los lectores de Vargas Llosa estamos de enhorabuena: la editorial Debolsillo está reeditando todos sus títulos, de manera que es una buena oportunidad para releer sus libros o para acercarnos a los que en su momento no leímos. Esta editorial, tras reeditar a Isabel Allende y a Borges, está recuperando las obras de Vargas Llosa y también las de Mario Benedetti y las de García Márquez.

Tisbe dijo...

Gracias, Javier. Leer a Vargas Llosa siempre es un placer. No sabía lo que comentas de la editorial Debolsillo, es una buena iniciativa.

David Santana Peña dijo...

"Cuando llega la verdad, parece última su palabra; pero su palabra última da siempre a luz otra palabra."