Si quisiéramos elaborar una reseña perspectivista en lo artístico de Un dios salvaje, lo ideal sería leer el libreto de Yasmina Reza, traducido al español por Jordi Galcerán para Alba Editorial (con algunos errores ortográficos y gramaticales, dicho sea de paso); acudir a ver la obra de teatro, que en su versión española protagonizan Aitana Sánchez Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero; y, finalmente, para completar este ejercicio “multidisciplinar”, que dirían los nuevos castizos de las memeces léxicas, habría que ir al cine para ver la adaptación cinematográfica de Roman Polanski, fidelísima a la obra, si no es por algún elemento accesorio y con las magníficas interpretaciones de Kate Winslet, Jodie Foster, Cristoph Waltz y Johan C. Reilly. Pero como creer que Tarragona pueda algún día acoger una obra de teatro medianamente decente es pensar en lo excusado, aquí deberemos conformarnos, de momento, con las dos opciones restantes, aunque la naturaleza del género dramático ni pida ser leída ni tampoco ser visionada a través de una pantalla.
La alusión a las “memeces léxicas” con la que nos hemos despachado más arriba con obscena delectación (justo es reconocerlo) no está colocada allí por casualidad. Un dios salvaje es la picota donde se exponen para el escarnio público las sesudas cabezas de las mentes “políticamente correctas”; las de la charlatanería insulsa y vacía de los psicopedagogos, las de la pedantería esnobista en relación al arte y la cultura; las de la sensiblería ñoña e imbécil de los ecologistas y su cruzada para salvar al urogallo pirenaico y a la mariposa isabelina mientras millones de personas mueren de hambre en el planeta; las de los solidarios con el tercer mundo que escriben artículos y tesis doctorales desde su cómodo escritorio de ébano africano. Las cabezas de los abanderados de los valores democráticos, eso sí, filtrados aquéllos por el tamiz de sus propios intereses e impuestos como dogmas incuestionables bajo pena de convertirse el que osare dudar de ellos en poco menos que un apestado social sin conciencia ciudadana o en un fascista: grave paradoja ésta, la de una democracia que se impone desde una sola voz. Las cabezas de aquellos a los que se les llena la boca con las grandes palabras, civismo, convivencia, y que se amparan en la luz de la civilización occidental para hacernos creer que el ejemplo del Viejo Mundo es el único y verdadero modo de entender la vida. En definitiva, todo lo que, semana tras semana, con tan buen ojo clínico, denuncia Pérez Reverte en su “Patente de corso” o lo que resume Luis Alberto de Cuenca en aquel poema titulado “Political Incorrectness”.
Todo esto hallará quien se acerque con espíritu atento a esta obra. Dos matrimonios intentan solucionar civilizadamente un altercado entre sus hijos, en el que uno de ellos ha sido agredido por el otro perdiendo el primero en la trifulca dos dientes. Pero las situaciones, comentarios e irónicas sutilezas con las que se viste la reunión, acaban por exasperar los ánimos y poner a prueba la supuesta actitud cívica con la que empieza la obra. Yasmina Reza sabe contemporizar con gran destreza el crescendo degenerativo de sus personajes, salpicando con algunos clímax y restauraciones del orden la evolución del argumento. La dramaturga coloca en el límite las convicciones cívicas de los personajes aceptadas por pura convención social y, precisamente por ello, artificiales. Cuando queda desnuda la armazón raquítica y endeble de los cimientos en los que se sustentan estos valores, aparece solo, desamparado y asustado, el ser humano, libre de las ataduras y de los roles, asistido solamente por el primitivismo de su ser esencial y, por ello, también auténtico y aliviado.
4 comentarios:
Si las cosas no ha cambiado en los últimos cinco años, y supongo que no, efectivamente, es penar en lo excusado (como cervantinamente comentas). Por otro lado, allá ellos, pues se pierden la oportunidad de contemplar a Aitana Sánchez Gijón, tan hermosa siempre.
Bueno, Píramo, Tisbe y los demás: que paséis unas buenas fiestas y que Papá Noel y los Reyes Magos os traigan un montón de libros (de papel, por supuesto).
Fe de erratas: he querido escribir "pensar"; aunque bien mirado, tal y como están las cosas en Tarragona, quizá le cuadre más "penar".
Es una lástima no haber podido ver la representación cuando vino a Alicante. Me parece interesante la crítica a las personas que son políticamente correctas, es un tema muy actual. Cuando lea la obra (próximamente) podré opinar con más criterio.
Felices Navidades a todos y feliz año 2012.
Javier, por supuesto, libros de papel.
Javier, felices fiestas a ti también y a todos los tuyos. Igual que te digo que los libros serán de papel, también te digo que los traerán los Reyes. En ambas cosas somos muy tradicionales, a mucha honra.
Tisbe, tienes razón. Pero todo no puede ser. Al menos en Alicante ha sido por calendario; en Tarragona, en cambio, sencillamente no hay calendario cultural.
A todos los que nos siguen, felices y literarias fiestas.
Publicar un comentario