Una de las sátiras sociales que circulan por los teatros
españoles esta temporada es ¡Sin paga
nadie paga!, del escritor italiano Dario Fo. Esta comedia fue estrenada en
Milán en 1974 con gran éxito pues permaneció en cartel hasta el año 1980. Su aparición
estuvo rodeada de polémica, puesto que el autor fue acusado de hacer un teatro de “política-ficción”,
de plantear una situación inverosímil que casi rozaba lo absurdo, pues ¿cómo se
podía aceptar que dos mujeres decidieran llevarse la comida de un supermercado
sin pagar y hacer cundir el ejemplo hasta convertirlo en un acto reivindicativo? Suele decirse que la realidad
supera la ficción y en este caso así fue, ya que al poco tiempo tuvo lugar en
dicha ciudad esta situación. El escándalo
fue tan sonado que Dario Fo fue acusado de instigar a la clase obrera a cometer
el delito de apropiación indebida.
Casi cuarenta años después, el Nobel de Literatura ha
reescrito el texto adaptándolo a la Italia de Berlusconi. Se trata, por tanto, de un argumento que goza
de una vigencia absoluta y que puede considerarse como un espejo de la delicada
situación que se está viviendo en muchos países a raíz de esta crisis global
que nos afecta. Sin ir más lejos, en España. Seguramente todos recordarán la “expropiación
forzosa” que protagonizaron el pasado
mes de agosto unos sindicalistas del SAT, respaldados por el parlamentario Juan
Manuel Sánchez Gordillo.
El director Gabriel Olivares nos presenta la versión
española de esta pieza de la mano de Pablo Carbonell y otros cuatro actores que
hacen una muy buena interpretación. A raíz del “robo” cometido por Antonia, del
cual es cómplice su amiga Margarita, se suceden una serie de acontecimientos
disparatados puesto que es fundamental que su esposo, Juan, tan escrupuloso con la ley, no descubra su
delito. Este personaje es el más interesante, ya que a lo largo de la obra
experimenta un gran cambio psicológico y sufre un proceso de desengaño que le
lleva a renunciar a sus principios. Al comienzo de la obra se presenta como un
hombre pobre, trabajador y honrado que defiende que las normas deben acatarse (“no
se puede hacer lo que a uno le dé la gana, hay que atenerse a la ley”) y que confía en la justicia ("para
remediar las injusticias hay métodos de lucha democráticos…”). Cuando se entera
del delito cometido por las mujeres de su barrio, no duda en rechazar
absolutamente dicho comportamiento: “…así no me extraña que por ahí digan que
los obreros roban, que somos una chusma…”. A raíz del registro policial que se
realiza en su edificio y del falso embarazo que fingen las mujeres para ocultar junto a su vientre
la comida robada, los personajes ponen en evidencia algunos de los problemas
más graves que azotan a la sociedad. Así, vemos cómo hay policías hastiados de
tener que controlar situaciones que entienden: “Mire, personalmente esas
mujeres merecen toda mi comprensión: ¡contra el abuso del comercio no hay más
defensa que la expropiación!”; se alude a la falta de transparencia de los
partidos políticos: “Primero roban, y luego para castigarse deciden
autofinanciarse con nuevas leyes…”; se critican las malas condiciones de los
hospitales públicos; se denuncia la explotación laboral que sufren los obreros
y la indefensión legal que padecen: “…nunca os da por controlar que nos
respeten los contratos, que no nos asfixien con el destajo, que cumplan la
normativa de accidentes laborales…” ; el
despiadado aprovechamiento que hacen las empresas de la crisis, pues justifican
el despido de sus empleados amparándose en pérdidas económicas que realmente no
padecen: “¿Cierran la fábrica? ¿Y por qué? Nosotros no estamos en crisis. ¡Si
tenemos pedidos lo menos para dos años!”; el abuso de los bancos: “Cogen unas
acciones, las vacían de su valor vivo y te encasquetan la acción vacía…¡con
muerto!” y los desahucios: “Hemos currado como bestias toda la vida para
conseguir una casa nuestra, para vivir en ella y dejársela a nuestros hijos…y de
pronto: ¡estamos hundidos! Ya no tenemos nada, ¡somos unos sin techo!”. El despido
injusto de Juan y de sus compañeros y todas las situaciones anteriormente
comentadas hacen que el personaje renuncie a sus principios y decida unirse a
la revolución popular: “Llega un momento en que hasta los gilipollas espabilan”.
Estas
críticas aparecen enmarcadas en situaciones disparatadas que garantizan la risa
del espectador. Cuando parece que la trama no puede enredarse más, Fo nos
sorprende con otra vuelta de tuerca ingeniosa. Esta mezcolanza de humor y
crítica se presenta como una fórmula exitosa que garantiza la carcajada y la
reflexión sobre la triste situación que estamos viviendo en un mundo en que se
han perdido los valores más nobles, en una sociedad en la que la honradez y la
honestidad son aplastadas por el egoísmo, la explotación y el engaño. En definitiva,
Dario Fo presenta el desengaño del Cuarto Estado que se siente indefenso ante
la podredumbre que impera en la sociedad. Por eso, en el texto original, el cuadro de Pelizza da Volpedo que cuelga de la pared, se difumina en un final simbólico.
El Cuarto Estado, de Pellizza da Volpedo |
3 comentarios:
Una obra muy entretenida y de renovada actualidad
La verdad es que resulta curiosa la vitalidad y vigencia de obras clásicas. La obra está muy bien: es divertida y crítica a la vez, lo que no es una mala combinación. Sigo pensando, no obstante, que la protagonista femenina debería tener otro perfil. Menos guapa y más chisposa. Al menos, eso es lo que se desprende cuando uno lee el texto, antes de acudir a la obra. Una posible candidata podría haber sido Goizalde Núñez, sin cambiar casi nada de su carácter en "Tres", la comedia de Juan Carlos Rubio. Muy buena reseña, Tisbe, con esa selección de citas tan bien traídas.
Mari, sí que es entretenida. Cuando la leí me reí muchísimo y cuando la vi representada también.
Píramo, coincido contigo en que Antonia debería ser un poco más mayor y con algo más de gracia. No obstante, la fuerza cómica de la obra no se ve empañada por el trabajo de la actriz. Ay, qué buenos momentos pasamos viendo "Tres".
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