En
una de las intersecciones con la emblemática calle Unió de Tarragona, nace la
calle Reding, estrecha, casi un pasadizo, flanqueada a izquierda y a derecha
por una sucesión de bolardos metálicos, como un escuadrón de soldados
liliputienses ataviados con sus corazas que pretendiese honrar la memoria del
general que da nombre a la calle. En el margen de las angostas aceras se abren
pequeños negocios que acicatean la curiosidad del transeúnte, pues las más de
las veces su género no responde a los productos comunes de las calles
principales. Si quisiéramos comprar un gremlin, seguro que tendríamos que
acudir a la calle Reding, y apuesto a que Michael Ende imaginó para la tienda
en que Bastian adquiere La historia
interminable algo parecido a una calle Reding. Al final del callejón se
abre la Plaza Corsini, donde se erige el Mercado Central, construido al gusto
modernista. En Málaga hay también un paseo de Reding y en Bailén una plaza de
Reding.
Teodoro
Reding (1755-1809) fue general del ejército español en el llamado Tercer
Regimiento Suizo de Reding. En 1802 fue destinado a Málaga para contener las
epidemias de fiebre amarilla que asolaron la ciudad. La fiebre se llevó a 7000
personas, 200 de las cuales pertenecieron a hombres de su regimiento. Su
denuedo contra la epidemia le valió luego el cargo de gobernador de Málaga, función
que desempeñó con una clara vocación de servicio y unas políticas sociales,
sanitarias y urbanísticas que pretendían redundar en el bienestar de los malagueños,
especialmente de aquellos más desfavorecidos. En 1808, durante la Guerra del
Francés, participó en la exitosa batalla de Bailén bajo las órdenes del general
Castaños, infligiendo la primera derrota a las tropas de Napoleón. En el cuarto
de sus Episodios Nacionales, el
titulado Bailén, Benito Pérez Galdós
hace que su protagonista, Gabriel, forme parte de la división comandada por
Reding. Bailén, que no es, al menos
para mí, el mejor libro de la serie, describe aquel capítulo de nuestra
Historia patria con la plasticidad en él frecuente, aunque la novela encalla en
la profusión de detallismo sobre los datos estratégicos de la contienda, quizás
interesante para los amantes de la literatura bélica pero no, desde luego, para
quien esto escribe. Lo mejor, quizás, de Bailén,
es el memorable pasaje donde se describe La Mancha, infiriendo de la sugestiva
monotonía de sus planicies el inapelable acierto de Cervantes para convertir
aquella tierra en la patria de don Quijote.
Participó
después Reding en la campaña de Cataluña contra el ejército bonapartista pero
fue derrotado en Valls por el general Laurent de Gouvion-Saint-Cyr, batalla en la que resultó herido. Murió dos
meses después, al contraer una infección por tifus, tras visitar el hospital
militar de Altafulla. El 23 de abril de 1809 –el año pasado se cumplieron 210
años– fue enterrado en la Catedral de Tarragona, aunque más tarde sus restos
fueron depositados en el lujoso panteón del cementerio de cuyo mantenimiento se
encarga el Ministerio de Defensa. Reding fue uno de los primeros en ocupar el
nuevo cementerio extramuros que se había habilitado en 1809 para poder ubicar a
los numerosos muertos causados por la guerra contra los franceses.
Enfilando
la estrecha y oscura calle Reding, uno no puede más que sugestionarse pensando
en las dos epidemias –fiebre amarilla y tifus– a las que se enfrentó el
ejemplar héroe militar. Pero conforme uno avanza y llega, al fin, al espacio
abierto de la plaza Corsini, y descubre su mercado y recuerda la barahúnda
comercial de otro tiempo que nos parece muy lejano aunque no lo sea tanto, y halla
las terrazas atestadas y los niños jugando a la pelota y la tremolina de la
vida, entonces, la estrecha y oscura calle Reding se queda atrás y el general
vuelve a ganar en Bailén y nosotros nos damos a la luz. Fase 1.
1 comentario:
En sus LECTURAS ESPAÑOLAS cuenta Azorín que "un día el vencedor de Bailén, don Teodoro Reding, encontró a Mor de Fuentes y le regaló un ejemplar, en alemán, de WERTHER, de Goethe. Inmediatamente Mor de Fuentes comenzó a traducir en lengua castellana el libro de Goethe dando, así, la primera versión castellana de WERTHER". Y añade Azorín: ¿No es interesante figurarnos a Reding, el gran soldado de Bailén, leyendo en alemán el WERTHER, de Goethe?
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