domingo, 1 de septiembre de 2013

220. El guardián invisible



Si el lector busca una novela sin más pretensiones que la de entretenerse quizás El guardián invisible, de Dolores Redondo, pueda resultar una opción satisfactoria. Quien siga de manera más o menos regular mis reseñas literarias conocerá el desapego que siento hacia la literatura que reduce su razón de ser a lo meramente lúdico. Como artefacto artístico (valga la redundancia), a la novela hay que pedirle algo más. No volveré sobre ello porque creo haber dedicado algún artículo a tales reflexiones. Sin embargo, tampoco soy partidario de esa posición elitista que niega a la novela el oficio de hacer pasar al lector un rato distendido y más bien plano. Para filosofar ya están los ensayos y para las expansiones líricas ya está la poesía, aunque es deseable que la novela se sazone también con una pizca de lo uno y de lo otro.

Pero no perdamos el hilo de nuestra reseña. Decíamos que El guardián invisible es una novela entretenida. Pues sí, lo es, aunque para ello tenga que someterse a los clichés  del género policiaco más convencional, a saber: asesino en serie que mata a sus víctimas siguiendo un mismo ritual de corte pagano; inspectora de policía atormentada por su pasado; resolución del caso mediante algunos meandros argumentales que juegan al despiste; y catarsis existencial de la inspectora. Pese a esta caída en el tópico, la novela cuenta con algunos aciertos literarios. Entre ellos destaca la sutil frontera que la escritora establece entre lógica y fantasía. La hipótesis del basajaun (criatura de los bosques en la mitología vasca), como posible artífice de las matanzas, transita como una sombra por toda la novela pese al descreimiento del lector, que enseguida descarta esa posibilidad. Y, no obstante, esta presencia permanece latente todo el tiempo. En otros capítulos se producen también encuentros paranormales adornados de cierta vaguedad que nunca son resueltos por la razón y que se dejan así, en ese espacio incierto, como si la escritora deseara implícitamente conferirles legitimidad, la legitimidad de la tradición oral de Elizondo. En el haber de la novela también se halla la precisión con que se describe el lenguaje no verbal de los personajes, cuestión que suele descuidarse bastante en las novelas y que a mí me parece una interesantísima aportación a la construcción de los diálogos, que quedan así completados en todos sus matices. Es algo que también he observado, por ejemplo, en Lorenzo Silva.

Respecto a los aspectos mejorables de la novela, hay que mencionar que algunas conclusiones de la inspectora Salazar en el proceso de la investigación resultan gratuitas y rebatibles; también peca el libro de un excesivo didactismo, algo impostado, sobre todo cuando se explican algunos pormenores técnicos relacionados con autopsias o en la descripción histórica de Elizondo, más propia de una guía turística. La caracterización de los personajes es bastante plana. De casi todos, incluso de los secundarios, se dedican capítulos enteros a trazar pequeñas estampas sobre su personalidad, como si se pretendiera con ello colocar sobre el tapete a todos los posibles candidatos a asesinos para que así el lector pueda hacerse su propia composición de lugar. Visto luego el transcurso argumental, esta muestra de naipes resulta ineficaz. Otros personajes resultan algo maniqueos, lo que amenaza peligrosamente con evidenciar con demasiada anticipación al posible asesino, aunque luego la escritora soluciona este handicap con un habilidoso arreglo.  El personaje más trabajado es la propia inspectora Salazar pero su amarga historia familiar resulta por momentos un melodrama de mala telenovela, sonrojante en algunos diálogos.

Los derechos del libro han sido comprados por los productores de Milenium para una próxima adaptación cinematográfica. Cine comercial para un libro comercial. Comercial para lo bueno y comercial también para lo malo.

2 comentarios:

Tisbe dijo...

Buena reseña, Píramo. Coincido contigo en la reflexión inicial que haces. Estoy enfrascada en la lectura de esta novela y, la verdad, es que es bastante entretenida. Ideal para las noches de calor veraniego.

Ruth Segado dijo...

La leí este verano y me gustó mucho. Bien escrita, bien ambientada, buena historia.