sábado, 3 de mayo de 2014

249. El buen hijo


           
 
Una de las funciones que tiene la literatura es la de entretener al lector. No es mi intención debatir sobre la idoneidad de que las novelas cumplan únicamente este requisito. Obviamente, considero que es insuficiente y que la buena Literatura incluye otros muchos aspectos en los que la mera diversión queda en último lugar o desaparece. No obstante, en ocasiones, al lector le apetece leer este tipo de obras pues contribuye a oxigenar la mente, a pasar un rato amable dejándose llevar por un argumento sin pretensiones.
El buen hijo, de Ángeles González-Sinde, se incluiría en este tipo de obras. Su argumento gira en torno a la vida de Vicente, un chico de 37 años que vive con su madre y que trabaja en la papelería que ésta regenta. A raíz de un accidente doméstico que impide a Marga ir a trabajar, Vicente decide coger las riendas de su vida y dar un cambio radical. Para ello, tiene intención de comprarle el negocio a su madre y de iniciar una relación amorosa seria con Corina, empleada de la papelería. Mas ninguno de estos objetivos llegará a buen puerto, pues su indecisa personalidad y su afán por complacer a los demás se impondrán como un muro infranqueable.
Resulta interesante la psicología del protagonista. Vicente es un hombre anulado, cuyas ilusiones se frustraron cuando su padre falleció y que está condenado a ver fracasar todos sus proyectos, sean de la índole que sean. Mientras los demás pisan con fuerza por la vida, él se arrastra por la suya cual caracol fatigado.
Uno de los méritos de la novela consiste en que el lector empatiza con el personaje y reflexiona sobre la delicada situación que viven muchos treintañeros que comprueban que las piezas de su vida no encajan, que no han sido capaces de formar ni la mitad de su puzzle y que por el camino han ido perdiendo sueños e ilusiones. Todo ello aderezado con dosis de humor que arrancan la sonrisa del lector en más de una ocasión y con un lenguaje muy cinematográfico.
Ahora bien, la novela de González-Sinde se sustenta sobre grandes tópicos que no aportan nada novedoso al tema tratado. Hace reír, hace reflexionar, pero no da ninguna vuelta de tuerca a un tema bastante manido. Como ejemplo, se podría comentar el desenlace de la obra, ese viaje catártico que Vicente decide realizar para volver a comenzar en el punto en que su vida dejó de pertenecerle y se vio relegado a vivir por y para los demás. Se trata de un final previsible que el lector intuye hace algunos capítulos.
Como es sabido, esta novela fue la segunda finalista  del archiconocido Premio Planeta.  Este premio se sustenta en el impulso editorial que ofrece a sus ganadores, quienes ven cómo las ventas se disparan gracias a la potentísima maquinaria de marketing que se activa en torno a estos libros. No importa tanto la calidad literaria de los mismos ni la profundidad de sus temas. El poderoso caballero don dinero se hace dueño y señor de un concurso cuyo fallo es conocido de antemano. No hay emoción ni transparencia en la selección de las obras.
En este caso, nos encontramos ante una novela amena y ligera que no pasará a los anales de la Historia de la Literatura pero que sí figurará en el listado de los Premios Planeta que inundan las librerías cada año mientras otras obras, quizás de muchísima calidad pero de autor desconocido en el mundo editorial, naufragan en cajones olvidados. ¿Para cuándo un certamen literario transparente, en el que se premie la calidad y no el nombre de los escritores?

12 comentarios:

Píramo dijo...

Como bien dices, Tisbe, el libro es una lectura amable y simpática sin más pretensiones. Coincido contigo en que uno de los aciertos de la novela es la construcción psicológica del personaje principal, apocado y títere de los demás. Pero, obviamente, la obra no vale 150.000€, igual que no vale 600.000 el libro ganador de Clara Sánchez que, por supuesto, no voy a leer tras la atroz defensa que ella misma hizo de su libro. El desprestigio literario del Planeta es absoluto y sólo sirve para la medra econonómica del ganador pero no para el reconocimiento literario. Fueron sonadas las renuncias de Delibes o de Ernesto Sabato.

Javier Angosto dijo...

Estoy de acuerdo, Tisbe, con lo que dices de que "en ocasiones, al lector le apetece leer este tipo de obras pues contribuye a oxigenar la mente, a pasar un rato amable dejándose llevar por un argumento sin pretensiones". Otra cosa es si esto, claro, puede ser bagaje suficiente para auparse con el galardón mejor dotado del panorama literario español.
Conocía, Píramo, la dignísima renuncia de Miguel Delibes; no conocía, en cambio, la de Ernesto Sábato.

Tisbe dijo...

Píramo y Javier, veo que estamos de acuerdo en que una obra merecedora de un galardón tan cuantioso debe ofrecer al lector algo más que puro entretenimiento.

Gael Avella dijo...

Es una lástima que un premio tan bonito como el planeta sea a veces tan estrafalario. Últimamente se dejan llevar por unos criterios más que discutibles

Inma Rodríguez Moranta dijo...

Buena crítica. Y muy de acuerdo con Tisbe en que la literatura ha de entretener, pero no solo eso

Pilar Blanco dijo...

Hombre, cuando una editorial, como empresa privada que es, organiza y abona sus premios, puede decidir el formato, el nivel del libro y hasta la carta astral del ganador. Otra cosa sería el paripé de los supuestamente serios miembros del jurado o de los próceres y próceras de todos los campos del saber y el ignorar que acuden a gozar de la mesa del rico Epulón con la cara de sorpresa puesta, aunque sea saltándose a la torera éticas y dignidades que nunca han llenado el plato de otra cosa que aire. Y otra cosa es también cuando se representa parecida -aunque menos sustanciosa- farsa con dinero público, que el contribuyente apoquina a través de su ayuntamiento, diputación, fundación subvencionada etc. etc., ad maiorem gloriam del editor de turno y su corte de los milagros. Que también ocurre. Y todos lo sabemos.

Xavier Vidal dijo...

Tengo curiosidad, básicamente por la vinculación cinematográfica de la escritora. Pero leí el libro de Mara Torres, otra finalista del Planeta, y fue muy decepcionante. Supongo que el Planeta obedece más a la ventas que a lo literariamente destacado

Annie Montoya dijo...

Yo ultimamente he descubierto grandes escritoras españolas, que se merecería ganar el Premio Planeta, vease Mercedes Pinto, Conchita Marin, Mar Mella, Mercedes Gallego, M.J. Moreno, Mayte Esteban y otras. La cancion de Dorotea a mi me gusto mucho

Mari Carmen Pidal dijo...

Es muy sencillota, se lee rápido, pero lo que más indigna es que no dura nada porque el tipo de letra es enorme, jejeje

Píramo dijo...

Cuando retransmitieron por televisión las supuestas deliberaciones del jurado, con las puntuaciones, descartes y demás, me moría de la vergüenza porque todo el mundo sabía ya el ganador.

Gael Avella dijo...

Toda la razón. Ya cuando días antes están con los posibles ganadores y un día salia el nombre de !!Ana Rosa Quintana!!! Pensé, esto ya es algo increíble. ¿que casualidad que siempre gane algo relativamente mediático o conocido....? En mi opinión, los que más me gustaron de los últimos fue melocotones helados y la canción de Dorotea. Y la tempestad, a pesar del rechazo que me provoca el autor

Tisbe dijo...

Gael Avella, sí que es triste pensar que un premio con tanta cobertura mediática sea una gran farsa en la que prima lo económico por encima de la calidad literaria.
Pilar Blanco, estoy de acuerdo con que más triste es todavía el paripé que se organiza para entregar unos premios que están dados de antemano. ¿Ensayarán los ganadores la cara de sorpresa que pondrán cuando oigan sus nombres?
Xavier Vidal, efectivamente, los diálogos de la novela son muy cinematográficos.
Annie Montoya, apuntadas quedan tus recomendaciones.
Inma Rodríguez, siempre he defendido la idea de que la literatura tiene muchas más funciones que la de entretener (que también es importante, no digo lo contrario).

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Un saludo.