Si el lector busca una novela sin más pretensiones que
la de entretenerse quizás El guardián invisible, de Dolores Redondo,
pueda resultar una opción satisfactoria. Quien siga de manera más o menos
regular mis reseñas literarias conocerá el desapego que siento hacia la
literatura que reduce su razón de ser a lo meramente lúdico. Como artefacto
artístico (valga la redundancia), a la novela hay que pedirle algo más. No
volveré sobre ello porque creo haber dedicado algún artículo a tales
reflexiones. Sin embargo, tampoco soy partidario de esa posición elitista que
niega a la novela el oficio de hacer pasar al lector un rato distendido y más
bien plano. Para filosofar ya están los ensayos y para las expansiones líricas
ya está la poesía, aunque es deseable que la novela se sazone también con una
pizca de lo uno y de lo otro.
Pero no perdamos el hilo de nuestra reseña. Decíamos
que El guardián invisible es una novela entretenida. Pues sí, lo es,
aunque para ello tenga que someterse a los clichés del género policiaco más convencional, a
saber: asesino en serie que mata a sus víctimas siguiendo un mismo ritual de
corte pagano; inspectora de policía atormentada por su pasado; resolución del
caso mediante algunos meandros argumentales que juegan al despiste; y catarsis
existencial de la inspectora. Pese a esta caída en el tópico, la novela cuenta
con algunos aciertos literarios. Entre ellos destaca la sutil frontera que la
escritora establece entre lógica y fantasía. La hipótesis del basajaun
(criatura de los bosques en la mitología vasca), como posible artífice de las
matanzas, transita como una sombra por toda la novela pese al descreimiento del
lector, que enseguida descarta esa posibilidad. Y, no obstante, esta presencia
permanece latente todo el tiempo. En otros capítulos se producen también
encuentros paranormales adornados de cierta vaguedad que nunca son resueltos
por la razón y que se dejan así, en ese espacio incierto, como si la escritora
deseara implícitamente conferirles legitimidad, la legitimidad de la tradición
oral de Elizondo. En el haber de la novela también se halla la precisión con
que se describe el lenguaje no verbal de los personajes, cuestión que suele
descuidarse bastante en las novelas y que a mí me parece una interesantísima
aportación a la construcción de los diálogos, que quedan así completados en
todos sus matices. Es algo que también he observado, por ejemplo, en Lorenzo
Silva.
Respecto a los aspectos mejorables de la novela, hay
que mencionar que algunas conclusiones de la inspectora Salazar en el proceso
de la investigación resultan gratuitas y rebatibles; también peca el libro de
un excesivo didactismo, algo impostado, sobre todo cuando se explican algunos
pormenores técnicos relacionados con autopsias o en la descripción histórica de
Elizondo, más propia de una guía turística. La caracterización de los
personajes es bastante plana. De casi todos, incluso de los secundarios, se
dedican capítulos enteros a trazar pequeñas estampas sobre su personalidad,
como si se pretendiera con ello colocar sobre el tapete a todos los posibles
candidatos a asesinos para que así el lector pueda hacerse su propia
composición de lugar. Visto luego el transcurso argumental, esta muestra de
naipes resulta ineficaz. Otros personajes resultan algo maniqueos, lo que
amenaza peligrosamente con evidenciar con demasiada anticipación al posible
asesino, aunque luego la escritora soluciona este handicap con un
habilidoso arreglo. El personaje más
trabajado es la propia inspectora Salazar pero su amarga historia familiar
resulta por momentos un melodrama de mala telenovela, sonrojante en algunos
diálogos.
Los derechos del libro han sido comprados por los
productores de Milenium para una próxima adaptación cinematográfica.
Cine comercial para un libro comercial. Comercial para lo bueno y comercial
también para lo malo.
2 comentarios:
Buena reseña, Píramo. Coincido contigo en la reflexión inicial que haces. Estoy enfrascada en la lectura de esta novela y, la verdad, es que es bastante entretenida. Ideal para las noches de calor veraniego.
La leí este verano y me gustó mucho. Bien escrita, bien ambientada, buena historia.
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