domingo, 15 de diciembre de 2013

231. Cancela insomne


 
Que la evocación de la infancia como paraíso perdido es un motivo recurrente en poesía, es asunto probado. Y,
no obstante, esa veta de la memoria sigue llenando incesantemente los poemarios a cuyos versos nos asimos también los lectores en la búsqueda universal de ese arcano edénico que nos devuelva.

Juan Ramón Torregrosa quiere cerrar con su última obra ese ciclo temático, que es una constante en toda su producción, y lo hace con un libro atento a la captura de todos esos “vislumbres originarios” de los que hablaba Cesare Pavese, capaces de recuperar el instintivo estado de desnuda esencialidad que conforma la bandera de aquella patria, quizás la única cierta y verdadera.

El libro está dividido en cuatro secciones que, salvo la primera, se corresponden con las etapas de la infancia, la preadolescencia y la madurez. La obra se abre con una interesantísima primera parte, “Quien conmigo va”, que hace las veces de pórtico filosófico y que plantea las confusas lindes entre la memoria, siempre subjetiva, y la verdad, sólo atisbada en instantes efímeros que laceran al poeta, no por su contenido mismo, sino por la convulsión radical que produce la conciencia del tiempo que vuelve. Especialmente destacable es el poema “Sueño y vigilia”, con la espléndida imagen del viajero en duermevela que, al despertar, halla entre el vaho del cristal, su propia imagen, como si otro viajero, que es él mismo, hubiera ocupado el asiento contiguo. El viaje es metáfora de la vida y la epifanía del reflejo en el cristal, símbolo del desconocido, nosotros mismos, que nos acompaña.

La segunda sección, “Cancela abierta”, rescata la candidez de los primeros descubrimientos que asombran a nuestra niñez. En muchos de estos poemas se columbra un cierto desamparo, con algún episodio traumático, y la turbación recelosa del contacto con el mundo de los adultos, más peligroso que los ingenuos primeros miedos infantiles. Especialmente hermoso es el poema “Sombras en movimiento”, que narra la primera experiencia cinematográfica. El haz de luz “que atraviesa el espacio tenebroso / y se convierte en vida palpitante”, bien pudiera utilizarse como imagen de la memoria, luz etérea, imposible, irreal, que germina en nuestra mente.

La tercera división corresponde a “Cancela insomne”, que da título al libro. Los poemas aquí agrupados dan un paso más en ese proceso revelador de los descubrimientos, centrados aquí en el propio cuerpo y la sexualidad, que son tratados con exquisito buen gusto, y siempre al amparo de una ingenua clandestinidad acechada dolorosamente por el sentimiento de culpa. Es la etapa en la que el niño debe agarrarse a las palabras de los adultos, misterios insondables todavía, pero asidero de quien, aún sin respuestas, navega a la deriva sujeto a esas palabras que algún día le conducirán a la playa del autoconocimiento.

Finalmente, “Cancela oculta”, desde la perspectiva ya de la madurez y la ancianidad,  aborda la impotencia ante el paso del tiempo, aunque con una mirada esperanzada en el presente, único valedor de la existencia. Pero es, sobre todo, la constatación del retorno a la infancia que experimenta el hombre al franquear la senectud.. Esta circularidad se aprecia, por ejemplo, en el último poema, “Vida retirada”, que reformula el tópico del beatus ille latino y que conecta, ignoro si conscientemente, con el poema “Noche de verano”, de la segunda sección. En ambos, el poeta niño y el poeta adulto, se entregan a la placidez de un sencillo instante de plenitud. Queda así el libro redondo, unidos sus cabos, como la vida misma.

Juan Ramón Torregrosa (en el centro) durante la presentación del libro en la Librería 80 Mundos de Alicante

Un servidor, flanqueado de grandes escritores. A mi izquierda, el poeta José Luis Vidal y el escritor Mariano Sánchez Soler. A mi derecha (salvando a Doña Ramona, que es un clásico ya en estos eventos), la poeta Pilar Blanco.
 

7 comentarios:

M. Cortés dijo...

No tenía el placer de conocer al autor, pero tu entrada me ha despertado el apetito. Gracias

Javier Angosto dijo...

Y el mío también.

Píramo dijo...

Marcelino, Javier, lo celebro. Torregrosa tiene la ventaja de no ser un poeta oscuro. Su poesía es muy transparente sin menoscabo de su calidad literaria. A veces tendemos a considerar sólo buenos poetas a aquellos que resultan crípticos. Pero la chispa lírica puede brotar de la imagen más sencilla. Por lo demás, el tema de la infancia es tan universal, que, con los matices biográficos de cada cual, resulta difícil no identificarse con sus poemas. Gracias por vuestro comentario.

Juan Ramón dijo...

Gracias, Fernando, por tu atenta y generosa lectura de mis poemas. La íntima satisfacción que nos depara ver nuestras ideas y emociones volcadas en palabras es mayor, si cabe, cuando estas tienen resonancia en un "corazón fraterno", como decía el maestro Aleixandre.

Píramo dijo...

Juan Ramón, el artículo ha aparecido en el Diari de Tarragona pero todavía no lo ha hecho (ignoro los motivos) en el Información de Alicante, aunque creo que se publicará pronto. Son esas paradojas incomprensibles: un autor alicantino aparece antes en un periódico de Tarragona que en el de la propia ciudad de Alicante. Por lo demás, celebro que te haya gustado la reseña. Es fácil albergar un corazón fraterno cuando lo volcamos sobre aquello que nos une: la poesía y la palabra. Un abrazo.

Pilar Blanco dijo...

Yo también opino que has leído muy de cerca Cancela Insomne, Fernando. Coincido en el enfoque de tu lectura y en el reconocimiento de esa transparencia con hondura que involucra al lector con el yo lírico de los poemas. Cada cual tiene una experiencia íntima de la infancia que solo la buena poesía puede hacer común. Y este es el caso.

Píramo dijo...

Gracias, Pilar. Estamos de acuerdo. Si atendemos a algunas teorías literarias, podríamos afirmar que el autobiografismo siempre está presente en las obras de los escritores. Tomando una posición radical, diríamos que toda obra es autobiográfica porque es hija de su autor. Lo importante es que lo que toma el escritor de su propia experiencia vital, sea capaz de superar su circunstancialidad para convertirse en materia universal