Teócrito nos ofrece en sus famosos Idilios, en
concreto en el idilio XIII, una de las versiones que con mayor recorrido ha
llegado hasta nosotros sobre el mito de Hilas. Amante de Hércules, Hilas
acompañó al héroe en la nave Argo, camino de la Cólquide, en busca del
vellocino de oro, junto al resto de argonautas capitaneados por Jasón. Al
tercer día de travesía, la nave llegó al Helesponto e hizo noche en la
Propóntide (en el actual mar de Mármara, concretamente en la isla de Cío). La
tripulación se disponía a preparar la cena cuando Hilas abandona la playa y se
aventura en la espesura en busca de agua para Hércules. Halla entonces un
manantial rodeado de juncos y, cuando se resuelve a llenar su vasija de bronce,
las ninfas Eunica, Malis y Niquea, deidades de las aguas, emergen de las
profundidades y, heridas de atracción ante la belleza de Hilas, lo agarran por
el brazo hasta sumergirlo en el manantial “como cae del cielo el astro
encendido, de golpe, en el mar”. Nunca más se supo de Hilas. Hércules lo buscó
con desesperación, desertando, incluso, de la nave Argo, que reemprendió el
viaje sin él. En términos actuales, diríamos que Hilas fue secuestrado por las
ninfas llevadas por un móvil sexual.
Ahora, una galería de Manchester ha retirado de su
exposición el bellísimo cuadro del pintor prerrafaelita Waterhouse, Hilas y las ninfas, que reproduce la
historia de marras. Aducen que los desnudos de las ninfas contribuyen a la
cosificación de la mujer. Sin embargo, aquí el único cosificado que yo veo es
el desgraciado de Hilas, cuyo único pecado había sido ser hermoso y estar en el
lugar equivocado, cayendo víctima, solo, sin amparo y contra su voluntad, de la
actitud libidinosa de unas ninfas sin escrúpulos. Pero la ignorancia convierte
la desdicha del amor truncado de Hércules e Hilas en un atentado contra la
dignidad de la mujer. No veo, en cambio, que nadie retire de los museos los
cuadros de Salomé sosteniendo la cabeza del Bautista (Botticelli, Berruguete,
Tiziano, Caravaggio, ¿sigo?). Ni se censuran los cuadros donde aparecen sátiros
y, de hacerse, estoy convencido de que el criterio siempre sería el de la
vunerabilidad de las víctimas femeninas, generalmente las ninfas, pero nunca
nadie reprobaría, no sé, por ejemplo, “la inaceptable generalización que el sátiro
representa de la virilidad masculina y de sus oscuras pulsiones sexuales” (por
definirlo con esos términos grandilocuentes con que el puritanismo más rancio
expone sus diatribas contra los agravios del patriarcado). Y que conste que
estoy en modo parodia: consideraría igual de imbécil a quien argumentara esto
último. Es la misma ignorancia que lleva a algunos de estos mentecatos a atacar
al diccionario de la RAE por incorporar en sus entradas palabras machistas. El
diccionario no defiende el uso de esos términos: se limita a registrar la
realidad del idioma en boca de los hablantes. La lengua es de los hablantes, no
del diccionario, cuyo único propósito es el catálogo descriptivo de esa
realidad. O, dicho de otra manera: el diccionario no es machista, sino la
sociedad que ese diccionario refleja. Si la sociedad no usara esos términos
degradantes y quedaran en el olvido, el diccionario no los recogería o
colocaría la abreviatura de arcaísmo o de desuso precediendo la entrada. El
feminismo de nuevo cuño tiene que hacérselo mirar. Si las feministas de los
años 70, que tanto lucharon por los derechos de las mujeres, que defendieron la
desnudez de su cuerpo, el amor libre o que rechazaron la exclusividad de sus
roles maternales, vieran a la mujer de hoy, escandalizada por unos desnudos
artísticos o reproduciendo las funciones de la maternidad con sonrojante
talibanismo, precisamente el papel que la cultura patriarcal les ha impuesto
desde siempre, seguro que se rasgaban las vestiduras. Entretanto, Hércules llora
por segunda vez a Hilas.
1 comentario:
Apuesto a que los talibanes llevan toda la semana aplaudiendo con las orejas.
¡Feliz cumpleblog!
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