Merece
la pena acercarse a los cines para ver Jojo
Rabbit, la última película del director y guionista Taika Waititi. Como
casi siempre (¿qué le ocurre a la imaginación de los guionistas en los últimos
tiempos?) la cinta está inspirada en un libro. Se trata de Caging skies, la novela de la escritora belgo-neozelandesa Christine
Leunens, publicada en 2008. En España la ha traducido Claudia Conde para Espasa
con el título de El cielo enjaulado. Criadora
de caballos, modelo para las revistas Vogue
y Marie Claire y para diseñadores
como Paco Rabanne, actriz de publicidad y guionista, entre otros oficios, la
polifacética Leunens se dio a conocer como novelista con Primordial Soup en 1999. En su ascendencia familiar destaca la
presencia de su abuelo, el flamenco Guillaume Leunens, artista del metal, cuyos
avatares biográficos dan para otra película, entre ellos su cautiverio en un campo de trabajo nazi. El
abuelo de la escritora influiría, claro está, en la posterior producción
narrativa de su nieta.
El
protagonista de Caging skies es
Johannes, un niño austríaco de 11 años que asiste a la anexión de su país como
provincia del III Reich, el llamado Anschluss
de 1938. En la novela se hace alusión al referéndum que aprobó dicha anexión
por abrumadora mayoría y el niño es testigo de las arengas de Hitler desde su
tribuna en una Heldenplatz abarrotada. Uno de los puntos de interés de la
novela estriba en el testimonio de la incipiente barbarie desde los ojos inocentes
de un niño de 11 años. Para Johannes, las esvásticas de las banderas se asemejan a molinillos que parece que van a empezar a girar en cuanto sople el viento.
También se deja llevar por la grandiosidad de la estética nazi. No se extraña
de que en los colegios se sustituyan los libros por los ejercicios gimnásticos
porque el III Reich le necesita y a Johannes nunca antes le habían dicho que lo
necesitaban para nada. Pronto descubrirá con estupor que sus padres esconden en
la casa a una niña judía de la que acabará enamorándose. Tras acabar la guerra
con la entrada de los aliados, todo el libro se centrará en las mentiras que
Johannes, huérfano ya durante la contienda, se inventa para hacer creer a la
chica judía que la guerra la han ganado los alemanes y que, por tanto, no puede
abandonar su escondite. Es su manera de retener junto a él el único arrimo
afectivo que le queda.
La
película, rodada en Praga, y no en Viena, respeta la ternura del texto de
Leunens pero carga las tintas en la parodia de las delirantes teorías raciales
nazis que en el libro solamente aparecen barnizadas por la sutil ironía del
narrador. Waititi, que también aparece como actor, interpretando al Hitler que
el niño usa como amigo imaginario, incorpora a la historia las divertidas excentricidades
a las que nos tiene acostumbrado el director neozelandés. Por otro lado, la
parte en que Johannes miente a su huésped judía se resuelve en la película con
apresuramiento, mientras que en la novela parece formar parte del núcleo
argumental. En ese sentido, es significativo el prólogo de la novela, donde la
autora reflexiona filosóficamente sobre la mentira: «El riesgo de mentir no
estriba en que las mentiras sean falsedades y, por tanto, irreales, sino en que
se vuelven reales en la mente de los demás. Escapan de la mano del mentiroso
como semillas liberadas al viento y germinan con vida propia en los sitios más
inesperados». En cualquier caso, ambos, película y libro, se complementan
mutuamente. La película aligera el drama del libro, a veces de forma
irreverente, otras de manera muy respetuosa, y el libro permite ahondar de
forma seria en aquellos aspectos que la película elude. Eso sí, en algo ambos
formatos están de acuerdo: en darle la patada en el culo al señor ese del
mostacho.
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