Tras ser galardonado en 2017
con el premio Nobel, Kazuo Ishiguro regresa al panorama literario con una
novela de ciencia ficción en la que se aborda el tema de la inteligencia
artificial. Si bien pudiera pensarse que es un tópico algo manido ya, trabajado
con frecuencia en la literatura y en el cine, el escritor de origen japonés ha
sabido crear una obra fresca, narrada desde la perspectiva de Klara, una AA (Amiga
Artificial) que se encargará del cuidado de Josie, una chica de catorce años
que se encapricha del androide cuando lo ve en el escaparate de la tienda. He
aquí uno de los aciertos de Ishiguro, pues elegir a Klara como narradora de la
historia le permite hacer un análisis de la realidad cargado de ingenuidad, de
curiosidad y de inteligencia. Klara es como una niña que observa el mundo con
ojos entusiastas, que está ávida de conocimiento, de aprender los sentimientos,
de explorar territorios ignotos que van más allá de lo que puede ver desde la
tienda en la que se encuentra al inicio de la obra. Klara y su compañera Rosa,
dialogarán sobre el futuro que les inquieta y darán pinceladas de cómo es el
mundo de los humanos del que ansían formar parte: dominado por las prisas, por
la polución, en el que hay mendicidad, desempleo, atascos, individualidad,
egoísmo y en el que los trabajadores de élite han sido sustituidos por la inteligencia
artificial, lo que ha provocado una fractura social que no augura nada bueno.
El cometido de Klara será
acompañar a Josie en los años previos a ir a la universidad y paliar de alguna
forma su soledad. Los jóvenes estudian desde casa y hay una tajante división
entre los que han sido mejorados genéticamente y los que no, lo que acentúa la
soledad y la desigualdad, dos de los temas principales de la novela. Josie se
refugiará en Klara y en su amigo no mejorado Rick, personaje marginado
socialmente que está condenado a tener más dificultades para progresar en un
mundo que parece estar hecho solo para quienes han confiado en la manipulación
genética. Este es el caso de Josie, si bien para asegurarle el éxito en la vida
su madre ha puesto en juego la salud de la niña, pues esta padece una
enfermedad imprecisa que hace tambalearse la vida de la familia. Resulta muy
interesante el contraste entre las madres de Rick y Josie, cómo han adoptado
posturas opuestas para cuidar a sus hijos y cómo las defienden a lo largo de la
obra.
Otro tema fundamental de la novela
es la búsqueda de la inmortalidad, la negación de la muerte como parte natural
de la vida. La madre de Josie trama un plan moralmente cuestionable por si su
hija acaba falleciendo en el que Klara desempeñará un papel clave. Las
reminiscencias al mito de Prometeo son evidentes, al igual que a otros
referentes como Pinocho o Frankenstein. Los seres humanos juegan a ser dioses
que insuflan vida a la materia inerte, en este caso a las máquinas, pero algunos
van más allá al considerar que la inteligencia artificial podrá suplir la
desaparición física de las personas. El debate ético queda planteado al lector
desde la objetividad del escritor, que no muestra en ningún momento su postura.
Dice Ishiguro que esta obra nació como un cuento infantil.
Efectivamente, el autor ha creado una historia aparentemente sencilla en la que
la protagonista es una “niña” androide que está descubriendo el mundo. A través
de su empatía, de su capacidad para detectar el sufrimiento y de su
sensibilidad, Ishiguro nos muestra el futuro oscuro que le espera a la especie
humana. Al igual que las máquinas -la misma Klara es un modelo de androide
antiguo y teme no encontrar un humano al que hacer compañía porque ya existen
otros robots más modernos que ella-, muchos seres humanos sufren la obsolescencia,
sienten que no sirven para nada en un mundo dominado por los avances
tecnológicos que los desplazan, que les hacen sentirse fuera de lugar, unos
inadaptados en una realidad que va más deprisa que su capacidad de aceptación
de ese nuevo modo de vivir que parece imponérseles como un gigante que les
acabará engullendo. Esta obsolescencia produce que no solo la tecnología se
quede desfasada sino que también el humano se sienta inútil en un mundo que ya
no reconoce como propio.
Hay, por tanto, en la novela
un mensaje pesimista con un fuerte trasfondo filosófico lleno de interrogantes.
¿Es Klara más humana que los verdaderos seres humanos? ¿Se está deshumanizando la
sociedad? En muchas ocasiones son las personas quienes parecen autómatas mientras que los robots aparecen
como los depositarios de los sentimientos y de los rasgos más humanizadores. En
este sentido, destaca la esperanza y el afán de lucha de Klara por salvar a
Josie. Nuestra protagonista, que precisa de la energía solar para recargarse,
considera que el Sol también podrá curar a su amiga. El astro rey aparece como
una deidad a la que Klara ofrecerá un peculiar sacrificio que resulta
tremendamente interesante: en una sociedad cada vez más incrédula, una máquina
demuestra un profundo fervor religioso al Sol, el cual aparece aquí como el
único dios verdadero capaz de generar vida. Este rito, de raigambre ancestral,
acentúa de nuevo el juego de contrastes sobre el que se asienta la novela.
En definitiva, Ishiguro ha
sabido construir con Klara y el Sol
una metáfora de la vida en la que, como en los buenos cuentos tradicionales, se
nos invita casi sin darnos cuenta a reflexionar sobre qué es la condición humana
y hacia dónde estamos avanzando como sociedad. La ciencia ficción sirve como
pretexto o como marco para plantear al lector un debate filosófico profundo y
tremendamente necesario.
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