lunes, 17 de enero de 2022

557. 'Klara y el Sol'

 


Tras ser galardonado en 2017 con el premio Nobel, Kazuo Ishiguro regresa al panorama literario con una novela de ciencia ficción en la que se aborda el tema de la inteligencia artificial. Si bien pudiera pensarse que es un tópico algo manido ya, trabajado con frecuencia en la literatura y en el cine, el escritor de origen japonés ha sabido crear una obra fresca, narrada desde la perspectiva de Klara, una AA (Amiga Artificial) que se encargará del cuidado de Josie, una chica de catorce años que se encapricha del androide cuando lo ve en el escaparate de la tienda. He aquí uno de los aciertos de Ishiguro, pues elegir a Klara como narradora de la historia le permite hacer un análisis de la realidad cargado de ingenuidad, de curiosidad y de inteligencia. Klara es como una niña que observa el mundo con ojos entusiastas, que está ávida de conocimiento, de aprender los sentimientos, de explorar territorios ignotos que van más allá de lo que puede ver desde la tienda en la que se encuentra al inicio de la obra. Klara y su compañera Rosa, dialogarán sobre el futuro que les inquieta y darán pinceladas de cómo es el mundo de los humanos del que ansían formar parte: dominado por las prisas, por la polución, en el que hay mendicidad, desempleo, atascos, individualidad, egoísmo y en el que los trabajadores de élite han sido sustituidos por la inteligencia artificial, lo que ha provocado una fractura social que no augura nada bueno.

El cometido de Klara será acompañar a Josie en los años previos a ir a la universidad y paliar de alguna forma su soledad. Los jóvenes estudian desde casa y hay una tajante división entre los que han sido mejorados genéticamente y los que no, lo que acentúa la soledad y la desigualdad, dos de los temas principales de la novela. Josie se refugiará en Klara y en su amigo no mejorado Rick, personaje marginado socialmente que está condenado a tener más dificultades para progresar en un mundo que parece estar hecho solo para quienes han confiado en la manipulación genética. Este es el caso de Josie, si bien para asegurarle el éxito en la vida su madre ha puesto en juego la salud de la niña, pues esta padece una enfermedad imprecisa que hace tambalearse la vida de la familia. Resulta muy interesante el contraste entre las madres de Rick y Josie, cómo han adoptado posturas opuestas para cuidar a sus hijos y cómo las defienden a lo largo de la obra.

Otro tema fundamental de la novela es la búsqueda de la inmortalidad, la negación de la muerte como parte natural de la vida. La madre de Josie trama un plan moralmente cuestionable por si su hija acaba falleciendo en el que Klara desempeñará un papel clave. Las reminiscencias al mito de Prometeo son evidentes, al igual que a otros referentes como Pinocho o Frankenstein. Los seres humanos juegan a ser dioses que insuflan vida a la materia inerte, en este caso a las máquinas, pero algunos van más allá al considerar que la inteligencia artificial podrá suplir la desaparición física de las personas. El debate ético queda planteado al lector desde la objetividad del escritor, que no muestra en ningún momento su postura.

Dice Ishiguro que esta obra nació como un cuento infantil. Efectivamente, el autor ha creado una historia aparentemente sencilla en la que la protagonista es una “niña” androide que está descubriendo el mundo. A través de su empatía, de su capacidad para detectar el sufrimiento y de su sensibilidad, Ishiguro nos muestra el futuro oscuro que le espera a la especie humana. Al igual que las máquinas -la misma Klara es un modelo de androide antiguo y teme no encontrar un humano al que hacer compañía porque ya existen otros robots más modernos que ella-,  muchos seres humanos sufren la obsolescencia, sienten que no sirven para nada en un mundo dominado por los avances tecnológicos que los desplazan, que les hacen sentirse fuera de lugar, unos inadaptados en una realidad que va más deprisa que su capacidad de aceptación de ese nuevo modo de vivir que parece imponérseles como un gigante que les acabará engullendo. Esta obsolescencia produce que no solo la tecnología se quede desfasada sino que también el humano se sienta inútil en un mundo que ya no reconoce como propio.

Hay, por tanto, en la novela un mensaje pesimista con un fuerte trasfondo filosófico lleno de interrogantes. ¿Es Klara más humana que los verdaderos seres humanos? ¿Se está deshumanizando la sociedad? En muchas ocasiones son las personas quienes  parecen autómatas mientras que los robots aparecen como los depositarios de los sentimientos y de los rasgos más humanizadores. En este sentido, destaca la esperanza y el afán de lucha de Klara por salvar a Josie. Nuestra protagonista, que precisa de la energía solar para recargarse, considera que el Sol también podrá curar a su amiga. El astro rey aparece como una deidad a la que Klara ofrecerá un peculiar sacrificio que resulta tremendamente interesante: en una sociedad cada vez más incrédula, una máquina demuestra un profundo fervor religioso al Sol, el cual aparece aquí como el único dios verdadero capaz de generar vida. Este rito, de raigambre ancestral, acentúa de nuevo el juego de contrastes sobre el que se asienta la novela.

En definitiva, Ishiguro ha sabido construir con Klara y el Sol una metáfora de la vida en la que, como en los buenos cuentos tradicionales, se nos invita casi sin darnos cuenta a reflexionar sobre qué es la condición humana y hacia dónde estamos avanzando como sociedad. La ciencia ficción sirve como pretexto o como marco para plantear al lector un debate filosófico profundo y tremendamente necesario.

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