Hay libros que atesoran la virtud –y aquí la virtud es
necesidad– de sacudirnos la muelle tibieza ante el mundo, de pellizcarnos la
conciencia, de obligarnos a despertar de la anestesia voluntaria con que hemos
sido inoculados, de despegarnos de un tirón
la tirita con que ocultamos torpemente la llaga que somos para dejarla
así, en carne viva, palpitante en el escozor de su vergüenza. Box8: contra
el silencio, obstinadamente (Fundamentos), de Marisol Sánchez Gómez, es uno
de esos libros contra la alienación. El libro transita por los angostos ribazos
de las escarpaduras periféricas, allí por donde la maquinaria del discurso
oficial y oficioso es incapaz de hollar los caminos sin caer en el abismo. La
autora da su voz, la voz de “una mujer blanca, occidental, feminista y con
estudios universitarios […] que pertenece al teórico mundo de los privilegiados
por raza, por cultura, y por haber nacido por pura casualidad y buena suerte,
en el momento adecuado en el lugar adecuado”, a los que no la tienen, y esa voz
que es grito, multiplica su eco hasta llegar a los lugares más inhóspitos de la
Tierra, en los que no habríamos pensado ni una sola vez en nuestra vida, y
penetra también en los intersticios más sutiles del individuo mismo, en sus
contradicciones y aspiraciones frustradas.
Box8 es un
libro de los márgenes. Todo en él está en la frontera de todo (magníficos los
capítulos dedicados a las fronteras interiores y exteriores). Su apasionamiento
no es panfletario; la defensa de los invisibles (mujeres, negros, pobres,
homosexuales, presos y demás desahuciados por la sociedad patriarcal
capitalista) no se realiza mediante la frase ingeniosa hecha para el eslogan o
para el aplauso fácil. Bien al contrario, todo el argumentario de Marisol
Sánchez se alimenta de diferentes disciplinas que convergen en su común misión,
como la Sociología, la Psicología, la Antropología, la Política, la Economía,
la Filosofía, la Ética o la Literatura, el cine y el arte en general. Hallamos
entonces un corpus científico que legitima la necesaria radicalidad de
su discurso, sin la habitual servidumbre de apelar sólo a la sensibilidad de
los lectores. Porque Marisol Sánchez apela también a nuestra inteligencia y
este posicionamiento ante el lector certifica una honestidad que pondera sin trucos
nuestro compromiso ante las tesis defendidas.
Particular presencia tiene el ideario feminista,
catalizado en muchas ocasiones por las teorías de la pensadora y poeta Adrienne
Rich (1929-2012), que se erige en la figura central del libro. Especialmente
interesantes son la desmitificación del falso empoderamiento de la mujer y su
necesidad de la otredad, como falacia para su afirmación vital, entre otros
postulados.
Son también muy interesantes las reflexiones de la
autora sobre el lenguaje. Éste aparece en el libro como una suerte de
ontología, cuya naturaleza demiúrgica da cuerpo a los desheredados del mundo.
Sólo existe lo que se puede nombrar y es precisamente el silencio que sobre
ellos se cierne, el que perpetúa su desalojo y olvido.
El libro puede leerse también como una excelente
antología miscelánea de textos científicos y literarios, labor esta, la de
antóloga, que no nos sorprende si pensamos en la excelente vocación
antologizadora que jalona la trayectoria editorial de la autora y cuyo último
brillante exponente ha sido la publicación de 20 con 20 (Huerga y
Fierro) donde se recogen las propuestas de veinte poetas españolas actuales sin
sumisiones a los cánones establecidos por los gurús del cortijo literario. No
podía ser de otro modo. Porque Marisol Sánchez también se mueve, como los
desamparados de su libro, en los márgenes. Benditos, incómodos, disidentes
márgenes.
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[Enlazo también la magnífica reseña que sobre este mismo libro ha escrito el poeta Ramón Bascuñana en su excelente blog El alma de la piel]
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