En el santuario de Santa María del Abecedario hoy
contraen matrimonio dos letras muy queridas, la señorita d y el señor Q. Es
verdad que el embarazo de ella ha precipitado el enlace, pero ello no emborrona
la solemnidad del acto. El novio ha aparecido una media hora antes, vestido con
elegante frac de cola y ha esperado con claros signos de emoción e
impaciencia a la novia en el altar. Ésta ha llegado con algo de retraso (además
del menstrual) luciendo su panza en estado de buena esperanza, en cuyo contrapunzón
se gesta ya un precioso dígrafo. La acompaña su padre, el señor E, del brazo
central. Los invitados han ido desfilando ante los fotógrafos, bien encopetados
en sus elegantes astas de tipografía de imprenta. Entre ellos,
suscitaron palabras de admiración la señora Ñ, tocada de su distinguida virgulilla, el señor g, con sus jazmines en el ojal,
o la señora p y su lazo prendido en el pelo. Acudieron invitados desde
diferentes puntos del mundo. Las letras francesas, portuguesas, rumanas,
neerlandesas, noruegas, galesas, eslovacas, griegas, vietnamitas y otras, eran
fácilmente distinguibles por sus sombreros circunflejos. Los más
pequeños también han acudido, de la mano de sus padres, con sus trajes de letra
ligada. Ya, en la misa, se ha podido ver entre los concurrentes alguna lágrima,
sobre todo del formal f, quién lo diría. Otros, en cambio, se han dedicado a
chismorrear cotilleos en la oreja del vecino de bancada, como el señor
g, quien no debía sentirse muy acostumbrado a su atuendo de gala, pues no hacía
más que aflojarse el cuello. El sacerdote, monseñor T, con su casulla capitular
ha pronunciado un emotivo sermón donde, a modo de parábola, se ha referido al
simbolismo del ápice como metáfora de la unión culminante de dos astas.
También ha advertido a los novios de las dificultades del matrimonio y de la
convivencia, tan llenos de sinuosas espinas, así como de la debilidad de
los vértices inferiores y sus peligrosas tentaciones. Por último,
el párroco ha tenido unas palabras de recuerdo para las letras ausentes, como
la che y la elle, tristemente desaparecidas. Después, los novios han
comulgado paganamente ante el travesaño de la t. Cuando el cura les ha
dado su bendición, la nueva pareja se ha besado y el público ha aplaudido
fervientemente. A la salida del santuario, los novios han sido recibidos con
una profusa lluvia de apóstrofes, puntos, comas y con una sonora traca de
tildes prendidas en sus sílabas tónicas.
Ya en el banquete, se ha ofrecido un cóctel de
bienvenida, con barra libre gentileza del señor H, el padre del novio y arrobas
de comida. También se ha amenizado la cena con un espectáculo de flamenco a
cargo de R y A, con un memorable zapateado de apófiges y patas.
Tras el baile nupcial, la fiesta ha continuado hasta altas horas de la
madrugada. Tal ha sido la animación, que muchas letras han salido del
restaurante con los zapatos en las manos, víctimas de rozaduras y espolones.
Otros se han retirado, bamboleándose por el efecto del alcohol, asidos en cursiva
los unos a los otros, en franca camaradería, cogidos de los hombros,
como h y n. Los recién casados anhelaban ya estrenar la almohadilla compartida
en la cama de la suite de su hotel. En el cielo raso, cuando la fiesta ha
terminado, como un presagio de buena
fortuna, titilan, en lo alto, los asteriscos.
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