Los
que se aprovechan de la Literatura para no hablar de Literatura seguramente
habrán pergeñado ya la enésima teoría conspiranoica al conocerse que los tres
premios nacionales de carácter institucional han recaído este año en una
gallega, un vasco y un catalán. Efectivamente, el Premio Nacional de Poesía ha
sido para la coruñesa Pilar Pallarés; el Premio Nacional de las Letras lo ha obtenido
Bernardo Atxaga; y el pasado jueves conocíamos que el Cervantes de esta edición
será para Joan Margarit. Y esta deferencia del Estado hacia aquellas regiones
donde más se espolea el mantra nacionalista no puede ser otra cosa –dirán– que
una decisión estratégica para apaciguar los ánimos y para trazar puentes que
demuestren la admiración y el respeto de los españoles por las diversidad
lingüística y cultural de nuestro país; una de esas maniobras de seducción a
las que tanto apelan los partidarios del diálogo. Como si a ese blanqueador de
la violencia llamado Torra, el activista que jalea a los CDR, los mismos que
hablan de «independencia o barbarie», se le fueran ahora a despertar
sentimientos de fraternidad con esos a los que llamó «bestias con forma humana»
solo porque Margarit gane el Cervantes. O como si al matón de Otegi le fueran a
«seducir» los gestos de la nación a la que sometió con su repugnante
connivencia con ETA a una de las etapas más dolorosas de nuestra democracia,
nada menos que 854 asesinatos.
Sin
dar pábulo a esas hipótesis cabilderas, si la cosa fuera así demostraría cierta
ingenuidad por parte de las instituciones. Pero prefiero pensar que los que
urden esas intrigas palaciegas solo quieren embarrar aún más la ya difícil
convivencia en nuestro país. Así que nosotros a lo nuestro, o sea, a la
Literatura. Porque a mí, independientemente del origen de cada cual, me sedujo
y eso sí que es seducir, la excelente Obabakoak
de Atxaga; y aunque no he leído Tempo
fósil de Pilar Pallarés, mi amigo crítico, el gran Armando Requeixo habla
muy bien de ella, y lo que dice Armando es dogma de fe para mí.
Y
Margarit…, ay, el pobre Margarit recibirá por todas partes: los «hunos» le
reprocharán su adhesión al independentismo, sobre todo desde su pregón de las
fiestas de la Mercè; los «hotros» su equidistancia y tibieza (¡anatema eso de
escribir en castellano!). Pero nos vamos, nos vamos de nuevo. Y no. Hablemos de
Literatura. Tienen ustedes en esta misma
página un poema precioso de Margarit. Una madre viuda firma una
instancia para ingresar a su hijo en el orfanato; no puede mantenerlo; hace
poco han asesinado («ejecutado», dirá el juez) al padre del niño. En la
instancia –el frío de la mañana está en la instancia–, la madre debe escribir
la salutatio de rigor a los mismos
que han matado a su marido. Margarit, hijo de la guerra civil, nacido en 1938
en Sanaüja, en la casa de la abuela paterna a donde tuvieron que retirarse sus
padres tras el inicio de la contienda, debió de ver muchos de estos casos. Es
un poema cruel, como todos los poemas bellos. El niño ingresará en la Casa de
Misericòrdia para evitar la intemperie. Así, la poesía: «la última casa de
misericordia». Ayer y siempre contra todas las intemperies. Y ese verso bien
vale un Cervantes, se pongan como se pongan.
1 comentario:
Estupendo post del que suscribo cada letra. Voy directa al final por aquello, como bien dices, de no dar pábulo a teorías conspiranoicas, a Margarit tuve la suerte de escuchar recitar ese poema hace un mes en Gijón (yo soy de Oviedo) en castellano y luego en catalán. Los aplausos fueron en ese idioma con el que todos nos entendemos que es del corazón y sonaron tan bien...
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