lunes, 18 de noviembre de 2019

465. Un poema de Joan Margarit



Los que se aprovechan de la Literatura para no hablar de Literatura seguramente habrán pergeñado ya la enésima teoría conspiranoica al conocerse que los tres premios nacionales de carácter institucional han recaído este año en una gallega, un vasco y un catalán. Efectivamente, el Premio Nacional de Poesía ha sido para la coruñesa Pilar Pallarés; el Premio Nacional de las Letras lo ha obtenido Bernardo Atxaga; y el pasado jueves conocíamos que el Cervantes de esta edición será para Joan Margarit. Y esta deferencia del Estado hacia aquellas regiones donde más se espolea el mantra nacionalista no puede ser otra cosa –dirán– que una decisión estratégica para apaciguar los ánimos y para trazar puentes que demuestren la admiración y el respeto de los españoles por las diversidad lingüística y cultural de nuestro país; una de esas maniobras de seducción a las que tanto apelan los partidarios del diálogo. Como si a ese blanqueador de la violencia llamado Torra, el activista que jalea a los CDR, los mismos que hablan de «independencia o barbarie», se le fueran ahora a despertar sentimientos de fraternidad con esos a los que llamó «bestias con forma humana» solo porque Margarit gane el Cervantes. O como si al matón de Otegi le fueran a «seducir» los gestos de la nación a la que sometió con su repugnante connivencia con ETA a una de las etapas más dolorosas de nuestra democracia, nada menos que 854 asesinatos.
Sin dar pábulo a esas hipótesis cabilderas, si la cosa fuera así demostraría cierta ingenuidad por parte de las instituciones. Pero prefiero pensar que los que urden esas intrigas palaciegas solo quieren embarrar aún más la ya difícil convivencia en nuestro país. Así que nosotros a lo nuestro, o sea, a la Literatura. Porque a mí, independientemente del origen de cada cual, me sedujo y eso sí que es seducir, la excelente Obabakoak de Atxaga; y aunque no he leído Tempo fósil de Pilar Pallarés, mi amigo crítico, el gran Armando Requeixo habla muy bien de ella, y lo que dice Armando es dogma de fe para mí.
Y Margarit…, ay, el pobre Margarit recibirá por todas partes: los «hunos» le reprocharán su adhesión al independentismo, sobre todo desde su pregón de las fiestas de la Mercè; los «hotros» su equidistancia y tibieza (¡anatema eso de escribir en castellano!). Pero nos vamos, nos vamos de nuevo. Y no. Hablemos de Literatura. Tienen ustedes en esta misma  página un poema precioso de Margarit. Una madre viuda firma una instancia para ingresar a su hijo en el orfanato; no puede mantenerlo; hace poco han asesinado («ejecutado», dirá el juez) al padre del niño. En la instancia –el frío de la mañana está en la instancia–, la madre debe escribir la salutatio de rigor a los mismos que han matado a su marido. Margarit, hijo de la guerra civil, nacido en 1938 en Sanaüja, en la casa de la abuela paterna a donde tuvieron que retirarse sus padres tras el inicio de la contienda, debió de ver muchos de estos casos. Es un poema cruel, como todos los poemas bellos. El niño ingresará en la Casa de Misericòrdia para evitar la intemperie. Así, la poesía: «la última casa de misericordia». Ayer y siempre contra todas las intemperies. Y ese verso bien vale un Cervantes, se pongan como se pongan.

1 comentario:

Sandra Sánchez dijo...

Estupendo post del que suscribo cada letra. Voy directa al final por aquello, como bien dices, de no dar pábulo a teorías conspiranoicas, a Margarit tuve la suerte de escuchar recitar ese poema hace un mes en Gijón (yo soy de Oviedo) en castellano y luego en catalán. Los aplausos fueron en ese idioma con el que todos nos entendemos que es del corazón y sonaron tan bien...