En mitad de la deriva
educativa a la que estamos asistiendo, con su sangrante desprestigio del
conocimiento y del espíritu de sacrificio, se agradece que resistan todavía
propuestas didácticas como las que ofrece el grupo Vicens Vives, casi el único
sello entre los grandes que se abastece de capital exclusivamente español, y
que constituye uno de los proyectos editoriales más rigurosos y encomiables que
se están llevando a cabo en la actualidad en nuestro país. Me refiero,
concretamente, a las colecciones literarias que con tanto mimo y vocación de
excelencia, mantiene desde hace ya varios años la editorial, y que representan,
por su indiscutible calidad y por su afán pedagógico, un exponente de primer
orden para la difusión de la cultura literaria española y también de la
literatura universal.
Como profesor de Literatura
en Secundaria, he manejado varias de esas colecciones, especialmente los libros
que se acogen a los marbetes Clásicos
Hispánicos y Clásicos Universales, y he hallado en ellos una magnífica herramienta
de trabajo, pues entre sus páginas se aúnan el rigor filológico y una
inteligente y pulcra selección formativa con la refrescante aspiración de ser,
sobre todo, útil, lejos de ese prurito meramente exhibicionista con que otros
sellos parecen querer servir solamente al lucimiento personal del encargado de
la edición. Las colecciones literarias de Vicens Vives, al contrario, iluminan
con sus aparatos de notas y sus sobresalientes introducciones contextuales
incluso al entendido en la materia y, a la vez, apuntan al tuétano mismo del
producto literario para ofrecer al alumno la información nuclear –pero nunca
superficial– que el estudiante necesita dominar. Conozco de primera mano a
algunos de los encargados de elaborar las distintas ediciones. Hay entre ellos
profesores, escritores, críticos literarios, especialistas monográficos y otros
tantos intelectuales, y sé de su enorme preparación académica, de su exquisito
criterio y de su inmensa pasión. Y todo eso se nota en el resultado final. No
le van a la zaga las otras colecciones de la editorial, como Clásicos adaptados o Cucaña que, manteniendo el espíritu de
las obras originales, son capaces de introducir y familiarizar a los alumnos
con los grandes títulos de la literatura española y universal, en una franja de
edad clave para inocular en ellos el hábito de la lectura. Estas adaptaciones
constituyen un primer barrunto para habituar a los pequeños a la experiencia de
la calidad artística, estética e imaginativa que de dichas adaptaciones se
desprende y cuyos cimientos acabarán sosteniendo, con el tiempo, parte de su
educación humanística e integral. Y todo ello con la amenidad y la
profesionalidad que exige tan delicada empresa. En ese sentido, no puedo dejar
de destacar las preciosas láminas que acompañan a las ediciones, nacidas de la
creatividad de los más destacados ilustradores.
Por todo lo antedicho, conviene
reconocer, proteger y promocionar iniciativas como esta de Vicens Vives, sobre
todo porque las sucesivas leyes educativas, con su defensa de la mediocridad, hacen
más necesaria que nunca esta noble obstinación de combatir los embates del
adocenamiento y ofrecer a nuestros estudiantes (que, no lo olvidemos, deben ser
los futuros garantes de la continuidad de nuestro patrimonio cultural), un
material de calidad que respete todas sus capacidades aún por explotar antes de
que el gobierno de turno decida por ellos que su horizonte intelectual debe
necesariamente limitarse en virtud de no sé qué suerte de sobreprotección
contra los traumas de aprender.
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